El mundo de la historia y la cultura despide a García Cortázar, el «último historiador total»

«Fernando ha sido una figura muy importante, de primer nivel, primero por ser el autor de los libros de historia más leídos de las últimas décadas, que eran divertidos y siguió renovando hasta el final. No en vano han merecido premios muy importantes. García de Cortázar era académico correspondiente de la RAH. Personalmente, me gustaría valorar en este momento su valentía respecto a ETA y la situación del País Vasco –no el problema vasco, como dice Savater, sino problema de ETA–.

De la gran persona y el gran profesor y sabio que ha sido siempre Fernando, querría destacar su empeño para que la historia llegase a todos los niveles y tuviese un lugar muy principal en la educación. Le ha preocupado siempre la actitud de los gobiernos con la educación y hay que lamentar que en esto ha tenido menos éxito evidentemente que en las ventas de sus libros, porque el desgaste en la educación, que lleva 50 años dando tumbos, es notorio y lo mejor que se puede decir de los poderes políticos es que no han cumplido con su deber. Por lo demás nunca se rindió y ha escrito desde libros juveniles a novelas históricas, porque sabía que se leían más que los ensayos, incluso ha estado detrás de algunas series de televisión. Como divulgador científico de la historia, es insustituible. Descanse en paz».

Carmen Iglesias es directora de la Real Academia de la Historia.

«Siempre decía muy orgulloso que era discípulo de mi padre, y de alguna manera yo sentía que había un hilo invisible entre sus obras. En el trato personal, admiraba mucho el poca apego que tenía a las cuestiones materiales. Siempre primaba lo espiritual al resto. A nivel historiográfico, se ganó todos los honores como, digamos, historiador académico, en los campos de historia de la Iglesia en España y del País Vasco, pero luego tuvo un giro, que compartió conmigo, hacia un público masivo que hizo saltar por los aires la manera de contar la historia de España. Este cambio personal del mundo académico a contar la historia de otra manera coincidió, además, con una transformación de la sociedad española. Fue un gran dinamizador de este cambio. En su forma de escribir tenía devoción hacia la palabra, un estilo casi poético y no le tenía ningún miedo a que los historiadores entroncaran con el presente.

Por último, destacaría su planteamiento moral pionero en la lucha contra la ETA, pues fue uno de los primeros en levantar la voz cuando eran muy pocos los que salían a manifestarse. Él fue de los primerísimos cuando otros, que luego han sido muy conspicuos por esa misma faceta, todavía no se habían caído del caballo camino de Damasco. Todo eso no se puede olvidar».

Ricardo Artola es editor de García de Cortázar e hijo del historiador Miguel Artola.

«A Fernando García de Cortázar España le emocionaba. Le apasionaban su paisaje, la lengua española, la gente española, sus escritores, filósofos y teólogos. Su labor de divulgación, de alta divulgación como decía arriba, resuelta en una prosa a la vez elegante y poética, y acerada e inteligente, no fue, sin embargo, españolismo emocional (al que habría tenido pleno derecho). Fue ante todo un combate por la verdad histórica: por liberar a España de visiones estereotipadas y de interpretaciones agrias, catastrofistas, negacionistas; una lucha contra la idea de una España negra, anti-moderna, decadente, cuya marginalidad cultural y fracaso como nación habrían desembocado finalmente en la guerra civil de 1936-39 y la dictadura de Franco. España, dijo Fernando García de Cortázar en alguna ocasión, no fue, ni es, un país en desguace».

[Leer aquí el artículo completo de despedida de Juan Pablo Fusi]

Juan Pablo Fusi es miembro de la Real Academia de Historia.

Ricardo García Cárcel: «Fue el hombre que más luchó a lo largo del último medio siglo por la batalla cultural en favor de España, de su historia. Una batalla contra el adanismo, de la mitificación de la historia reciente, contra la tendencia cada vez más extendida de que España fue un invento de Franco, contra la obsesiva identificación que se tiende a hacer entre patriotismo español y franquismo. Se nos ha ido, pues, el Fernando primero, el Batallador, como yo le llamaba, ironizando sobre Alfonso primero, el Batallador.

Recordaré siempre en aquellos cursos de verano de Laredo que él dirigía a Fernando amenazado por ETA. Mirando cada año los bajos de su coche y controlando el lugar donde se sentaba en la mesa con los amigos ante los riesgos que podían sobrevenir. En este momento de tanta tristeza me pregunto si tiene algún significado su muerte. Curiosamente, en el momento en que evocamos los 25 años transcurridos desde la liberación de Ortega Lara y el asesinato de Miguel Ángel Blanco, Fernando ha ido a morirse cuando muchos son los que piensan que aquella crueldad etarra no ha recibido el rechazo moral que debían haber tenido no sólo en el País Vasco, sino en el conjunto de España, y que hoy se sigue blanqueando impunemente aquella historia reciente, olvidando a las víctimas en un limbo inadmisible. Fernando García de Cortázar ha ido a morirse en tiempos de efeméride emocional respecto a lo que significó el terrorismo etarra. ¿Ha sido su muerte el último testimonio de la necesidad de exigencia de la buena memoria íntegra y sin subterfugios de nuestra historia reciente? Fernando sabía bien que el azar se conjuga muchas veces con la necesidad».

