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Tarancón y Franco

El arzobispo de Madrid quiso que la religión no volviera a ser la causa de división de los españoles

José Francisco Serrano Oceja

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Siempre he pensado que el filósofo Norberto Bobbio tenía razón cuando escribió: «Para mí, la diferencia fundamental no se da entre creyentes y no creyentes, sino entre pensantes y no pensantes; o bien, entre quienes reflexionan sobre los auténticos porqués y los indiferentes que no ... reflexionan». Con motivo de determinadas actitudes eclesiales ante la exhumación de Franco, me he preguntado qué pensaba el cardenal Vicente Enrique y Tarancón, paradigma del espíritu de concordia, de Francisco Franco. En sus voluminosas «Confesiones», el cardenal Tarancón recuerda la audiencia que el 2 de octubre de 1975 tuvo con san Pablo VI. Escribe refiriéndose al Papa: «Me habla con elogio de Franco, que ha hecho mucho bien a España y le ha proporcionado un desarrollo extraordinario y una época larguísima de paz. Franco, continúa, merece un final glorioso y un recuerdo lleno de gratitud. (…) Sería una verdadera pena que Franco terminase haciendo olvidar el bien que ha hecho y que llegase un tiempo en que no se pudiese hablar de él».

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