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Los bebés de Merkel

Por quinto año consecutivo, el país germano ha conseguido aumentar sus cifras de natalidad

Angela Merkel durante la presentación de una campaña de natalidad en Berlin EFE

Rosalía Sánchez

La expresión «milagro económico alemán» fue utilizada por «The Times» en 1950 para describir un rápido y sorprendente proceso de reconstrucción sobre las ruinas de la II Guerra Mundial en territorio germano, pero a nadie se le ha ocurrido ahora denominar «milagro demográfico alemán» al hecho de que, en un contexto europeo demográfico claramente a la baja, el número de nacimientos en Alemania haya subido por quinto año consecutivo hasta los 792.131 en 2016, último año de recuento. Esta cifra supone un ascenso del 7% respecto al año anterior y es el mayor desde 1973. ¿De dónde vienen los bebés de Merkel?

El Papa Francisco ha relatado con humor que en 2014 recibió una llamada de la canciller alemana para protestar porque había comparado la Europa contemporánea con Sara, la mujer de Abraham. «Me llamó muy enfadada porque había comparado a Europa con una mujer estéril, incapaz de tener hijos, y le recordé que Sara tuvo uno, milagrosamente, a los 90 años de edad».

Una preocupación de Merkel

La evolución demográfica es, en efecto, la mayor preocupación de la canciller alemana, que a lo largo de las tres legislaturas a sus espaldas ha ido aumentando las ayudas a la natalidad y a la conciliación familiar. Pero el famoso «Kindergeld» —que hoy asciende a 90,28 euros al mes por el primer hijo, 167,05 por el segundo y 249,41 por el tercero (hasta que cumplan la mayoría de edad y enlacen con las becas de estudio o el empleo)— existe en Alemania desde 1935 y solo se ha ido adecuando a la inflación. Además hay las mismas prestaciones en los Bundesländer orientales que en los occidentales, mientras que la tasa de nacimientos ha aumentado en unos y en otros un 4% y un 8% respectivamente, de forma que, aunque el Ministerio de Familia desearía atribuirse en exclusiva la paternidad, los bebés de Merkel parecen tener más padres.

«Este desarrollo se ha dado, sobre todo, gracias a que las mujeres en edades comprendidas entre los 30 y 37 años tienen niños con más frecuencia», dice la Oficina Federal de Estadística (Destatis), y para preguntar a estas mujeres y escarbar un poco entre la casuística, nos dirigimos al distrito berlinés de Prenzlauerberg, el barrio con más nacimientos de Europa, con un promedio de 2,1 hijos por mujer, frente al 1,59 alemán y el 1,6 de Europa. El paisaje urbano de Prenzlauerberg lo componen madres amamantando en primaverales terrazas, pequeños comercios que en la misma acera (peluquerías, restaurantes, incluso sucursales bancarias) se asocian para ofertar servicio gratuito de «babysitting» a sus clientes y la omnipresente coletilla en cualquier oferta de servicios: «yoga con niños», «chino con niños», «fisioterapia con niños»… En este barrio está mal visto llevar a los pequeños a la guardería y las familias aplazan a menudo la escolarización formal hasta los 7 años. A cambio reciben la prestación que compensa el hecho de no estar ocupando la plaza de guardería pública a que todo niño tiene derecho por ley desde el 1 de agosto de 2013, ahorrándole así dinero al Estado. «Aquí no les cuesta tener hijos porque Merkel se ocupa de que no le falte nada a la criatura», ironiza una mamá española, pero los testimonios de sus amigas apuntan más bien a la confianza que genera una situación de pleno empleo.

«Supongo que no viviría así estos años si no supiese qué va a pasar después, pero cada semana recibo en el correo electrónico ofertas de trabajo así que no hay prisa», dice Lotte, mamá de Leon y Mina, que tienen adjudicada en este café una cobaya a la que alimentan dos días a la semana mientras ella disfruta del brunch. «Es fundamental la vivienda barata», añade Margot, madre de Moritz, de 3 años.

Menos presión social

«Para mí es decisiva la liberación del estrés, no sería madre como lo fue la mía, pero sí en una cultura de la maternidad más natural, en la que los niños se desarrollan a su ritmo , aprenden a comer lo que quieren, cuando quieren, y no tienen que ir de punta en blanco, en la que no hay tanta presión sobre la madre para que haga todo perfecto», reflexiona Sandra, profesora en excedencia que llega al café con tres menores de 5 años en el sidecar de su bicicleta . Pero Prenzlauerberg no se parece a la mayoría de los barrios urbanos alemanes, más motorizados, envejecidos y con mayor presencia extranjera. Precisamente la masiva llegada de refugiados tiene que ver también con el aumento de la natalidad.

En 2016, 607.500 nuevas mamás tenían nacionalidad alemana mientras que 184.660 provenían del exterior. Este último dato aumenta un 25% y los defensores de los refugiados lo señalan como la esperanza demográfica de Alemania, aunque es evidente que no justifica la serie de cinco años. El babyboom alemán llegó antes que los refugiados. «Desde 2012 se aprecia una tendencia positiva y en 2015 nacieron 27 bebés por cada 1.000 mujeres más que en 2014. El aumento en 2015 es, sin embargo, la mitad del registrado en 2014, cuando el incremento fue de 56 nacimientos por cada 1.000 mujeres», dice Destatis.

La clave parece estar en que, además de tener sus propios hijos, los refugiados han forzado un cambio de visión en la sociedad alemana, sorprendida por haber pasado de ser ese país frío y asociado a los nazis al lugar al que todo el mundo parece querer venir. El semanario «The Economist» ha dedicado recientemente un número a ese fenómeno de psicología colectiva. Superado el «miedo alemán», el economista Jeremy Cliffe describe el comienzo de una nueva era de confianza en el que un país se está reinventando a sí mismo y parece haber empezado por abrirse al futuro.

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