Festival de Cine Europeo de Sevilla: un hambre de buey que no cesa

Hablamos, eso sí, de las apuestas marginales del festival , las de menos pases, ésas a las que apenas se puede asistir si hay que cubrir el tedioso concurso, más de veinte títulos de los cuales quince cuesta creer que se hayan podido programar sin mediar soborno o amenaza.

Se nos dirá, con razón, que esto pasa en todos los festivales (en Sitges, cita ‘terrorífica’, ya concursan más de treinta), que el formato es el que es, y que la elefantiasis y la acumulación forman parte de la tradición bulímica de estos encuentros. Pero como llevamos más de una década y media denunciándolo (con Grosso, Martín y Cienfuegos ), no vamos a dejarlo ahora: Sevilla, raquítica en eventos cinematográficos durante el resto del año, no se merece este despilfarro, esta incontinencia derramada que pasa volando y no deja poso.

Durante estos días, compartidos entre amigos extenuados por el trabajo en el festival y grandes críticos y programadores que aprovechan la invitación de la organización para ver ese par de películas que se salen del repertorio y disfrutar del clima, recuperamos el autoengaño que nos dicta que una salida de esta extraña maldición no debería ser imposible.

Es decir, que el atiborramiento y la colisión de la oferta, que la aglomeración inmanejable de gentes del cine, podría dar paso, sin alterar casi nada, a una programación estable , razonada, que se extendiera en el tiempo ; una cita sin etiquetas, sin la preocupación de llenar las salas de jóvenes y prejubilados, y donde se le pudiera sacar partido a cada uno de los ilustres visitantes. Un año más, lo escribimos.

A los premiados, enhorabuena. Con Petzold sin película y por tanto en el jurado, ya sospechábamos que ‘Great Freedom’ podría deparar una buena salida al entuerto, con la pedrea alcanzando, además, a uno de sus últimos protagonistas, Rogowski . Meise, cuando deja de surfear entre tiempos, rueda bien los cuerpos en el encierro obligado, pero, como advertimos, nada hay de particularmente significativo aquí ni en expresión ni en contenido.

El segundo premio ex aequo para ‘Onoda’ nos alegra por su distribuidora, Atalante , que se abre paso con películas incómodas para los cines, como la última de Jonás Trueba o ésta de Harari , aunque no nos convenza demasiado en su apuesta formal por traducir una quiebra radical de lo espacio-temporal. El otro ex aequo, ‘Costa Brava, Líbano’ , y el premio a Carpignano superan nuestra capacidad de comprensión. Si éstas son las fórmulas del incipiente cine europeo que se sancionan, quizás no convenga molestarse en remodelar la cita; mejor meter la vaca en el establo, cerrar el portón oscuro y apagar la luz.