Ricardo García Cárcel es catedrático de la Universidad Autónoma de Barcelona.

«Es alguien que tuvo muchísima influencia en la divulgación histórica de alta calidad, con manuales universitarios y manuales en secundaria, que a veces se desprecian como poco importantes, pero que, por ejemplo, en el caso de su manual en Anaya formó a generaciones enteras de bachilleres. Fue también un enorme divulgador de alta calidad entre el público general. Sus obras eran verdaderamente solventes y se mantendrán en el tiempo por su fuerza argumentativa y por la exhaustividad de su información archivística, escenográfica y testimonial. Pero, sobre todo, hay que recordar su valentía cívica en la defensa de la razón histórica durante un contexto muy complicado en el País Vasco debido a la actividad del terrorismo etarra, donde fue una figura, una voz que se alzó contra la sinrazón, que argumentó, que explicó, que se atuvo a la razón histórica frente a todas las mistificaciones y todas las falsas posiciones identitarias. Creo que eso es también su gran legado. Se nos va un hombre muy valiente . Eso es lo que te puedo decir».

Enrique Moradiellos es miembro de la Real Academia de Historia.

«Fue un verdadero y absoluto renovador de la historiografía española por varias razones. Primero, porque pertenecía a la escuela de Miguel Artola, que era, a su vez, un gran transformador de la historia profesional. García de Cortázar transformó la metodología destacando que, y esto también se lo digo a mis alumnos, la historia científica no está reñida con la buena escritura, es decir, con una buena divulgación que se lea de manera masiva. En eso era un experto y un adalid. Renovo la metodología de la ciencia más preclara e incidió en la historia social sustentada también en la política, por supuesto, en el cientificismo más absoluto, es decir, las fuentes primarias por encima de todo. Evidentemente se alejó del positivismo y de las tendencias de la escuela marxista en las que incluso mi generación nos formábamos.

También fue importante su labor desmitificadora. Él afirmaba que la historia de los nacionalismos no ha sido sometida al tribunal de la Historia, lo que también incluía la historia oficial que se hacía en el franquismo. Desde el cientifismo, analizó los nacionalismos que salieron de la década de los 80 absolutamente triunfantes y a los que nadie les ponía coto. En este sentido, nuestro libro del nacionalismo vasco fue un referente, una forma de combatir la nefasta interpretación partidista del pasado».

José Manuel Azcona , catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid y coautor, junto a García de Cortázar, del libro ‘El Nacionalismo Vasco’ (1991).

«Historiador monumental, exponente de la divulgación histórica con mayúsculas y enamorado hasta la médula de una España que se empeñó en cantar, contar… y también llorar. Su cuidada literatura, maravillosamente alimentada desde la filosofía, la literatura y el arte, bien hubiera merecido un galardón de altura después de casi ochenta obras irrepetibles que afortunadamente quedarán para siempre. Pero Fernando García de Cortázar fue, sobre todo, una extraordinaria persona, un hombre de conversación apasionante, siempre atento, cariñoso y pendiente de sus amigos. Se va un bilbaino (bilbaino va intencionadamente sin tilde en la í, como a él le gustaba decir) de raza, un ser humano irreemplazable, un católico militante y un gigante de otra época que deja tras de sí un vacío imposible de llenar».

Javier Arjona García-Borreguero es doctor en Humanidades, historiador y durante años fue director del Aula de Cultura de ABC.

«Fernando García de Cortázar ha sido uno de los grandes representantes de la historia de España en muchos sentidos. Primero, por su formación y por el gran maestro que tuvo, don Miguel Artola, que ha sido uno de los mejores historiadores de España. Segundo, por la cantidad de obras que tiene, que además son todas muy buenas. Tercero, por haber escrito tanto en materia regional como en materia nacional y, sobre todo, por su obra divulgativa. Su obra es enorme, inmensa, con una proyección también enorme. Ha hecho una difusión de la historia de España magnífica ».

Enriqueta Vila Vilar es historiadora americanista y miembro de la Real Academia de la Historia.

«Con la pérdida de Fernando, desaparece quizás nuestro último historiador total. En su obra se conjuga el rigor científico -que además se elevaba a mayores cotas que las del mero 'hacer ciencia' gracias a un compromiso moral militante- con la belleza de unos textos que se encuentran entre los más hermosos que ha dado la lengua española en las últimas décadas. Y es que Fernando fue, ante todo, un artesano supremo del lenguaje, y en su práctica del oficio, lo elevó a alguna de sus mejores cotas. Su monumental 'Breve Historia de España' era reeditada de nuevo hace pocas semanas, con un capítulo que recogía los últimos dimes y diretes patrios. Con una melancolía que quizás anticipaba que el tiempo se le agotaba, concluía al compartir la noticia: 'Nos queda la palabra'».

[Leer aquí el artículo completo de despedida de Sáenz-Francés]

Emilio Sáenz-Francés es historiador de la Universidad Pontificia Comillas y discípulo de García de Cortázar.