La bajada del pantano de Entrepeñas que destroza el turismo de los pueblos de Guadalajara

«Si seguimos a este ritmo, a finales de año tendremos problemas serios de abastecimiento de agua », lamenta Francisco Pérez (PSOE), alcalde de Sacedón. Como explica el regidor, el trasvase Tajo-Segura, que envía agua de los embalses de Entrepeñas y Buendía a la cuenca del Segura, está acabando, junto a la sequía, con el llamado «Mar de Castilla». La escasez que sufre el pantano quiebra la economía de la región: «El sector turístico es el que más se resiente. Nuestro principal atractivo es el agua, y la belleza del entorno que genera el agua, y ya no la tenemos . La verdad es que no es sugerente visitar Sacedón ni los pueblos ribereños y encontrarse con que solo queda barro y lodo, o con un desierto tremendo», explica.

José Luis Labarra comparte ese punto de vista. Este anciano de 70 años es el dueño del Hotel Mariblanca, un lugar célebre en Sacedón, donde, cuenta, llegó a albergarse el escritor Camilo José Cela: « El nivel del embalse es el nivel del turismo que hay en verano . Tal y como está ahora, figúrese la repercusión negativa que ha tenido en los establecimientos hoteleros».

Sacedón no es el único municipio afectado. Julián Palomar, también socialista y alcalde de Chillarón del Rey, critica el estado actual de Entrepeñas: « El pantano está ahora a más de 5 kilómetros del pueblo , cuando normalmente estaba a un kilómetro y medio. Las tierras se han quedado desérticas y cuarteadas. No se podrían cultivar». El sector turístico, de nuevo, se ha llevado la peor parte: «Había muchísimo turismo que venía a la zona del pantano a practicar deportes náuticos, a pescar o a nadar. Cuando han empezado los trasvases de forma salvaje, han dejado de hacerlo».

La construcción del pantano de Entrepeñas, inaugurado en julio de 1958, cambió por completo la vida de Sacedón y los pueblos circundantes: la expropiación de tierras para realizar la obra —«las mejores, que salieron muy baratas», explica Labarra—, impidió que la localidad alcarreña siguiera viviendo de la agricultura, una actividad de la que ahora solo quedan, a la vista, vestigios, como reliquias arqueológicas. Paseando por la tierra descubierta por la bajada del agua, se aprecia una almazara, con sus tinajas clavadas en el suelo preparadas para recibir aceite; también, cerca, los restos de un cementerio. « En toda esa zona había huertas. Esto era un pueblo de gente humilde, pobre, de agricultores », recuerda Luis López, de 83 años, otro vecino del municipio. López también cuenta que dos localidades, Santa María de Poyos y el Real Sitio de La Isabela, desaparecieron bajo el embalse de Buendía. Lo mismo que ocurrió con una vía de tren que unía Madrid con la zona.

«Cuando subió el agua, hubo que segar en verde lo que había sembrado, y usarlo para alimentar a las caballerías», comenta Vicente Redruejo, de 84 años, vecino de un pueblo próximo, Pareja, y dueño de una memoria capaz de retener todos los entresijos de la obra. El pantano, explica, sepultó la antigua carretera que unía ese municipio con Sacedón: « Nos quedamos incomunicados, pero fue poco tiempo ».