CRÍTICA DE:

'Una a una en la oscuridad', de Deirdre Madden: víctimas colaterales de la violencia

NARRATIVA

Combinando viajes a un pasado que les marcó y un presente en el que se reencuentran periódicamente, se explora, a través de una familia, un conflicto entre nacionalista, religioso e interétnico

Otras críticas de la autora

Disturbios en Irlanda del Norte en los años sesenta del pasado siglo

En los tiempos más duros del conflicto de Irlanda del Norte, desde finales de los años 60 hasta el inicio del alto el fuego del IRA en 1994, es de imaginar que no pocos adolescentes y jóvenes que convivían a diario con la violencia ... pudieran decir en algún momento lo que la protagonista de la excelente novela 'Una a una en la oscuridad', de la autora norirlandesa Deirdre Madden (Toomebridge, Condado de Antrim, 1960): «Odio vivir aquí. Es un horror. No para de morir gente. Todo el mundo está triste o asustado. Cuando sea mayor me iré a vivir a otro sitio».

Autora reconocida de una decena de novelas, con un buen número de importantes galardones como el Premio Rooney de Literatura Irlandesa o el Somerset Maugham, Madden es un eslabón más de lujo, alabada por escritores como el también irlandés Sebastian Barry o por Richard Ford, de una literatura en estado de excepción permanente, que no se acabó en absoluto con Edna O’Brien y que continua hoy con otros grandes como Banville, Claire Keegan o Colin Barrett.

NOVELA

'Una a una en la oscuridad'

  • Autora Deirdre Madden
  • Editorial Errata Naturae
  • Año 2025
  • Páginas 284
  • Precio 22,50 euros

Combinando viajes a un pasado que les marcó y un presente en el que se reencuentran periódicamente, una familia, compuesta por una viuda, Emily, y sus tres hijas, ejemplo máximo de las 'víctimas colaterales' de la época de los disturbios de Irlanda del Norte (los llamados 'Troubles', un conflicto entre nacionalista, religioso e interétnico) van narrando los acontecimientos cada una a su manera.

Por un lado, está la que eligió vivir fuera, y cambiar el Kate identitario irlandés por Cate, una periodista de una revista de moda en Londres que ahora ha regresado a su lugar natal. Sus hermanas son la combativa abogada Helen, que no duda en defender a acusados de terrorismo, y Sally, la más sumisa en apariencia, que escogió dar clases y se quedó en la granja con su madre, tras ser asesinado el buen y pacífico patriarca de la familia, Charlie Quinn.

Las tres, que «si no hubieran sido hermanas, jamás habrían sido amigas», vienen de un pasado idílico y de una niñez a salvo del odio, del miedo y de la percepción de las divisiones, crecida entre «campos llanos de tierra pobre» prados verdes, risas y complicidad entre unas hermanas muy diferentes entre sí, pero unidas por lazos secretos más allá de cualquier desacuerdo pasajero. Aquella memoria a salvo de todo, se alterna ahora con los recuerdos más amargos compartidos junto a una sociedad dividida e irreconciliable.

El asesinato despiadado e incomprensible, como tantos otros, de su padre, a manos de paramilitares lealistas, hará saltar todo por los aires

¿Acabó alguna vez la pesadilla? En una ocasión, Cate comentaría que «solo cuando vivías fuera de Irlanda del Norte y regresabas te percatabas de lo profunda que era la división de la sociedad y de las extrañas consecuencias que se derivaban de esto». Desde pequeñas, desde asistir a sus escuelas católicas, como era el caso de la familia Quinn, se les obligaba a 'pensar' las consecuencias de vivir donde viven, y de atravesar murales, en el entramado de calles de Belfast, bien republicanos en Lower Falls, o bien lealistas en Shankill Road. Al volver, tenían que hacer la tarea de Historia encomendada: «Describe y analiza las circunstancias que llevaron a la partición de Irlanda del Norte».

El asesinato despiadado e incomprensible, como tantos otros, de su padre, a manos de paramilitares lealistas, hará saltar todo por los aires. Será el fin de la inocencia para las tres hermanas, el fin de un tiempo feliz salvajemente cercenado. Un hecho brutal que las sacará por la fuerza «de la ensoñación cálida y dichosa que había sido su vida hasta aquellos momentos».

Imagen simbólica de todas las víctimas inocentes sacrificadas en medio de la violencia de los conflictos armados, Charlie era tan solo un hombre tranquilo, que no militaba en el IRA y que siempre llamaba a la calma a los que le rodeaban tras cualquier atentado en Belfast, viniera de donde viniera, recordando el dolor provocado a las familias («¡ni se te ocurra intentar explicar o justificar lo que ha pasado!») sobre todo cuando alguien cercano argumentaba tras la masacre dejada por alguna bomba estallada por republicanos que «había sido culpa del Ejército británico».

Madden ha descrito de forma concisa, progresiva, estremecedora, sin decantarse ni tomar partido hacia ningún grupo, cómo la vida corriente y la sociedad se van impregnando poco a poco de una violencia que acaba salpicando a todos los sectores. El periodismo se volverá cínico, esperando tan solo que la cifra de asesinatos se acerque a los números redondos, para darlo al cabo de unos días.

Así, ciertos medios, como los tabloides británicos, o incluso compañeros que habían leído la noticia o la habían visto por televisión, al volver Cate a la redacción la saludarán de forma fría, como pensando de la muerte de su padre: «Algo habría hecho. Por tanto, se lo había buscado».

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