La apoteosis de Pablo Heras-Casado que triunfa con 'Parsifal' en Bayreuth
Obviamente, no puede olvidarse que esta obra llegó con un reclamo tan tentador como la puesta en escena de Jay Scheib incluyendo la posibilidad de contemplarla a través de la realidad aumentada
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Heras-Casado, en Bayreuth ****
- Intérpretes Derek Welton (Amfortas), Tobias Kehrer (Titurel), Georg Zeppenfeld (Gurmenanz), Andreas Schager (Parsifal), Jordan Shanahan (Klingsor), Elīna Garanča (Kundry), Orquesta y Coro del Festival de Bayreuth
- Director musical Pablo Heras-Casado
- Director de escena Jay Scheib
- Lugar Bayreuth
- Fecha 25-VII
El Festival de Bayreuth es uno de esos lugares en los que la fama se alcanza o se pierde sin margen de negociación. Por eso, una fascinante sensación de vitalidad envuelve lo que aquí sucede y convierte en algo verdaderamente emocionante lo que de aquí ... resulta. Particularmente este año en el que la inauguración de la temporada ha traído consigo alguna polémica y varias esperanzas entre las que estaban la presencia del director Pablo Heras-Casado, segundo español que sube al podio de Bayreuth tras el fiasco de Plácido Domingo en 2018, quien dirigió funciones aisladas de 'La valquiria' con las que mal remató una relación hasta entonces impecable como cantante tras el debut en el papel protagonista de 'Parsifal' en 1992.
Este mismo título inauguró anoche la temporada 2023, y con él Heras-Casado se ha atribuido un éxito indiscutible, consolidando una carrera internacional cuya ascendencia wagneriana se remonta a las actuaciones en el Teatro Real de Madrid con 'El holandés errante' y la 'Tetralogía' ofrecida en años sucesivos. Fue escuchando una de estas representaciones donde Katharina Wagner, actual directora de Bayreuth, decidió la presencia de Heras-Casado tratando de encontrar vías de renovación en un festival que, poco a poco, relega los grandes nombres de la dirección orquestal en favor de otras posibilidades por confirmar. La salida uno a uno de todos los interpretes, una vez concluida la representación y a telón bajado, es un momento crucial porque el público brama o abuchea sin ningún recato. La salida de Heras-Casado fue apoteósica.
La prueba había comenzado con un primer acto escaso de fuerza y temple. Pesa en él la inmaterialidad mística de una obra que requiere encontrar el sonido y moldearlo. Transcurrió con corrección, pero a falta de un punto final de intensidad muy acorde con la noble falta de temperamento con la que Georg Zeppenfeld defendió a Gurnemanz y su primer relato. Cambió de horizonte en un segundo que Heras-Casado presentó con pulso firme, apoyando la intensidad dramática de una escena que refrendó la presencia debutante de Elina Garanca cuya Kundry, impecablemente cantada, robusta, y grandiosa, se reveló como el segundo gran descubrimiento de la noche. El dúo con Parsifal fue soberbio porque a su intensa actuación se unió la de Andreas Schager, capaz de mantener el tipo y la voz, anteponiendo la entrega a la afinación y la consistencia a la continuidad de la línea. Puede añadirse la formidable colaboración de Jordan Shanahan, un Klingsor digno de tenerse en cuenta. Y aún el tercer acto donde Heras-Casado mantuvo lo ganado y lo llevó hasta el final, sin dejar de apoyar un trabajo extraordinario del coro del festival y el menos brillante de la orquesta.
Obviamente, no puede olvidarse que este 'Parsifal' llegó con un reclamo tan tentador como la puesta en escena de Jay Scheib incluyendo la posibilidad de contemplarla a través de la realidad aumentada, lo que permitió ayer que poco más de trescientos espectadores de los casi dos mil que completan el aforo se apuntaran a la marcianada de verla a través de gafas especiales. También Scheib consigue que 'Parsifal' crezca desde la triste apariencia de un escenario austero y desangelado hasta la propuesta ecologista de un espacio arruinado de residuos, mina de litio o cobalto, que deja por medio un acto en el jardín mágico de Klingsor que es fácil identificar con el muy actual reino rosa de Barbie. Ideas al margen, a Jay Scheib se le puede reprochar la torpe dirección de actores y la falta de picardía en momentos culminantes: a la cabeza la vulgar manera en la que Parsifal atrapa la lanza sagrada lanzada por Klignsor, lo que dejó escapar alguna risa, y todo ello antes de que el festspielehaus se dividiera entre bramidos y jaleos. Para entonces, la realidad aumentada había dejado en flotación insectos, piedras, luces galácticas, hojas, plantas exuberantes, calaveras, residuos plásticos en el mar para el tercer acto y hasta la paloma blanca del final que, por alguna razón no explicada venía haciendo su aparición desde algún tiempo atrás. Sin duda, el sistema tiene posibilidades, pero requiere de ideas que sean algo más una superposición de objetos.
Apenas una hora antes de la representación, el cielo de Bayreuth se había abierto ante una tormenta inmisericorde. Las gotas eran mares: las que se esperaban desde arriba y las que salpicando desde el suelo calaban los pantalones hasta la rodilla y empapaban los vestidos que chorreaban por el bajo. En Bayreuth no se admite la negociación: todo o nada. Por supuesto, sin que se altere ni un minuto el horario previsto. Poco antes de comenzar se recibió en la puerta del festspielehaus a la presidenta de la comisión europea Ursula van der Leyden, a Markus Söder, al presidente de Baviera, a la excanciller Angel Merkel, y la ministra de cultura Claudia Roth, ambas visitantes habituales a un festival que, este año y por causas evidentes, dará de que hablar.
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