ÁNIMA NEGRA
Benjamin Black, bisturí de cuerpos y almas
'El otro nombre de Laura' es la segunda novela de la serie del forense Quirke, firmada por Benjamin Black, el pseudónimo de John Banville
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El escritor irlandés John Banville decidió cambiar de nombre literario en 2006 tras más de tres décadas de una fecunda trayectoria como novelista. Ese año publicó ‘El secreto de Christine’ bajo el pseudónimo de Benjamin Black. Él mismo ha explicado el motivo: «El arte ... es una cosa extraña. Bajo el sombrero de Banville podía escribir 200 palabras al día. Bajo mi nuevo nombre, puedo escribir un millar, incluso 2.000. Es increíble descubrir como otro personaje puede vivir tu vida, usar tus manos y deleitarse de esa forma. Escribir es respirar, escribo por necesidad».
Lo prueban sus 40 novelas desde que comenzó a publicar, siendo reportero del diario 'The Irish Press'. ‘El secreto de Christine’ marca su incursión en el género negro y la creación de un personaje que protagoniza diez de sus trabajos: el forense Quirke, que trabaja en un hospital de Dublín e investiga los casos con los que se topa. Tiene unos 40 años, es rubio, corpulento, nostálgico, solitario y viudo. Tiene problemas con su hija, a la que ocultó su paternidad hasta que era adulta, y es un ex alcohólico que pugna por no reincidir.
‘El otro nombre de Laura’ es la segunda novela de la serie de Quirke y una de las más representativas y mejor construidas. La narración comienza cuando Billy Hunt, un antiguo compañero de estudios, le pide que no haga la autopsia al cadáver de su mujer, que aparentemente se ha suicidado al arrojarse a la bahía de Dublín.
Todo se complica cuando Quirke se da cuenta de que no ha sido un suicidio sino un asesinato. Le esposa de Hunt, dueña de un salón de belleza bajo el nombre de Laura Swan, se ha asociado a un turbio personaje mafioso que abusa de las mujeres. Las sospechas apuntan hacia él, pero Quirke descubre que nada es como parece. Muy a su pesar, Phoebe, su propia hija, se ve envuelta en una trama en la que se mezclan las drogas y la pornografía.
Compleja personalidad
Como en todas las novelas de la serie, Benjamin Black, o mejor John Banville, sumerge al lector en la compleja personalidad de Quirke, que recorre la capital irlandesa para ahogar sus penas y tratar de encontrar un sentido a su vida. Su pasado está marcado por la muerte de Delia, su esposa, que falleció al dar a luz a su hija, y por una frustrada historia de amor con Sarah, la hermana de Delia.
Quirke es un hombre esencialmente curioso, que busca profundizar en los secretos de los vivos y de los muertos. No habla mucho, es muy reservado y tiene tendencia a la depresión e incluso al suicidio, como confiesa a su colega, el inspector Hackett. Oculta una infancia traumática y una incapacidad para mantener relaciones estables.
Con estos mimbres, Black construye una personalidad que le permite indagar en la condición humana con la misma frialdad con la que el forense disecciona los cadáveres. Black es un maestro en la construcción de las tramas, lo que le eleva a la cumbre de la novela negra contemporánea, pero es, sobre todo, un escritor que pule el lenguaje y destaca en el uso de las metáforas. Por su ingenio y su humor negro, hay quien le ha comparado con Nabokov.
Es un maestro en la construcción de las tramas, lo que le eleva a la cumbre de la novela negra contemporánea
En 2005, fue premiado con el Booker por ‘El mar’, en el que un crítico de arte jubilado evoca un pasado marcado por la tragedia. El autor de ‘El otro nombre de Laura’ tiene ahora 79 años y sigue escribiendo a un ritmo de una novela cada 12 o 14 meses. Educado en una familia católica de Wexford, donde nació, se negó a estudiar una carrera universitaria y aceptó un trabajo en Air Lingus para poder recorrer el mundo.
«Fue un error. Debería haber ido a la Universidad, pero quería salir de mi familia. Preferí enamorarme y emborracharme durante cuatro años», confesó hace un tiempo. Banville vivió un par de años en Estados Unidos y luego volvió a Irlanda para ganarse la vida como periodista. Durante varias décadas, compatibilizó el periodismo con la literatura. En 1989, se consagró como escritor con ‘El libro de las pruebas’, la confesión de un convicto que ha secuestrado y matado a una joven criada.
«Su sinuosa prosa, el sutil erotismo y la profusión de detalles sobre los años 50 son motivos más que suficientes para leer a Black», apunta Janet Maslin, critica de ‘The New York Times’. Así es. Una serie altamente recomendable para quienes todavía no hayan leído a este atormentado y brillante creador.
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