la dorada tribu
Armani, reinventor del color negro
Le traemos a esta tribu como elegante en sí mismo y como artífice de la elegancia infalible del hombre, al que viste en vertical, y de negro, con toda la verticalidad esplendorosa de ese color
La señora de Trump
El prodigioso atasco

Giorgio Armani es una figura fija de las pasarelas internacionales de su gremio, y así ha asomado en estos días en París, de remate vivo de su propio desfile, con más de noventa años de gloria encanecida, con algo de abuelo guapo de ... sí mismo, con algo de momia de larga salud de sonrisa. Vendrá enseguida la gala de los Oscar, que consta de premios, el catálogo en vivo de esmóquines de Armani, y luego el reparto emocionante de los escotes de las actrices.
Traemos a esta tribu a Giorgio Armani como elegante en sí mismo y también como artífice de la elegancia infalible del hombre, al que viste en vertical, y de negro, con toda la verticalidad esplendorosa del color negro. Diríamos que Armani viene vistiendo al hombre con todos los tonos del negro. Resulta garantía de la distinción contenida, pura de líneas, aupada de corte, que es la que nunca falla. Le ha sacado al color luto la alegría de una chaqueta eterna, que da en las fotos con la limpieza de lucir como la aristócrata de todas las chaquetas. No extraña que los actores de portada se pongan de inmediato a bordo de un traje Armani, cuando toca ir de toreros del marketing, porque un trapo Armani es faena de acierto, y también es un farde.
Vistió a Richard Gere en 'American Gigoló', y luego el esmoquin Armani se lo han abrochado Robert de Niro, Russell Crowe, Benicio del Toro o Joaquin Phoenix, citando deprisa. En la tribu de la moda se le adorna como 'el emperador', y un poco o un mucho tiene él mismo, sí, de emperador del buen gusto de dejarse la cana sin disimulo y el afeitado sin descuido, con el mentón claro, soberbio y creído de añeja estatua milanesa. Armani ha reinventado el color negro para el hombre, y también para él mismo. Como chulería o autohomenaje, lo suele lucir en camiseta. Para el esmoquin, ya está Al Pacino.
A nuestro torero Cayetano le preparó un traje de lidiar la muerte que es un monumento de museo
No es frecuente que un poeta de la elegancia, como él, practique con el ejemplo, pero es el caso, porque Giorgio es el modelo primero de su estilo, y no tanto de sus colecciones, con todas las claves de su quehacer resueltas en sí mismo, claves que son el color negro y la línea pura. Acabamos de verlo de nuevo en París.
Él todo esto lo habla en camiseta, que es un modo de sobreabundar en lo suyo, pero desde la simpleza. Desde la secreta complejidad de la simpleza. Ha prorrogado y ha prestigiado la pegada de la ropa italiana en el mundo, y vale él mismo como spot o campaña de su apuesta, sin mayor alarde que su cabeza mitológica y nueve décadas en escueta camiseta negra. Les ha fabricado el uniforme a los futbolistas de la liga inglesa y, naturalmente, a los de la liga italiana. Ha hecho de los peloteros unos apolos con botones y de los actores un trailer de apostura en blanco y negro. Se nota, en todo lo que hace, que no vive sólo fascinado por la ropa, sino también y, sobre todo, por el cuerpo, que es algo que nunca pasa de moda.
A nuestro torero Cayetano le preparó un traje de lidiar la muerte que es un monumento de museo, como si ya el traje fuera el alma triunfal de un torero por sí solo, que un poco sí lo es. A Beyoncé la ha fichado como novia en minifalda de su perfume. Hasta en la elección de musas hemos de estar agradecidos los hombres a Armani. El emperador se ha hecho eterno en camiseta.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete