«A los menores no les dejamos conducir, pero sí cambiar de sexo. Esperar en casos de transexualidad es fundamental»

¿Las personas transexuales pueden tener hijos?

Pueden tener hijos igual que cualquier otra persona. Si esas personas transexuales deciden recibir un tratamiento médico, que no todas las personas trans deciden solicitar, esas personas, en la mayor parte de las ocasiones, se convierten en personas que no son fértiles.

¿Por qué dice usted que cuando se comienza el proceso de hormonación es muy complicado volver atrás?

Todo procedimiento médico tiene unos efectos secundarios. Nosotros, que estamos muy acostumbrados a ver a niños y adolescentes que un día tienen una cosa y al día siguiente tienen otra, hemos aprendido a no precipitarnos, a la importancia terapéutica que tiene la espera.

Solo cuando estamos muy seguros de algo, proponemos algún tipo de intervención que tiene sus efectos secundarios. Por tanto, ese periodo, ese tiempo refractario de espera, de escucha y de estudio es fundamental. Y precipitarnos a hacer las cosas solo va a traer en el futuro personas que se van a sentir enormemente desgraciadas por tomar elecciones que, en su día, les parecieron muy positivas y, luego, no lo fueron.

La nueva Ley Trans permite que jóvenes desde los 14 años puedan cambiar su sexo sin previa autorización de sus padres. ¿Qué tipo de problemas podría traer?

A los menores, en este país, no les dejamos comprar tabaco en el estanco, no les dejamos comprar alcohol en el supermercado, no les dejamos conducir, no les dejamos votar. Sin embargo, sí les dejamos cambiar de sexo como si fuera algo mucho menos importante, cuando tiene una trascendencia fundamental.

¿Por qué ahora hay más debate sobre este asunto que hace diez años?

Probablemente haya mucho más debate ahora porque el número, la demanda de personas que son trans o que dicen ser trans, es mucho mayor. El debate que estamos viviendo en España es un debate que se ha vivido previamente en otros países que nos llevan la delantera en esto por muchos años.

Es muy sano copiar mejorando, ver lo que han hecho los demás y decir: «Ojo, no vayamos a cometer los mismos errores». Para mí, algo fundamental es la protección de los derechos del menor, y esa protección significa no dejarle tomar decisiones de forma prematura que puedan atentar contra él o contra ella.

¿Cuál es el problema que trae de base la nueva Ley Trans?

Para mí, personalmente, el mayor problema viene en algo que puede pasar desapercibido, y es que hace bien diciendo que están prohibidas las terapias de conversión. Si hay una persona que es trans, no vamos a convencerle de que no lo es. Estoy completamente de acuerdo. Ahora bien, si no se puede hacer una terapia conversiva, que no se debe hacer, lo contrario, el convencimiento de que cuando alguien dice que es trans ya solo hay un camino, me parece muy peligroso.

¿Hasta qué punto perjudica la política a la transexualidad?

Algo que me preocupa mucho en el momento actual de nuestro país es la politización de la vida diaria. Los únicos dos países de la Unión Europea donde los gerentes de los hospitales son designados por cargos políticos son España y Grecia. La politización de la vida diaria, esos políticos que legislan sin escuchar a los expertos, que es lo que está sucediendo ahora con estas leyes exprés que lo que quieren es saltarse ese procedimiento de: «Por lo menos estamos obligados a escuchar a los expertos y que nos digan qué es lo que piensan». Esa excesiva destecnificación facilita la puerta de entrada de la ideología. Eso es lo que ha pasado con la Ley Trans.

¿Cree que la sociedad es realmente consciente de los riesgos que implica la hormonación y el cambio de sexo?

Muchas de las personas que legislan, que no son técnicos ni expertos, lo hacen muchas veces desde despachos fríos y alejados de la realidad del día a día y, muchas veces, desde la teoría en lugar de la práctica. Estoy convencido de que muchas personas, sobre todo cuando hablamos de los riesgos frente a los beneficios, y más en una población vulnerable como puede ser la población infanto-juvenil, no saben que, por ejemplo, estas técnicas son irreversibles o que pueden llevar a la infertilidad. O que producen cambios no solo físicos, sino psíquicos, que son muy importantes en la vida de las personas.

Vayámonos con una esperanza, doctor Arango: díganos que hay luz al final del túnel.

Luz hay seguro. Basta con mirar la historia. Yo estoy absolutamente convencido de que, como ha sucedido en otros países de nuestro entorno, acabaremos con algo que sea mucho más sensato y, sobre todo, en lo que es la población infanto-juvenil, algo que proteja más a nuestros menores.

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