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La ruptura de los Beatles: la culpa no fue de Yoko Ono

Se cumplen cincuenta años de la publicación de la nota de prensa que puso fin al grupo más importante de la historia del pop

Nacho Serrano

El adiós de los Beatles fue la última página del Antiguo Testamento del pop. El grupo más influyente de la historia, que cambió no sólo la forma de hacer música popular sino también la percepción social de lo que es ser joven, se despidió con una fría nota de prensa enviada por Paul McCartney tras diez años de fortuna y gloria, cerrando la década prodigiosa con un portazo que disipó los sueños de toda una generación. ¿Por qué?, fue la gran pregunta de aquel mes de abril de 1970. Pero la incógnita no tiene una solución sencilla: para despejarla hay que resolver no una, sino varias ecuaciones.

El primer momento en que a los Beatles se les pasó por la cabeza mandarlo todo al garete fue en agosto de 1966, cuando decidieron dejar de salir de gira ante la imposibilidad de poder disfrutar de sus propios conciertos. El griterío constante de sus fans y la primitiva tecnología de sonido que había disponible en ese momento para actuaciones multitudinarias (en los estadios sonaban con un micro conectado a la megafonía) convertían cada show en una pesadilla insufrible. El directo siempre es parte esencial en una trayectoria musical, y verse obligados a prescindir de él debió ser extremadamente duro para ellos. Tanto como para plantearse dejarlo. Pero al menos les quedaba el estudio, un refugio donde podían experimentar con total libertad y a cubierto de la presión mediática.

Ese refugio acabaría convirtiéndose en un auténtico campo de batalla en varias ocasiones, a partir de 1968. Pero antes de eso, llegó el palo que realmente mató a los Beatles . En agosto de 1967, mientras el grupo asistía a unas lecturas del gurú Maharishi Mahesh Yogi en Gales, su manager Brian Epstein fallecía en su casa de Londres por una sobredosis accidental de somníferos, dejándolos huérfanos en la selva de la industria. Él se había encargado de todos los aspectos no musicales de la carrera de los Beatles, había sido su faro y guía desde 1962, era un perfecto mediador en las hasta entonces poco frecuentes discusiones entre los chicos, y era casi una figura paternal para ellos. «Estamos jodidos», dijo con brutal sencillez Lennon al enterarse. «Supe que estábamos en apuros, porque no sabíamos nada del negocio aparte de tocar música», contó después en Rolling Stone. «Yo estaba muy asustado. De hecho, creo que los Beatles se rompieron ese día».

Paul McCartney tomó temporalmente las riendas de la parte empresarial de los Beatles, y curiosamente, fue él quien dijo años después que «la banda se rompió por cosas de negocios». Efectivamente, Lennon no se tomó bien que Macca se erigiese en líder. «Eso aceleró el fin» , dijo tiempo después. «Se supone que él asumió el mando, pero ¿qué mando, si no hacíamos más que dar vueltas en círculos? Eso llevó a la desintegración del grupo».

Para enderezar la dirección empresarial de los Beatles, Lennon sugirió cederle el timón al manager Allen Klein , un veterano de la industria del que después se supo que no tenía muchos escrúpulos. Paul insistió en que sería mucho mejor contratar al abogado John Eastman, hermano de su mujer Linda, pero el resto del grupo lo vio como una maniobra para conseguir más cuota de poder. La decisión se sometió a votación durante una sesión de grabación en los estudios Olympic de Londres, y por primera vez en la historia de los Beatles, no hubo consenso: Klein ganó por tres contra uno. «Desde entonces nada volvió a ser igual», diría McCartney años después. « Ringo y George decidieron que lo que dijese John, era lo que ellos votarían. Yo solo estaba intentando salvar nuestro futuro».

En el estudio ya no había nadie para frenar las discusiones, acentuadas por esta ruptura en cuanto a estrategia y por las crecientes diferencias musicales entre los miembros del grupo. Y entonces llegó Yoko .

La artista japonesa, que llevaba ya más de un año saliendo con John Lennon, empezó a pasarse cada vez más a menudo por las sesiones de grabación del «White Album» , en mayo de 1968. No era la única presencia femenina en el estudio, ya que Linda también solía andar por allí. Pero con una diferencia: ella no se hacía notar. Yoko, por el contrario, no paraba de susurrarle cosas al oído a John, cosa que irritaba profundamente a los demás, e incluso se tomaba la libertad de proponer ideas o añadir voces (supuestamente algo quedó en «Revolution 9» y «Bungalow Bill»), cuando no estaba echándose siestecitas debajo del piano.

En un momento dado, cuando el grupo iba a acometer una toma, Yoko les interrumpió de nuevo y Paul estalló : »¡Me cago en todo! ¿Quién ha hablado? ¿Quién coño ha sido? ¿Has dicho algo George? ¡Tus labios ni siquiera se han movido!». Yoko se encogió ante semejante explosión de ira, y un silencio sepulcral invadió la sala. John salió en defensa de su pareja: «Yoko sólo quiere ser aceptada. Quiere ser uno de nosotros». Ringo replicó: «Ella no es un Beatle, John, y nunca lo será». Pero Lennon dejó clara su postura: «Yoko es parte de mí ahora. Somos John y Yoko, estamos juntos».

«Yo creo que en realidad ella estaba incómoda, no quería estar allí», diría tiempo después el ingeniero de sonido de aquellas sesiones, Geoff Emerick. Y puede que en realidad, su presencia en el estudio respondiese más a un capricho de Lennon que a los propios deseos de su novia. Algo que la propia artista confirmó, a su manera: « Era John quien quería que yo formase parte del grupo . Él creó a los Beatles, así que pensaba que los demás debían aceptar su decisión. Yo no tenía ningún interés particular en ser parte del grupo». Esta obsesión de Lennon resulta verosímil. Yoko se había convertido en su asidero emocional, y las críticas de sus compañeros y los ataques de varios fans que la despreciaban (llegaron a lanzarle insultos racistas en plena calle) sólo sirvieron para generar un efecto rebote, acrecentando su deseo de otorgarle más y más protagonismo en su vida personal y en sus procesos creativos.

El ambiente de tensión llegó a ser tan insostenible que acabó con la paciencia de Ringo. Abandonó las sesiones de grabación y se marchó del país para tomarse unas vacaciones, pero al cabo de unos días regresó al redil ante las súplicas de sus compañeros. El órdago del baterista sirvió para que los Beatles se diesen cuenta de que estaban echando todo a perder , pero la lección se les olvidó pronto. Sólo seis meses después, ya inmersos en la grabación de lo que sería «Let it be», Lennon y McCartney volvieron a tener una fuerte discusión que provocó la marcha de George Harrison . El guitarrista estuvo doce días fuera del grupo, hasta que de nuevo, los ruegos de sus compañeros consiguieron que volviese al estudio para terminar el trabajo.

Unos meses después, durante las sesiones de «Abbey Road» , las aguas parecían volver a su cauce. De hecho, una grabación recientemente descubierta demostró que los Beatles tenían previsto publicar otro disco más en 1971 . Se trata de una cinta que John, George y Paul grabaron para informar de sus planes a Ringo, convaleciente en el hospital por unos problemas digestivos. «Ringo, como no puedes estar aquí, te mandamos esta cinta para que estés al tanto de todo», dice la grabación. La conversación fluye en torno a la posibilidad de lanzar un single en las Navidades de 1969, y durante unos minutos, parece que la buena sintonía vuelve a reinar entre los cuatro de Liverpool. Pero solo era un espejismo: la grabación termina con una agria discusión entre Lennon, Harrison y McCartney acerca de las cuotas de autoría en el repertorio del álbum. Unos días después, Lennon comunicó a sus compañeros que dejaba el grupo.

Allen Klein consiguió que Lennon reconsiderase su postura, pero los Beatles ya estaban moribundos. El 10 de abril de 1970, Paul emitió una nota de prensa que anunciaba el fin del grupo , argumentando «diferencias personales, empresariales y musicales». La carta terminaba diciendo: «¿Será temporal o definitivo? No lo sé».

Ya no hubo marcha atrás. Los cuatro se embarcaron en sus propios proyectos solistas aquel verano de 1970, y el 31 de diciembre la defunción de los Beatles quedó oficialmente certificada de la forma más fea imaginable, con una demanda judicial interpuesta por McCartney para poner fin a la banda que cambió el curso de la historia.

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