Fátima Hacine-Bacha, madre de Santi Coca: «Mi hijo no se pudo defender. Lo mataron a patadas»
La madre del menor asesinado a en la puerta del Náutico hace cinco años se fue de San Sebastián ante las amenazas que recibió tras el juicio por la muerte de su hijo
Era un grupo de personas de origen marroquí, rumano, argelino y español. La noche del 23 de abril de 2019, se acercaron a Santi Coca a pedirle un cigarro. Santi, de 17 años, había acudido a una discoteca en el Club Náutico junto al ... Ayuntamiento a buscar a su hermano Iker. Les dio cuatro cigarros, pero le robaron el paquete entero. Junto a Iker y otros amigos, les recriminaron su actitud y momentos después, Santi estaba en el suelo inconsciente recibiendo patadas en cabeza, cara y el resto del cuerpo. Iker se tiró encima para protegerle, pero era tarde. Entró en coma y a los dos días, murió.
Solamente un español fue declarado culpable. Lo condenaron a pagar 165.000 euros y pasar tres años y medio en la cárcel. «Mi hijo no se pudo defender. Lo mataron a patadas. Todos le estaban pegando, pero dicen que no pueden determinar quién le dio el golpe mortal», explica Fátima y relata un calvario judicial que aún no ha terminado. Le ha costado gastos astronómicos en abogados (en este enlace pide ayuda para pagarlos https://www.gofundme.com/f/legal-bills-for-family-of-slain-teen-santi-coca) y autopsia privada, pues la que se hizo de oficio no resultaba concluyente sobre si las razones de la hemorragia cerebral eran por causa «homicida» o «natural».
En 2020 pusieron en libertad a uno de los acusados, M.O. conocido como 'el argelino' que se fugó y resultó detenido en Francia lo que obliga a repetir el juicio. «Esta persona estaba en un centro de acogida estando sus padres en España. A los 18 años salió como un delincuente. Le concedieron el permiso de residencia e hizo lo que hizo».
Ella se tuvo que ir de San Sebastián por haber recibido, según su relato, amenazas por parte de los acusados. Ahora vive en Alicante y recibe tratamiento por los episodios de depresión que sufre desde que perdió a Santi. «Este tipo de gente recibe todas las ayudas y nosotros, nada», se queja sin miedo a que la tilden de racista, pues ella misma es inmigrante. Su padre emigró a Londres y por último a San Sebastián donde se ha criado. «Mi padre venía a trabajar, no como estos delincuentes», sentencia.
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete