Català-Roca, retratado en su centenario por diez grandes fotógrafos españoles
Masats, Colita, Madoz, García-Alix e Isabel Muñoz, entre otros, celebran el legado pionero del fotógrafo catalán
El Año Català-Roca, con exposiciones en Valls, Reus y Madrid, culminará en 2024 con una gran antológica en el MNAC
Sentó las bases de la fotografía de reportaje en España, se adelantó a Cartier-Bresson a la hora de aplicar el humanismo a la fotografía y poner en práctica lo que se acabaría conociendo como 'el instante decisivo' y abanderó la gran renovación ... del género en la España de los años 50. «El fotógrafo siempre duda: qué ángulo hay que tomar, qué diafragma y velocidad hay que elegir, qué película… Pero no debe dudar nunca a la hora de disparar», defendía Francesc Català-Roca (1922-1998) , nacido hoy hace cien años y en cuyo honor se inaugura una temporada repleta de exposiciones, que culminará en 2024 con una gran antológica en el MNAC. Valls , su ciudad natal, acogerá una muestra de autorretratos, Madrid combinará obras icónicas y otras menos conocidas a partir de junio, y Reus se centrará en la relación del fotógrafo con Salvador Dalí. En Barcelona , mientras tanto, ya se puede visitar en el Museo de Historia 'Los Català, fotógrafos de un siglo', retrato familiar que muestra cómo Català-Roca, hijo y hermano de fotógrafos, nació respirando acetatos y gelatinas y creció fotográficamente en el taller de su padre, Pere Català Pic.
Siendo un crío empezó a echar una mano en el estudio familiar, descubrió a Man Ray y desarrolló una mirada propia que le llevaría a 'independizarse' en 1948: abrió su propio laboratorio y se lanzó a fotografiar la vida a su alrededor. «Una buena fotografía se define, a mi entender, por el hecho de saber explicar bien, muy bien, una situación, un personaje… Y explicarlo de tal manera que pueda captar el interés de quien ha de ser el receptor», dejó dicho Català-Roca, retratista de lo cotidiano que transitó de la posguerra al desarrollismo y de la fotografía documental a la arquitectónica. «Ha tenido un valor superior para la fotografía», resume Ramón Masats, uno de los diez fotógrafos que ABC ha reunido para recordarle coincidiendo con el centenario de su nacimiento.
Alberto García-Alix: «Extraordinario creador de atmósferas»
Todos los fotógrafos somos deudores de Català-Roca. Su huella es inmensa, es un gran maestro. Piedra angular de la fotografía documental española, sus imágenes pueblan nuestro imaginario. Supone el paso a la modernidad en la fotografía española. Con una formación fotográfica superclásica, es muy moderno. Maneja como nadie la posición de cámara, siempre espectacular, con un punto de vista muy brillante. Su posición de fotógrafo es excelente, siempre se coloca en el sitio adecuado. Es muy complejo encontrar ese sitio. La primera gran decisión creativa es dónde te posicionas con la cámara. Català-Roca tiene muy buen gusto, es muy preciso. La calidad de su fotografía es excepcional. Nunca envejecerá. Nos deja el mejor testimonio, de un valor incalculable, de aquella España de los 50 y 60 que ha desaparecido. Hay que valorar también que fue un documentalista cinematográfico. Es un extraordinario creador de atmósferas. La niebla, las luces de la ciudad... Maneja la fotografía con una maestría que sorprende. Lo hace de manera que parece fácil, pero no es así.
Chema Madoz: «Una nueva mirada en la fotografía española»
Una de las fotografías mas célebres de Francesc Català-Roca se titula 'Esquina'. En ella dos figuras avanzan entre la niebla hacia la cámara del fotógrafo. La calle dibuja una perspectiva angulada que recuerda alguna de las tomas del Buenos Aires de Horacio Coppola. Català-Roca se sitúa en el vértice de la calle, en el punto donde la dirección del camino cambia su sentido. Un punto de giro que supuso también una nueva mirada en la fotografía española, situándola por derecho en la estela clasicista de la fotografía europea.
José Manuel Navia: «El maestro sencillo»
Català-Roca es uno de los máximos exponentes de la fotografía profesional en España. Y lo es sabiendo conciliar de manera ejemplar y no siempre frecuente el día a día del oficio con una mirada personal, de modo que su impronta fotográfica impregna toda su obra. Volver a hojear aquellas guías de distintas regiones españolas de la editorial Destino, por ejemplo, es recibir una lección de magnífica fotografía, realizada sin pretensiones, desde la humildad que le caracterizaba. Los textos de grandes firmas que lo acompañaron (Pla, Ridruejo, Baroja...) son un reflejo de su interés y cercanía con el mundo de la cultura. Y, además, fruto de su retranca un tanto payesa, nos legó algunas frases célebres, como aquella de que «si la fotografía se hubiese inventado en color, nadie habría echado de menos el blanco y negro». Palabra de Català-Roca.
Isabel Muñoz: «Gran necesidad de amar»
Para mí hay dos maestros de la fotografía en España: uno es Català-Roca, que ya no está, y otro Ramón [Masats], al que todavía tenemos con nosotros. Català-Roca ha sido un pilar de la fotografía. Tenía una gran sensibilidad y una gran necesidad de amar. No lo conocí, pero a través de sus imágenes sabes cómo debía ser. Hay mucho amor y mucha ternura hacia lo que fotografía. Sus imágenes me emocionan. Ya no es solo su forma de mirar, ni su forma de encuadrar, ni su forma de colocar la cámara, sino lo que transmiten sus imágenes. Amaba lo que fotografiaba. Y cuando amas, los demás lo notan. Ha sido un gran humanista, que retrata una parte de esa historia que yo he vivido pero para muchos es desconocida. No la cuenta desde el tremendismo, saca esa dignidad que todos tenemos hasta en los momentos más duros. No es cuestión de mirar, es contar lo que miras de una forma especial. Era moderno por su forma de contar: sus encuadres, sus picados y contrapicados, dónde colocaba la cámara... Sus imágenes son actuales, no envejecen. Lo que veo es arte.
