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El rostro de la mujer que Courbet inmortalizó en «El origen del mundo»

«Paris Match» publica la fotografía del retrato, hasta hoy desconocido

El rostro de la mujer que Courbet inmortalizó en «El origen del mundo» Paris Match

JUAN PEDRO QUIÑONERO

«Paris Match» ha publicado la fotografía del retrato hasta hoy desconocido de la mujer que Gustave Courbet (1819 - 1877) inmortalizó en «El origen del Mundo» (1866), la pintura de un sexo femenino contemplado en primer plano por el artista, una de las obras más legendarias del arte erótico de todos los tiempos.

«El origen del mundo» fue un cuadro «maldito» durante más de un siglo. Su primer propitario fue un diplomático turco, que lo instaló en el «servicio» de su residencia. Tras numerosas peripecias, la obra de Courbet fue adquirida por Jacques Lacan , el psicoanalista de la escuela estructuralista, que continuó ocultándolo.

A la muerte de Lacan, sus herederos donaron el cuadro al Estado francés, para pagar impuestos. Y, al fin, «El origen del mundo» pudo contemplarse de manera muy irregular en el Museo d'Orsay , en 1995. Muchos especialistas piensan que Courbet inmortalizó a una de sus amantes, Joanna Hiffernan , en una posición de abandono carnal, frente al gran amor de su vida. La mujer «ofrece» su sexo, en primer plano, a la mirada del amante.

Una turbadora intimidad

De la mujer de «El origen del mundo» se conocía su más turbadora intimidad. Pero se desconocía su rostro. «Paris Match» cuenta la aventura de un misterioso John, que prefiere ocultar provisionalmente su identidad, contando con bastante precisión la historia de su descubrimiento: un pequeño cuadro comprado por 1.400 euros en un anticuario que pedía 1.600.

Tras varios años de indagaciones personales, John cuenta hoy con el apoyo de uno de los grandes especialistas mundiales en la obra de Courbet, que ha terminado por autentificar el retrato de la mujer que posó desnuda para inmortalizar su sexo, convertido por el artista en «El origen del mundo».

Según «París Match», Jean-Jacques Fernier incluirá el cuadro del retrato de esa mujer en el volumen III de su catálogo razonado de la obra de Gustave Courbet. Se trata, quizá, de una de las páginas más rocambolescas y finalmente felices de la historia de la pintura erótica de todos los tiempos.

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