Mario Vargas Llosa en París, entre Borges y Flaubert
La residencia parisina del escritor se encuentra a doscientos metros del antiguo domicilio del autor argentino
Su pasión por el francés lo convirtió en el primer escritor en lengua española en ingresar en la Academia Francesa
Corresponsal en París
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Iniciar sesiónEn la vida y la obra de Mario Vargas Llosa se cruzan, fecundan, se separan y terminan por separarse, de manera muy radical, con frecuencia, todas las semillas, frutos, historias y compromisos literarios, críticos y políticos del «boom» latinoamericano, el movimiento que cambió ... el rumbo de las culturas americanas de habla española en la escena mundial.
Se han escrito muchas historias de ese movimiento, pero las profundas divergencias personales y políticas de sus protagonistas han distorsionado sus orígenes, evolución y «fin».
De ahí la necesidad de presentar una breve cronología de las grandes novelas del movimiento, para poder comprender el alcance histórico del «boom» y el puesto central de Vargas Llosa.
Fechas y novelas del 'boom' latinoamericano
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1962. 'La ciudad y los perros', de Mario Vargas Llosa, gana el premio Biblioteca Breve
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1962. 'La muerte de Artemio Cruz', de Carlos Fuentes
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1963, 'Rayuela', de Julio Cortázar
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1962. 'Tres tristes tigres', de Guillermo Cabrera Infante
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1966. 'Paradiso', de José Lezama Lima
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1966. 'La casa verde', de Vargas Llosa
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1967. 'Cien años de soledad', de Gabriel García Márquez
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1969. 'Conversación en la catedral', de Vargas Llosa
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1970. 'El obsceno pájaro de la noche', de José Donoso
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1971. 'García Márquez. Historia de un deicidio', de Vargas Llosa
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1973. 'Pantaleón y las visitadoras', de Vargas Llosa
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1973. 'El libro de Manuel', de Julio Cortázar
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1977. 'La tía Julia y el escribidor', de Vargas Llosa
El movimiento, excepcional, tenía raíces muy frondosas en todo el continente y aquí hay algunas fechas y obras que también ayudan a comprenderlo: 1946, 'El señor presidente', de Miguel Ángel Asturias. 1950, 'La vida breve', de Juan Carlos Onetti. 1956, 'Pedro Páramo', de Juan Rulfo. 1956, 'Gran Sertón', de João Guimarães Rosa. 1960, 'Hijo de hombre', de Augusto Roa Bastos.
Las grandes novelas del «boom» se publicaron en Barcelona, Buenos Aires, México, La Habana. Pero fue en La Habana, en 1967-1968, donde la crítica literaria y la crítica de la política comenzaron a convertir a Vargas Llosa en la personalidad más emblemática y universal, cuando la vida y la obra del resto de sus colegas tomaba muy diversos rumbos.
En La Habana, aquel año, se celebró el Congreso Cultural que reunió a la gran «intelligentsia» de izquierdas de Europa y las Américas, unida en su admiración a Fidel Castro. Vargas Llosa y Octavio Paz fueron los primeros en dejar constancia de su disidencia, cuando Sartre, Susan Sontag y Jorge Semprún, entre muchos, se perdían en su silencio o complicidad con el descarrío totalitario.
Rupturas políticas
Tres años más tarde, el mismo Fidel Castro ordenó la detención del poeta y periodista Heberto Padilla, autor de un libro de poemas, 'Fuera de juego', que criticaba con acidez la deriva policial del régimen castrista. En cierta medida, el Congreso Cultural castrista y el caso Padilla dinamitaron el «boom».
Cortázar, gran admirador de Lezama Lima (que formaba parte del jurado que premió el libro de Padilla), terminó enrolándose, él solo, con las tropa castristas. Y llegó a escribir una novela, 'El libro de Manuel', donde hace el elogio de guerrilleros más o menos comunistas.
García Márquez, el gran heredero del realismo mágico que nunca rindió homenaje a sus antecesores y guardó una ambigua fidelidad a Castro. Sus novelas posteriores a 'Cien años de soledad' no volvieron a tener aquella fuerza. Carlos Fuentes se escudó en una calculada equidistancia de rústica ambigüedad. 'Terra nostra' todavía recordaba su gran estilo, que continuó difuminándose
Cabrera Infante fue «excomulgado» por su hostilidad sin fisuras del castrismo. Lezama vivió y murió en La Habana, enclaustrado en una forzosa soledad policial.
En cierta medida, la política y sus compromisos puso coto y fin relativo a la obra literaria de la mayoría de los patriarcas del «boom». La obra de Vargas Llosa, por el contrario, siguió creciendo y sirviendo de «puente» entre varias culturas y sensibilidades. Tras 'La tía Julia y el escribidor', todavía publicó quince novelas, de una calidad media muy fuera de lo común, una docena de obras de teatro, sin olvidar catorce libros de crítica literaria y ensayos, más una veintena de colecciones de artículos planteando cuestiones muy mayores sobre Borges, Onetti, Víctor Hugo, Flaubert, Galdós, Rubén Darío. Ahí es nada.
Como crítico literario, Vargas Llosa fue el primero y el último en insistir en la deuda del «boom» con los grandes maestros anteriores, de Onetti a Rulfo. Cortázar fue un admirador entusiasta de Ramón Gómez de la Serna, pero no asumió la tarea de «federador» y «reconstructor» que tuvo Vargas Llosa. El mejor ensayo sobre García Márquez sigue siendo la tesis doctoral de Vargas Llosa. El autor de 'Cien años de soledad' «pagó» a su viejo amigo con un rosario de infamias que terminaron a puñetazos.
Como político, Vargas Llosa rompió con su primera versión libertaria de la revolución cubana, que descubrió como cronista de la Crisis de los misiles entre Cuba y los EE. UU. (1963), para convertirse al liberalismo político, incluso aspirando a la presidencia de su patria. Fallida aquella experiencia, el novelista no dudó en apoyar y participar en compromisos políticos muy diversos, como el puesto de Cataluña en España.
Tan formidable actividad social y literaria, fue compatible con una vida de universitario y hombre de mundo, que contrasta con el melancólico alejamiento relativo de sus colegas del «boom». El aislamiento voluntario de Cortázar, el aislamiento relativo de García Márquez, las aventuras amorosas de Carlos Fuentes, son peripecias íntimas muy modestas en comparación con la vida sentimental y familiar de Vargas Llosa. Sin olvidar una carrera universitaria y académica, entre los EE. UU., España y Francia, donde su pasión por Flaubert lo convirtió en el primer escritor en lengua española en ingresar en la Academie Française. Vargas Llosa había ingresado en la Real Academia Española en 1994, pronunciando un discurso sobre Azorín, al que respondió Camilo José Cela.
Quiere el azar que la residencia parisina de Vargas Llosa se encuentre a doscientos metros del antiguo domicilio de Jorge Luis Borges, a pocos metros de la plaza parisina más adorada y frecuentada por Josep Pla, Azorín y Pío Baroja.
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