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Ofensiva de nuestro líder mundial

EL presidente Zapatero ha viajado a Nueva York, ciudad que, aunque situada en territorio del Imperio del Mal, goza del aura de extraterritorialidad que le transmite la sede de las Naciones Unidas. Allí se propone lanzar una buena dosis de intenciones beatíficas a los asistentes ... a la Asamblea General de la ONU. Al auditorio allí le encantan los planes de salvación, incluso los de mero entretenimiento como la Alianza de Civilizaciones. Sobre todo cuando llegan acompañados de un cheque con fondos pagados por el artífice de la ocurrencia o, para ser más exactos, por los contribuyentes del país representado por el ocurrente. En las Naciones Unidas, donde vuelve a haber una sólida mayoría de países gobernados por regímenes que consideran que los derechos humanos son una ocurrencia más, de las menos gratificantes, de democracias occidentales menguantes o directamente caducas, Zapatero siempre tendrá un público tan agradecido como en Rodiezmo. No porque él no sea un defensor de los derechos humanos. Ayer habló de una «defensa radical» de los mismos. Es cierto que a veces es implacable. Condena firmemente toda violación de los derechos humanos en Estados Unidos y en la Italia de Berlusconi. Menos atención presta a esos mismos derechos en Cuba, Rusia, China. Al fin y al cabo, uno no puede abarcarlo todo. Especialmente cuando uno tiene una agenda de líder mundial como ha demostrado tener en este viaje una vez más.

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