viaje del papa a tierra santa
Mayk, el cristiano sin identidad
El Santo Padre comió con cinco familias cristianas y escuchó sus dramas, como el del chico al que no reconocen ni Israel ni Palestina
susana mendoza
A Abla Halabi se le caen las lágrimas siempre que habla de su hijo de 28 años, que lleva varios lustros preso en una cárcel israelí y asegura que tuvo que hacer esfuerzos este domingo para no romper a llorar delante del Pontífice mientras le ... relataba la historia de su hijo. «Él me escuchó y se notaba que entendía mi sufrimiento y el de mi marido. Se notaba por sus expresiones que estaba entendiendo mi dolor», comentó la mujer de sesenta años a ABC tras su almuerzo con el Papa Francisco. «Se nota que no es una persona que hable tanto, sino que más bien se expresa con los gestos de la cara y las manos, que son muy vivas».
Junto a Halabi, otras cuatro familias cristianas de la zona fueron invitadas ayer a sentarse junto a Francisco para almorzar y contarle el trasfondo de cada familia en la enmarañada madeja política de Cisjordania e Israel.
«Fue como un soplo de aire, es verdaderamente un hombre excepcional, estoy tan emocionada que aún no me puedo creer que le haya tenido tan cerca y me haya escuchado con tanta atención», dijo Shadia Sbait, representante de las familias del antiguo pueblo de Iqrit y Kufur Birim, que fueron evacuadas por el ejército israelí tras la creación del Estado de Israel.
«Le contamos, tanto yo como mi marido, que mantenemos una pelea legal con el Estado de Israel para que permita a los descendientes de los antiguos residentes volver a estos dos pueblos», comentó Sbait, visiblemente emocionada tras la reunión. «Le hemos dado un dossier y le hemos pedido que hable con Netanyahu (Benjamín Netanyahu, primer ministro israelí), para que interceda por nuestra causa».
La reunión duró una hora y las cinco familias, entre ellas una de cristianos de Gaza, explicaron también al Pontífice cómo es ser cristianos en Tierra Santa. «Le comentamos cómo vivimos el cristianismo aquí, yo por ejemplo vivo ahora en el norte de Israel, en Galilea, donde hay una comunidad de cristianos grande, así que me siento arropada», comentó Sbait. Sin embargo, la familia Halabi vive en Cisjordania y siente que la crisis económica ha perjudicado gravemente a los cristianos, sobre todo a los jóvenes.
«Le hemos contado también que el nivel de desempleo aquí es altísimo y las posibilidades de crecimiento escasas. Unido a la ocupación, hace que la situación sea insoportable», dijo la mujer.
«No soy nadie»
Tanto Halabi como Sbait coinciden en que la historia que más ha impactado al Pontífice ha sido la de Mayk Abed, que no posee ningún documento de identidad porque la Autoridad Nacional Palestina no le reconoce, al haber nacido en Israel, mientras que el Gobierno israelí tampoco le concede la nacionalidad, asegurando que nació en Cisjordania.
Francisco se quedó mudo cuando el chico le contó que no es nadie, que a todos los efectos él no existe y que no puede ni siquiera tener una cuenta de banco», dijo Sbait. «Todas nuestras historias son diferentes, pero representan una porción de sufrimiento distinta, que experimentan tantas familias palestinas aquí».
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