Hablan los españoles de Wuhan: «Antes el peligro estaba en China y ahora reina la normalidad»
Nueve meses después de ser evacuados del epicentro de la pandemia, los técnicos del club de fútbol Shangwen Tres Ciudades han regresado al entrenamiento sin mascarillas ni miedo al Covid-19
La vida da tantas vueltas que huyeron en enero del lugar más peligroso del mundo y, nueve meses después, han regresado y es uno de los más seguros. Así se sienten los primeros ocho españoles que acaban de volver a Wuhan, donde trabajan como técnicos ... formando a la cantera del club de fútbol Shangwen Tres Ciudades. Junto a 12 españoles más, entre ellos otros ocho compañeros y un par de residentes y periodistas, fueron repatriados de emergencia el 30 de enero, una semana después de que las autoridades chinas cerraran Wuhan y el resto de la provincia de Hubei tras el estallido del coronavirus. Entonces no se sabía bien lo que era, pero ya se empezaba a ver lo que provocaba: contagios masivos de neumonía que había que impedir encerrando en casa a los casi 60 millones de habitantes de Hubei, colapso de hospitales por la avalancha de enfermos, muerte y, sobre todo, miedo.
«Cuando nos fuimos de Wuhan, lo hicimos porque nuestra salud estaba en riesgo por un virus nuevo que no conocíamos. Salimos con el propósito de regresar en cuanto las condiciones fueran propicias. Pero nunca te llegas a imaginar lo que ha pasado a nivel mundial, nunca. Pensábamos que era una cosa que iba a durar días y se iba a quedar aquí. Pero, debido a la globalización, nos ha tocado a todos y a España en una parte muy grande», reflexiona en voz alta para ABC Pedro Morilla, director técnico del club.
Tras volar desde España a mediados de septiembre y cumplir en un hotel de Shanghái la cuarentena obligatoria de dos semanas para todo el que llega a China, ya se ha reincorporado plenamente al trabajo y a su día a día en Wuhan. «Aquí la vida es normal, dentro de que sigue habiendo mucha precaución y nos han pedido que no nos moviéramos fuera de nuestro barrio en nuestras dos primeras semanas en Wuhan», cuenta Morilla, sevillano de 47 años.
Pedro Morilla, director técnico del club habla tres veces al día con su famiia en Sevilla
A pesar de la alegría por la vuelta al tajo, no puede evitar la preocupación por la familia en España. «Cada día tenemos tres, cuatro, cinco, seis, siete vídeollamadas y es como si estuviéramos allí. Hablas con ellos y te das cuenta de que la situación no es fácil. Necesitamos dar algún paso más para cortarlo todo, ya que estamos preocupados por los familiares, amigos y el resto de los españoles», recomienda con gravedad.
Ciudad segura
A su alrededor, la situación no podría ser más diferente. Bajo un agradable sol de otoño, los chavales del club entrenan en sus estupendos campos de césped, rodeados de imponentes rascacielos, y solo se distinguen mascarillas entre el público que acude a verlos. Con el apoyo de la Asociación de Fútbol de Wuhan, en este club se forman más de 800 alumnos de 10 a 18 años, entre los que hay un centenar que estudiaban en Barcelona y tuvieron que volver a China cuando la epidemia asoló España entre marzo y abril. Justo igual que los «españoles de Wuhan» en enero, que huyeron de una ciudad fantasma de muerte y enfermedad y ahora han regresado a sus entrenamientos sin miedo al Covid-19.
Al igual que el resto del personal, ni Morilla ni el resto de sus técnicos, que se dividen entre catalanes y andaluces, llevan mascarillas en los entrenamientos ni en las oficinas. «Aquí estamos a salvo», asegura Sergi Mulet, nacido hace 33 años en Terrassa. A él le pilló el cierre de Wuhan de vacaciones en Bangkok, adonde había volado justo un día antes, el 22 de enero por la noche, para pasar el Año Nuevo Lunar con un amigo que vive en Tailandia.
