Fernando Alfaro: «La memoria tiende a engañarnos siempre, para bien y para mal»
El músico manchego, líder de Surfin' Bichos y Chucho, se estrena en la novela con 'Mundo turbio', narración épica y salvaje armada a partir de los personajes que pueblan sus canciones
Fernando Alfaro, el punk tímido que abrió sus entrañas y encontró luz y petróleo
Barcelona
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Iniciar sesión'Un ángel turbio' era una canción del primer disco de Chucho, la banda que Fernando Alfaro (Albacete, 1963) formó tras la separación de Surfin' Bichos en 1994, y Ángel Turbio es el protagonista de 'Mundo turbio' (Contra), libro con la ... que el músico manchego se estrena en la novela utilizando sus propias canciones como materia prima. O, mejor dicho, como percha sobre la que vestir y desvestir su propia vida (y alrededores) y exprimir en doscientas cincuenta páginas francamente bárbaras casi cuatro décadas de furia bíblica, mazazos apocalípticos y corazones rotos y brillantes; de hermanos carnales, amigos de las tormentas y diarios del petróleo.
Catorce capítulos, uno por cada disco que Alfaro ha grabado con Surfin' Bichos, Chucho o en solitario, y un viaje iniciático por el lado bestial de la vida. «El imaginario de Alfaro suena incómodo e inhóspito, cercano, tribal y, en especial, terriblemente solitario, porque los tipos abollados no encajan en ningún sitio», escribe Carlos Zanón en el prólogo de una novela que, igual que sus canciones, está hecha de bajísimas pasiones, gente hundida y fragmentos de una vida cruenta y fugaz.
Explica Alfaro que, por poner un símil más o menos naturalista, lo que ha pasado con la novela es como cuando en Los Chorros, ahí donde nace el río Mundo, se acumulan las lluvias y se produce un reventón. «Yo tenía como una especie de mundo turbio e interno y no encontraba el momento o la forma de tirar del hilo para sacarlo», explica. Hasta que vino, claro, el reventón. En este caso, tuvo que llegar Didac Aparicio, editor de Contra, y sugerirle que quizá no estaría mal convertir a Ricardo Ardiendo, Alicia Rompecuellos, el Cirujano Patafísico, Hamorambre, Johny Carburo, el Fotógrafo del Cielo, san Farmacio y demás habitantes de su cancionero en carne de novela para que Alfaro rompiese aguas. «Sí, hice esa comparación, un poco topicazo, con un parto, pero sí que es verdad que se me estaba alargando y yo apretaba porque no quería que saliera; sabía que me iba doler», cuenta.
— ¿Qué es lo que iba a doler?
—La memoria. Y el presente. Hay una cita al principio del libro que en realidad es una falsa cita, porque es de 'Ricardo Ardiendo', una canción mía, que dice: «La vida será cruenta y fugaz». Cuando recogí el guante de Didac y me puse a recopilar letras, me di cuenta de que ahí había toda una vida. Una vida que es como Mike Tyson: que te agarra y no te suelta. Queda una sensación de desasimiento, de que se te ha escapado y no has salido de la niebla unamuniana. Al final del libro hay una frase que dice algo así: «como un gato en exhalación ha recorrido la vida, como un paseo agradable por un campo en un país lejano». El personaje lucha contra esa sensación de no poder agarrar la vida. De ahí la apuesta por jugar entre la mirada muy desenfocada en la época o los lugares y la hiper precisión cuando se habla de fabricar un tirachinas o una pipa de agua para fumar crack. Así es como funciona también la memoria: tiende a engañarnos siempre, para bien y para mal, y a veces es tan precisa que te ayuda a superar esa alienación de la vida.
—¿Es entonces 'Mundo turbio' un libro de memorias disfrazado de canciones disfrazadas de novela?
—Si yo soy un yo múltiple que incluye mis amigos, la gente que he conocido y las parejas que he tenido, diría que sí, pero con peros. Porque una cosa es la verdad y otra la realidad. La verdad no tiene porqué haber ocurrido en la realidad. Esto también era de Unamuno, que decía que las ideas son más verdaderas que las cosas reales. Es como el doctor Frankenstein: utilizas trozos de gente y al final el personaje vive solo y le pasan cosas que incluso a ti te sorprenden. Eso es lo que hacemos: usar a gente real para hacer nuestros monstruos de Frankenstein. Lo hacemos porque a nosotros mismos nos da una especie de veracidad, nos agarra un poco a la realidad.
