cine
La cara y la cruz de Escarlata
Hermosa, volátil, taimada y de una fragilidad hercúlea capaz de dejar su huella sin necesidad de pisar
oti rodríguez marchante
No es preciso sumergirse en el archivo de Vivien Leigh , ése que pronto , para saber que no fue una mujer feliz. Basta apartar el visillo del cine y ver el kilo de ansiedad, determinación y astucia que puso en el rostro de ... Escarlata O’Hara , o el vacío pesado en el de Blanche Dubois , para darse cuenta de que la insatisfacción y la angustia eran las velas de su navío. Bipolar como la Luna, pero sin fases, llena o vacía de sopetón, vivió escondida tras las bambalinas del teatro y de la sombra más ancha que larga de Laurence Olivier , de quien fue Ofelia y Lady Macbeth, pero también Escarlata y Blanche. Sus dos personajes, sus dos Oscar, son el mejor puente hacia ella, hacia esa mujer hermosa, volátil, taimada y de una fragilidad hercúlea capaz de dejar su huella sin necesidad de pisar.
Todo el mundo sabe (en la misma medida que todo el mundo desconoce) el entresijo y la entretela que precedió a ese papel biblia de « Lo que el viento se llevó » por el que lucharon todas, desde Bette Davis y Katharine Hepburn , hasta Joan Crawford , Paulette Goddard y Carole Lombard , y aún hoy es indescifrable el enigma de cómo les arrebató el papel una actriz británica y casi desconocida… Pero no será su archivo el que aclare el misterio de Escarlata, sino la cara y la cruz de su expresión de mujer que pone a Dios por testigo, esa mirada de que acaba de meter el dedo en el tarro de la mermelada o de instante previo a echar un órdago... Tal vez entre sus cartas, papeles y recuerdos alguien crea encontrar un dato revelador, una explicación de su cara oculta o de su infelicidad, pero la mejor verdad de Vivien Leigh está en el parpadeo ingenuo y fatuo con el que combatía la bestialidad de un tranvía llamado Kowalsky.
La cara y la cruz de Escarlata
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