Hitler, adalid de la corrección política
Acaban de publicarse en el Reino Unido las memorias de Christa Schroeder, la que fuera entre 1933 y el 28 de mayo de 1945 secretaria personal de Adolfo Hitler («He was my Chief», Frontline Books, Londres 2009). El libro hace una descripción casi humana del ... tirano, como no podía ser de otra forma viniendo de una persona que le apreciaba. Pero también sorprende algunas de las iniciativas del padre del nazismo. Iniciativas que él propugnaba y no se atrevió a llevar a cabo. Y que hoy aplican todos nuestros Gobiernos, empezando por el español. Dice Schroeder (págs 116-117): «Sabía que no estaría de buen humor porque la situación en el frente no era buena. El tema de conversación fue su vieja cantilena: fumar. Empezaba con una referencia detallada al estrechamiento de las arterias causado por fumar. Seguía con el mal aspecto que debía tener el estómago de un fumador. Los fumadores carecían de consideración hacia los demás por hacerles respirar aire contaminado. Él había considerado la posibilidad de prohibir fumar en toda Alemania. La campaña iba a arrancar con una calavera impresa en todas las cajetillas de tabaco...».
Por una vez habrá que convenir que Adolfo Hitler fue un precursor. Un visionario. Un hombre de nuestros días. Su intolerancia afectaba a los fumadores con una firmeza que sólo ha sido igualada en nuestros días. Llegaba a afirmar -según Schroeder- que «Si alguna vez descubriera que Eva [Braun] fuma en secreto, eso sería causa para que me separase de ella de inmediato y para siempre». Habrá quien crea que esto aparece en el libro ahora con el fin de dar una imagen más positiva de Hitler o de emplearlo en favor de los fumadores. Pues no. La edición original es de 1985 y las campaña anti tabaco no estaban ni en la imaginación de casi nadie. Salvo, en su día, en la de Hitler.
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