Un milagro para subir a los altares
MADRID. El pasado 7 de marzo, en la Sala Clementina del Palacio Apostólico Vaticano, Juan Pablo II confirmó la canonización de 12 beatos, entre ellos los españoles Pedro Poveda, José María Rubio, Genoveva Torres, Ángela de la Cruz y María Maravillas de Jesús. De este ... modo, se reconocían los milagros por intercesión de los hasta la fecha beatos, paso necesario para subir a los altares. El final de este proceso se dará el 4 de mayo en la plaza de Colón de Madrid.
En los primeros años de historia de la Iglesia, los santos eran elegidos por aclamación popular. Para evitar excesos, los obispos asumieron la responsabilidad de designar santos en sus diócesis. A partir de 1234, las canonizaciones se reservaron al Santo Padre. En 1588, el Papa Sixto V creó la Congregación de Ritos, antecesora de la Congregación para las Causas de los Santos. En la década de los ochenta, Juan Pablo II impuso las últimas reformas, destinadas a facilitar el proceso. Actualmente, hay tres pasos en el proceso de la causa de los santos: el título de venerable (se reconoce que la persona vivió de forma heroica); el de beato (además de la caridad y las virtudes heroicas, se requiere un milagro obtenido a través de su intercesión, verificado después de su muerte, excepto en caso de martirio); y el de santo (para el que hace falta otro milagro, ocurrido después de su beatificación).
En el caso de los santos españoles, la Santa Sede estudió y aprobó los milagros que han servido para que suban a los altares de la Iglesia universal. En el caso de Pedro Poveda apenas se han dado a conocer detalles de lo sucedido. Tan sólo que se trató de la curación de un niño. Los responsables de la Institución Teresiana aducen que «la familia solicitó desde el comienzo la más estricta reserva, por el deseo de preservar los derechos del menor».
Todo lo contrario sucede en el caso del milagro aprobado para la canonización de José María Rubio. El agraciado, otro jesuita, José Luis Gómez Muntán, quien a finales de 1987 sufría un cáncer de pulmón «irresecable e incurable por métodos quirúrgicos», realiza hoy una vida completamente normal. El tumor desapareció tras la oración de varios jesuitas madrileños a la figura del beato Rubio, «el apóstol de Madrid».
Teodoro Molina, en la actualidad policía municipal en Villamayor de Santiago (Cuenca), no tiene ninguna duda de que fue la beata Ángela de la Cruz la que intercedió por él para que sanase de su ojo derecho, perdido a causa de una embolia en la arteria de la retina. Su abuela había escrito a las Hermanas de la Cruz en 1986, solicitando su oración. A los diez días de comenzar una novena de oración, el niño comprobó que veía con el ojo enfermo. La embolia había desaparecido.
El milagro reconocido a Madre Maravillas de Jesús acaeció el 19 de julio de 1998 en Argentina, cuando un pequeño de 18 meses cayó a una piscina de fango. Tras media hora en el agua, su madre lo recogió y lo llevó a una clínica, donde los médicos no dieron esperanzas. Mientras tanto, su madre no dejaba de pedir a la beata su intercesión. Al día siguiente, el niño comenzó a recuperarse. Lo hizo totalmente, sin secuelas físicas ni neurológicas.
Prilidiana Largo, de 72 años, sufrió en 1994 una inflamación en ambas piernas, producto de una isquemia intensa en grado máximo. A finales de agosto, hubo de amputársele la izquierda. El día de la operación, su hermana y su hijo fueron a la Residencia de las Angélicas de Zaragoza, pidiendo a la beata (quien también sufrió una amputación) «que le cuides la pierna, que no se la corten». Al regresar a su casa, les llamaron del hospital. Habían desaparecido las lesiones en los tejidos y el dolor. Prilidiana fue dada de lata a los tres días.
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