—¿Le pedían más espacio los personajes de las canciones? ¿Otra vida más allá del chispazo de los discos?
—En realidad no tanto, porque yo tenía claro cuál era el terreno de las canciones y si he querido ampliar o desarrollar más un personaje o una idea concreta, lo he hecho en otras canciones. Ocurre con las canciones que no hay que rendir cuentas, no tiene que haber lo que en cine llaman 'raccord'. Es más parecido a la poesía; puedes utilizar el lenguaje, pero no hay un cauce que tienes que seguir. Creo que por eso, y esto lo digo desde la modestia, pocos músicos se han desarrollado bien en el mundo de la narrativa de ficción. Está John Darnielle, por ejemplo. Obviamente, no es lo mismo escribir en un campo y en el otro.
«Cuando yo empecé, la épica callejera era troncal en la contracultura. Ahora, con el neocapitalismo, se le da la espalda»
–Y usted, ¿qué tal se ha visto como novelista?
–Me he alejado mucho de mi yo músico. Me he tenido que desdoblar mucho. Y eso a pesar de que la novela está como está imbuida por las canciones todo el rato. Tuve que construir una estructura muy concreta para la novela tuviera catorce capítulos, pero hubiese sido un galimatías que cada capítulo tuviera que ver con las canciones del disco correspondiente. Cronológicamente era imposible. Lo que sí quería es que tuviera que ver con el sentimiento general de cada disco y con mi momento vital y el del grupo de amigos con el que estuviera. Por ejemplo, 'Los años luz', de Chucho, es un disco en el que se habla mucho de delitos, por eso coincide con el capítulo en el que está en prisión.
—¿De dónde viene esa atracción por todo ese submundo turbio y delincuencial, esa oscuridad salpicada de drogas y gente que acaba fatal, que atraviesa toda su obra?
—Es la épica de nuestros días, el western de nuestra vida. Cuando yo empecé, toda está épica callejera y muy cercana a la novela negra era troncal en la contracultura. Hoy en día, en cambio, con el neocapitalismo, se le da la espalda. Claro, de la miseria y de las calles no se saca dinero. Yo siempre he ido a contracorriente, y esta vez más todavía: siendo tan preciso en las descripciones de lo que es inyectarse heroína por primera vez estoy yendo a provocar.
—«Cronista de una época yonqui, cronista de mí mismo. De otra época, nada que ver con la de ahora: individuos hipersanos en un mundo enfermo, en un planeta moribundo», que dice el protagonista.
—Es que no somos tan sanos. Todo ese brillo es de latón.
—¿Podría ser la escritura un buen plan B ahora que, como decía, empieza a tener una edad provecta para el trote de las giras y los conciertos?
—Ya cuesta un poco más, sí, eso de tener cinco conciertos seguidos, tantos kilómetros…Es algo que he pensado, sí, lo que pasa es que soy realista, y si ya es difícil vivir de la música, de la literatura aún más. Muy bien se tendrían que dar las cosas. Lo bueno es que he descubierto que tengo la disciplina necesaria para poder escribir texto de largo aliento.
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—¿Es 'Mundo turbio' la novela generacional de un mundo perdido?
—Si es que todas las novelas son generacionales. Cuando nos contamos a nosotros mismos, contamos a nuestra generación, a nuestros compañeros de barca. Lo curioso es descubrir lo cerca que estamos unas generaciones de otras y lo común que es el ser humano en el sentido de la compasión que tenemos y la confabulación de todo tipo de sentimientos. Es muy llamativo leer 'El Quijote' y ver lo moderno que puede llegar a ser no ya el texto, sino la vida que está contando la novela. Si me he acercado, aunque sea un milímetro a esa forma de contar la vida, a la elocuencia de Sebald o Delibes, ya estoy satisfecho.
—Habla también de Edward Bunker y su 'No hay bestia tan feroz'.
—Es que me flipa la novela. Él se refiere al ser humano, a eso de que el hombre es un lobo para el hombre, pero yo lo aplico a la memoria, porque si tienes la suerte, o también la desgracia, de tener buena memoria, pasa que te puede morder de vez en cuando. Lo primero que hice fue recopilar todas las canciones y ahí es donde empezaron los bocados de la memoria y de la vida
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