Una deuda de 90.000 euros y sociedades en el extranjero, claves del crimen de Murcia
El exgerente del club había pagado ya un diez por ciento de la deuda a la jugadora
cruz morcillo
Juan Cuenca Lorente , exgerente y exdirector técnico del Club Atlético Voleibol 2005, es para la Policía la persona que planeó y ordenó el crimen de la jugadora holandesa Ingrid Visser y su novio, Lodewijk Severein, como informó ABC. Encarcelado desde el martes, aún ... no está claro si participó directamente en las brutales muertes a golpes —no se utilizaron ni armas blancas ni de fuego— en La Casa Colorá, una estancia rural de El Fenazar, en Molina de Segura, pero hay una testigo que asegura que tanto él como los dos sicarios rumanos Constantin Sten y Valentin Ion estuvieron en esa casa. Anoche ingresaron en prisión sin fianza.
Fue Cuenca quien, al saberse descubierto y ser detenido, confesó a los investigadores que él solo había llevado a los holandeses hasta ese lugar (habían concertado una cita con él previamente), aunque luego condujo a los agentes hasta el limonar de Alquerías donde enterraron a las víctimas, por lo que se cree que también participó en el traslado de los cadáveres. Hasta que Cuenca no empezó a hablar, la Policía ignoraba que había dos sicarios de por medio y, según ha podido saber ABC, el exgerente los delató y los señaló como los autores del doble asesinato. Cobraron unos mil euros por la matanza. Los dos sicarios fueron detenidos el lunes en Valencia y ayer pasaron a disposición judicial. La Policía investiga si ya habían trabajado con Cuenca en otras ocasiones.
Correos electrónicos
Los motivos por los que ordenó el doble crimen están claros (económicos), pero aún falta por aquilatar el entramado societario y de negocios que compartía el español con la pareja holandesa. Hay una sociedad gibraltareña que compartían al 50 por ciento Cuenca y Severein, supuestamente una sociedad instrumental para blanquear dinero y una deuda que el exgerente del club tenía con la jugadora de entre 80.000 y 90.000 euros y de la que supuestamente ya le había pagado el diez por ciento, según explicaron a ABC fuentes del caso.
Pero hay más negocios pendientes de desentrañar en los que están ahora centrados los investigadores para colocar todas las piezas del puzzle y en los que podrían aparecer nuevos implicados. Los correos electrónicos entre los protagonistas , que se están analizando, podrían guardar parte de esa información, dado que Cuenca no tiene sociedades a su nombre en España.
La pareja, por tanto, tenía motivos de sobra para quedar con su socio-deudor en su visita de dos días a Murcia , aunque a su familia solo le dijeron que viajaban para una cita en una clínica de fertilización. Ingrid ya estaba embarazada de seis semanas, una gestación pendiente de confirmar por las autopsias.
En su declaración, Cuenca culpó del doble asesinato a su antiguo jefe Evedasto Lifante y le acusó de mantener negocios con el holandés tanto en Holanda como en África. «No tenemos ningún indicio para implicar a Lifante en las muertes. Otra cuestión son los negocios que compartían o compartieron en su día los protagonistas, pero esa información tendrá que aclararla el juez», señalan fuentes del caso.
Cuenca tenía, según estas fuentes una deuda de entre 80.000 y 90.000 euros con la jugadora de voleibol y le había pagado ya un diez por ciento de esa cantidad. Una deuda que, en puridad, la tendría Lifante, el dueño del club, con la jugadora, derivada de su contrato en la temporada 2010-2011, pero que el exgerente habría asumido. La versión de Lifante es la siguiente. En la primera temporada de la jugadora en el club cobró en talones y por adelantado 90.000 euros, pero en la que acababa en 2011 nadie percibiría más de 40.000. «Le dije a Juan que si venía Ingrid ese era el tope porque ya teníamos problemas financieros. Nunca vi el contrato, no supe lo que cobró ni lo que le prometió, pero Ingrid cuando se marchó al final de esa temporada a mí no me reclamó nada».
Negocios bajo la lupa
Según Lifante, Cuenca «un niño bien, malcriado y temblón» , hizo y deshizo a su antojo aprovechándose de los problemas personales y económicos de su jefe. «Luego supimos que falsificó talones, que quiso estafarme, que no nos concedieron las subvenciones porque presentó mal la documentación y que se llevó mi ordenador y todo lo que había en él. Todo eso lo sabe la Policía. Yo ahora no paro de pensar en si me hubiera llevado a mí también a la casa y hubiera pagado para que me mataran». Los agentes también miran con lupa sus negocios.
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