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ABC Cultural

El Concierto de Año Nuevo busca su pureza

En el debut de Andris Nelsons al frente del célebre recital vienés, se hizo un hueco a Beethoven y la «Marcha Radetzky» sonó limpia de reminiscencias nazis

Alberto González Lapuente

El mundo acaba de descubrir que lo aparentemente inocuo, aquello que cada primero de enero hacía vibrar de ilusión y optimismo a muchos muchos millones de personas en todo el mundo ocultaba tras de sí un poso de deshonra. Quién podía imaginar que la «Marcha ... Radetzky» con la que año tras año concluye el Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena era música contaminada. Nikolaus Harnoncourt, un director al que le gustaba curiosear y lanzar nuevos puntos de vista, dirigió en 2001 la versión original de esta composición de Johann Strauss padre. Lo hizo llevado por su afán investigador, pero el éxito fue escaso. La versión tradicional seguía sonando más brillante y adecuada para palmotear en esa especie de desenfreno controlado con el que se clausura el concierto más popular del universo. Así se ha venido repitiendo desde 1946, cuando el director Josef Krips incluyó la obra como propina precediendo al famoso vals dedicado a «En el bello Danubio azul». La Segunda Guerra Mundial acababa de terminar y nadie quiso fijarse en el hecho de que el arreglo que se utilizaba, la orquestación de la obra, estaba firmada por el compositor y destacado miembro del partido nazi Leopold Weninger, autor de numerosas obras de ideario antisemita y xenófobo. Y desde entonces se ha seguido aplaudiendo, jaleando y disfrutando.

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