«Antes el peligro estaba aquí. Ahora, la preocupación es por nuestros familiares en España»
Lo mismo hizo, pero con rumbo a Bali, Martín Javier Ráez, jiennense de 37 años que forma a chavales de entre 11 y 14 años. «Veníamos ese mismo día de un torneo en la vecina provincia de Anhui y, cuando llegamos a la estación de Hankou, los padres estaban esperándolos con mascarillas. Ahí empecé a olerme algo raro. Luego pasamos por el mercado de Huanan, que está cerca de la estación y es donde se sospecha que surgió el coronavirus. Aunque había cintas policiales alrededor, se veía movimiento de gente y camiones. También me extrañó que, en nuestra escala en Cantón (Guangzhou), nos recibieron con trajes especiales de protección para tomarnos la temperatura y una ambulancia preparada por si alguien tenía fiebre», explica con detalle el inicio de su odisea. Desde Bali, y vía Doha, regresó el 30 de enero a Madrid porque Wuhan estaba cerrado. «Cuando llegué a Barajas, avisé de que había estado en el epicentro de la epidemia y solo me tomaron la temperatura y los datos para hacerme un seguimiento. En Atocha era el único que llevaba mascarilla y todo el mundo me miraba raro» , describe aquellos días en que el coronavirus parecía tan lejano en España.
Eduardo San José, de Barcelona, bromeando con uno de los jugadores chinos durante los entrenamientos.
Al llegar a su Úbeda natal, Ráez se puso en cuarentena por precaución con sus padres, que son mayores, pero admite que «jamás pensé que la epidemia iba a afectar a España ni de coña». Cuando finalmente lo hizo, se unió a grupos de voluntarios para fabricar mascarillas y repartir comida entre 70 familias necesitadas, una experiencia solidaria que le ha marcado. «El coronavirus me ha dado más de lo que me ha quitado», afirma con satisfacción. A su juicio, «el virus es más difícil de contener en España porque nuestra cultura es más social, mientras que en China hay más disciplina». Una vez pasada la cuarentena de dos semanas encerrado en una habitación de hotel, especialmente dura para deportistas como ellos que están acostumbrados a la actividad física diaria, se ha reincorporado con normalidad porque «la sensación es que no ha pasado nada en Wuhan».
«Es más difícil de contener en España porque nuestra cultura es más social, mientras que en China hay más disciplina»
Lo mismo siente Antonio Sevillano, de 41 años y natural de Marchena. «Todo ha cambiado. Antes, el peligro estaba aquí y vivimos momentos de incertidumbre al ser evacuados de Wuhan por seguridad. Ahora, la preocupación es por nuestros familiares en España», razona con seriedad. «Al principio no pensé que el coronavirus iba a llegar a España pero, visto lo ocurrido en China, se deberían haber tomado más medidas», admite Sevillano. Aquel 30 de enero se marchó de una ciudad desierta, «sin nadie en las calles en nuestro camino al aeropuerto, y hemos vuelto a un lugar donde reina la normalidad». En su opinión, «los chinos han afrontado la epidemia con mucha entereza y se ha demostrado que deben primar la responsabilidad y el civismo de la ciudadanía».
Menos conciencia social
Para Albert Aumatell, quien nació en Vic hace 48 años y entrena a los porteros, «en España ha fallado la conciencia social». Como Antonio Sevillano y Pedro Morilla, fue otro de los repatriados de Wuhan en aquel vuelo de película. «Nunca se me olvidará el día que nos recogieron con trajes especiales de protección ni las cuatro horas que pasamos en el último control antes del aeropuerto», rememora todavía impresionado, pero sin saber entonces que esa película no había hecho más que empezar para todos nosotros. Consciente de que ahora está mejor que sus amigos en Cataluña, pero preocupado por su madre, que tiene 74 años, tampoco podrá olvidar jamás lo que dijeron al regresar: «Bienvenidos a Wuhan, la ciudad más segura del mundo».