Santiago Castelo: «La muerte es un tránsito; la vida está llena de infamias»

-¿El recuerdo de la muerte es tan afilado como el estilete que se adentra en las venas?

-Durante esos dos años, en donde yo ponía los ojos todo era memoria de la muerte. Era muy difícil que pudiera de nuevo haber vida, una cierta alegría.

-¿Y ante el derrumbamiento, qué hacer?

-Dios me dio la fuerza suficiente para empezar a ver ya de nuevo la luz. Dedico un poema, Sublevación del llanto, a mi querida Petisa, que se mantuvo tremendamente firme en la muerte de su padre, nuestro querido patrón Guillermo Luca de Tena. Y un día, en el Museo de ABC, se echa a llorar y se siente tan mal que cuando sale se va sola caminando por Madrid.

-En su libro combate la muerte, desde esas noches de insomnio en la que arden los recuerdos...

-Es el enfrentamiento más duro frente a la muerte. En esos mismos días, mi querido Ignacio Camacho también hizo frente a la muerte. Y ahora yo: Señor,estoy aquí en primera fila, haz lo que quieras.

-Pero usted jamás caminará solo.

-Tengo una gran familia de amigos, de compañeros, muy buena, y no hay que tenerle miedo a la muerte, ni a las palabras. Muchos amigos me han criticado por titular «La hermana muerta». Nos hemos vuelto ñoños. Queremos edulcorarlo todo.

-¿Qué hay más allá de la muerte?

-Soy católico y creo. Me duele enormemente pensar en quienes no creen. Debe de ser dolorosísimo soportar una muerte sin creencia ni esperanza. Me apenan los que no creen, para ellos la muerte debe de ser un capítulo espantoso, de suicidio.

-En su poemario no hay estridencia, ni griterío, habita la esperanza de la otra vida.

-Yo creo en la otra vida. Y que mis seres queridos me apoyan, están ahí, me ayudan.

-Porque «nunca se acaba lo que acaba, que se queda a vivir en la memoria» (Manuel Alcántara).

-Nos hemos vuelto hedonistas, pero a la hora de la verdad hay una cosa tremenda: la soledad, lo que has perdido, lo que has amado y se ha ido...

-La muerte no acaba con «La hermana muerta».

-No. La muerte es un paso más hacia esa luz donde todos nos encontraremos.

-Nélida Piñón dialoga con sus vivos amados, muertos queridos. ¿Usted habla con sus seres?

-Noto su presencia con absoluta verdad. San Agustín decía que eran invisibles, pero no ausentes. Y eso, lejos de ponerte nervioso, te tranquiliza, te serena, te da una ayuda interior enorme.

-¿La vida encierra más misterio que la muerte?

-Sí. La muerte es un tránsito, y la vida está llena de recovecos, infamias, ambiciones, persecuciones.

-¿Tenemos marcada la fecha de caducidad?

-Absolutamente todos. Mi hermana Lola, persona vital, dedicó los últimos meses de su vida a despedirse. Y el día de la Ascensión del Señor, a las doce del mediodía, se queda dormida con una serenidad enorme.

-Hay un recuerdo a Dani Jarque, el futbolista del Español de Barcelona: «¿Era ella, verdad?».

-Me estremeció. Ese hombre estaba lleno de vida, y cuando habla por teléfono con su mujer, que estaba embarazada, de repente aparece la muerte.

-Usted, que escribe su obra, como dice Pureza Canelo, a golpe de corazón, defiende las causas preteridas. Quedan pocos paladines como Castelo.

-Porque pienso que el día de mañana yo también seré un escritor preterido al que nunca faltará algún escritor que me saque del olvido.