Ramón Masats: «Un fotógrafo muy espontáneo»
Solo tengo palabras de admiración y cariño. Ha tenido un valor superior para la fotografía. Es de los mejores fotógrafos, aunque era aún mejor como persona. Yo no tuve tiempo de tratarlo mucho, pero la relación siempre fue espléndida. Coincidimos en una época en la que él ya era mayor y yo un fotógrafo joven. Si tuviese que destacar algo de Paco sería su espontaneidad. Era un fotógrafo muy espontáneo. Y buena persona. No diría que me influyese, porque cada uno iba por su lado, pero mi admiración por él es evidente. Y no solo fotográficamente. De su trabajo me gusta sobre todo su fotografía de artistas. Era muy sensible y tenía una gran admiración por ellos.
Joan Fontcuberta: «Memoria gráfica de gran valor sentimental»
Se inscribe dentro de la fotografía humanista de posguerra, con un perfil documental. Siguió la tradición fotográfica de su padre y la acomodó a su tiempo. Se puede decir que fue un fotógrafo más clásico. Además, fue una persona de una humanidad muy potente. Para mi generación fue una suerte de figura patriarcal, un puente entre los fotógrafos de los años 50 y 60, los Miserachs, Maspons, Colita y Leopoldo Pomés, y nosotros. Además, a diferencia de otros, era mucho más comprensivo y respetuoso con nuestro trabajo. Estaba más abierto al cambio. A mí lo que más me interesa de su trabajo es lo que hizo en los años 50, esos retratos de Barcelona y la Cataluña profunda en blanco y negro. Es un trabajo de un gran valor testimonial, una memoria gráfica que forma parte de la historia.
Colita: «Inolvidable»
Conocí a Català-Roca en los años 60 de la mano de Oriol Maspons, cuando íbamos a cenar a un restaurante llamado La Mariona, donde nos encontrábamos diversas personas pertenecientes al mundo de la fotografía, del arte… Allí siempre había una mesa en la que todo el mundo llegaba y la ocupaba, y entre ellos estaba Francesc Català-Roca. Pronto entendí que era un hombre con un sentido del humor y una inteligencia increíbles. Lo admiré como persona y como fotógrafo. Ha sido el mejor, sin duda alguna, de su generación, y para todos. Un maestro inolvidable que hay que recordar siempre y hay que poner en valor de forma absoluta y total.
Eduardo Momeñe: «Gran documentalismo y una mirada potente»
Francesc Català-Roca fue un gran fotógrafo, es importante decirlo porque no es fácil serlo. Hace ya muchos años (¿1980?) quise hacer un porfolio sobre su trabajo en la revista 'Photo'. Fui a su casa en Barcelona para que me hablase de su obra. Me encontré con un hombre muy agradable y humilde con su trabajo. No se consideraba un artista –aunque lo era– sino un profesional que lo daba todo para conseguir una mejor imagen. Me mostraba –y explicaba– sus fotografías con el mismo cariño y orgullo de quien enseña las fotos de su nieto recién nacido. Le apasionaba lo que hacía. Sus imágenes son ese gran documentalismo cargado de humanidad y de una mirada potente a partes iguales. Daba una importancia extrema a una composición eficaz –tal como la daba André Kertész–, esa escuela extraordinaria para quien quiera fotografiar. Es importante que los jóvenes aficionados conozcan bien a los grandes que les precedieron, como es el caso de Català-Roca. Un privilegio haber podido hablar largo y tendido con ese excelente fotógrafo y gran persona que fue.
Pilar Aymerich: «Culto y humanista»
Es uno de los mejores y más importantes de Cataluña y de toda España. Como fotógrafo es muy completo, aunque a veces da la sensación de que ha quedado un poco olvidado. Se le han hecho pocas exposiciones. Yo lo conocí ya cuando era mayor, pero sin duda ha sido un referente a seguir, sobre todo porque era un fotógrafo humanista y muy culto. Tuvo mucha relación con artistas de la época, aunque también era un 'freelance', un fotógrafo documentalista que vivía de los encargos. Es muy importante, por ejemplo, su relación y su trabajo con Joan Miró, pero también todas las fotografías que hizo en los años 50 durante sus viajes por España. No hay que olvidar que era hijo de Pere Català Pic, cuyo trabajo con fotografía publicitaria fue muy importante.
Chema Conesa: «Padre de la generación que cambió el oficio»
Inició toda esta historia de tomarse en serio la fotografía. Fue el padre de la generación que renovó el lenguaje; la realidad era su campo de trabajo. Abominaba de cualquier elitismo y de la idea de sentirse artista. Yo le conocí antes incluso de saber quién era, porque siendo un crío, con 13 o 14 años, un día se presentó en nuestra casa de Murcia un señor preguntando si podía hacer una fotografía desde el balcón. Me quedé muy sorprendido al ver a aquel tipo con la nariz partida, gafas de pasta y una maleta de la que empezó a sacar cámaras y objetivos. Fue fascinante. No supe que era Català-Roca hasta que vi la foto en una guía turística. Con los años pude explicarle la anécdota, pero él no lo recordaba. Para mí, su faceta más destacada fue la documental. El retrato que hizo de España sigue siendo vigente. Está todo ahí. Y luego la luz. La luz es clave. Su dominio del claroscuro, por ejemplo, le convirtió en el fotógrafo favorito de los arquitectos. Luego se enredó un poco con el color.
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