La dorada tribu
Ana Belén, el talento con túnica
Compite sin competir entre otras elegantes de encuesta, como Isabel Preysler o Rosario Nadal. Tiene siempre una portada bien ganada, pero sin ruido de chisme
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Iniciar sesiónEn rigor, Ana Belén no cumple años, sino discos, o películas, o giras. Ahora cumple gira y disco, las dos cosas juntas. Hay que celebrar a Ana no porque recumple veranos, o porque traiga novedad, sino porque existe. Si miramos deprisa el horizonte, ... no nos sale una mujer de tanta cumbre, en lo suyo, que va del teatro a la gira, con Víctor, o sin él. Buscando darle estampa a aquello eterno de Coco Chanel, «la elegancia es el esqueleto», nos sale Ana Belén. Principalmente. Ana Belén tiene algo así como una fina osamenta de ave sexual que la hace distinguida en todo trance. Se da en ella, por un lado, una gracia alada, vertical, almada, que viene de dentro, y por el otro lado una delgadez morena que es como la inteligencia de la belleza. Como la belleza morena que estuviera todo el rato pensando, y así se mantiene en su peso justo, con más clavícula que bulto. Ana Belén tiene un poco o un mucho de arpa de la belleza española, y su distinción está más en el arpa que en la belleza, con ser ella un ejemplar único, claro, sostenido y cotizado de nuestras guapas nacionales.
Fue niña prodigio, y se repuso del milagro. No la mató el destape. Está reñida con la minifalda, y su sexi es de túnica. Y su talento también. El poeta escribiría que tiene «mucha línea de luna» y, en efecto, esa línea nocturna de su perfil es lo que la aúpa como musa de Sybilla, o de Jesús del Pozo, que hacen ropa como fundas exquisitas de violines para la noche misma, para el vivo violín nocturno que es Ana Belén, cante o no cante. Su voz, incluso, tiene prodigios de esbeltez, como le pasa a ella misma, porque se canta con todo el cuerpo, igual que se escribe o se ama con todo el cuerpo. El resto es 'best seller' o sastrería.
Se da en ella, por un lado, una gracia alada, vertical, almada, que viene de dentro, y por el otro lado una delgadez morena que es como la inteligencia de la belleza
Ana Belén está tan en elegante, de manera natural, que hasta parece soltera. Les parecerá esto a ustedes, quizá, una alegría estilística, pero no, porque costaría trabajo celebrar a una distinguida que llevara toda una vida con el marido a cuestas, de sombra fija, como un visón macho, manso y melancólico. Ana Belén tiene aura de solitaria y algo de tía seria que se ríe mucho con la boca popular y carnívora.
Está en todo, pero aparece lo justo. Compite sin competir entre otras elegantes de encuesta, como Isabel Preysler o Rosario Nadal, que más bien son chinas o princesas, respectivamente, y así cualquiera. Me gusta insistir en su aire de soltera o solitaria, incluso, porque no da el coñazo con la familia en auge, siendo mamá y esposa de artistas, bajo aquel lema de que «el mundo no merece la verdad», que ella sigue sin decirlo. Tiene siempre una portada bien ganada, pero sin ruido de chisme, y alterna poco o nada en el folclore del 'photocall', donde siempre sobran misses o sobran momias, o ambas cosas.
Podría apuntar también que vende los discos, las películas, las giras, lo suyo, en fin, hablando sólo desde el rigor del oficio, pero no hace falta. Vende biografía única, y no carita dermoestética de 'spot'. Uno arriesgaría que, con los años, Ana Belén prefiere militar en la complejidad de la sencillez, contra lo habitual en las mujeres de su edad, que cumplen años como bargueños barrocos de hacer bulto en la consulta del cirujano plástico. Lo de Sybilla o Del Pozo le queda fastuoso porque en ella la elegancia es el esqueleto, sí. Que es como decir que la elegancia no viene del alma, sino que es el alma misma. Escúchenla cantar, si no. Mírenla en las fiestas de corte y confección a las que va poco. Nada.
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