Manel se ponen serios
La banda barcelonesa desnuda su sonido en «Atletes, baixin de l’escenari», su tercer disco
david morán
Llega el momento de posar y la fotógrafa intenta que sonrían, pero no hay manera. A Manel, queda claro, no les entusiasman las entrevistas, y la perspectiva de pasar un día entero atendiendo menesteres promocionales se les antoja tan apetecible como pedir hora en el ... dentista. "Bueno, en realidad son solo un par de días cada dos años, así que tampoco nos podemos quejar", apunta el cantante de la banda, Guillem Gisbert. Y, efectivamente, no se quejan, aunque su cara les delata.
Serán cosas del madrugón o, quién sabe, el hartazgo propio de quien está a punto de reencontrarse con todos esos tópicos que nosotros los periodistas hemos ido perfilando torpemente para intentar resumir el universo del cuarteto catalán. A saber: abanderados de la normalidad, mascarón de proa del nuevo pop catalán, plusmarquistas capaces de colarse en la lista de los más vendidos de España cantando en catalán, entrañables artesanos del miniaturismo pop... "Antes o después nos volverán a preguntar por Guardiola", dice Guillem. "Calla, que ahora es cuando tacha la siguiente pregunta", bromea Roger Padilla, guitarrista de la banda.
En realidad, con "Atletes, baxin de l’escenari", su tercer trabajo, ya no procede preguntarles por según qué cosas, ya que, en cierto modo, son una banda diferente. También lo fueron cuando, después de estrenarse con "Els millors professors europeus", entregaron "100 milles per veure una bona armadura", un disco sin estribillos pero repleto de arreglos barrocos y ambiciosos colchones de cuerdas y vientos del que despacharon más de 60.000 copias, pero en este caso es diferente.
"No nos ponemos reglas: simplemente intentamos que cada canción pueda hacer la guerra por su cuenta", relativiza Guillem sobre un disco que, despojado de vientos, cuerdas y, ejém, ukeleleles, se defiende a pelo y presenta a unos Manel más ásperos y eléctricos. Más melancólicos y, porque no, también más tristes.
«Intentamos que cada canción pueda hacer la guerra por su cuenta»
"Es algo de lo que nos estamos dando cuenta ahora en las entrevistas, pero tampoco teníamos la sensación de estar haciendo un disco especialmente triste. Sí que es cierto que, por ejemplo, el ukelele tiene un timbre que puede resultar engañoso", explica Guillem. «Y los arreglos de viento y de cuerda sí que lo acaban edulzando todo un poco, y eso ahora no está», interviene Arnau Vallvé, el batería. "Al final eso te hace sonar más serio", añade Guillem.
Estirando de la cuerda
"Estaba la idea de ver qué éramos capaces de hacer nosotros cuatros solos, pero eso no quiere decir que no nos guste lo que hacíamos. Nos encanta, pero queríamos otra cosa. Algo diferente. Además, las imperfecciones y nuestras limitaciones con los instrumentos se notan mucho más, y eso también forma parte del aprendizaje", añade el cantante de la banda.
«Cada uno estira de la cuerda a su manera y de ahí sale Manel»
Ese algo diferente se traduce en este caso trece canciones de pop tenso, rock al ralentí e incluso nervioso post-punk con las que la banda borra sus propias huellas sin llegar a salirse del camino. "Sonará a respuesta tonta, pero la constante somos nosotros cuatro. Cada uno estira de la cuerda a su manera y de ahí sale Manel", apunta Guillem, quien se apresura a decir, medio serio medio en broma, que en caso de que cualquiera tenga una obsesión muy pronunciada, los otros tres se encargan de quitársela de la cabeza.
Cambian Manel y sus canciones se ponen aún más serias, sí, pero se mantienen esas letras con las que el cuarteto barcelonés siguen tirando del hilo de las pequeñas cosas; lo cotidiano filtrado a través de romances, muertes de héroes románticos, despedidas del trabajo, nostalgia rockera... Unas letras que, llegado al caso, invitan a preguntarles si no han pensado en darle una mayor carga reivindicativa a sus textos. O, mejor dicho, si su público no les pide que lo hagan.
"Si que hay gente que te pregunta, que siente curiosidad por saber porque no hemos hecho canciones más políticas y reivindicativas, pero ya está", señala Guillem. "Lo realmente difícil es encontrar temas que no se hayan tratado o tratarlos de una manera original", añade Arnau. "Claro que hay canciones reivindicativas que me encantan, pero yo de momento no he sido capaz de hacer una", zanja Guillem.
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