Locus amoenus
La fantasía sevillana de Pushkin
Me pregunto si algún político piensa que debería borrarse de la literatura rusa cualquier mención a Sevilla, España o Andalucía. ¿Y si López Obrador le exigiera a Elena Poniatowska que devuelva el Premio Cervantes que recibió en 2013?
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Iniciar sesiónEl gran poeta de la literatura rusa fue Aleksandr Pushkin (1799-1837). Su nombre ha sonado los últimos días en España, porque ciertos políticos le exigieron al alcalde de Málaga que devolviera a Putin la Medalla Pushkin -la máxima distinción cultural rusa- recibida en 2018. ... Algo así como si López Obrador le exigiera a Elena Poniatowska que devuelva el Premio Cervantes que recibió en 2013. Si Anne Marie Le Pen llegara a ser primera ministra de Francia algún día, ¿todos los que han recibido la Orden de las Artes y las Letras de Francia deberían devolverla? La corrección política -parafraseando a Pascal- tiene razones que la razón no entiende.
Pushkin fue un poeta admirado por sus contemporáneos e idolatrado por las generaciones posteriores, empezando por Tolstói, Dostoievski, Chéjov, Turguénev o Gógol, maravillosos escritores que siempre consideraron a Pushkin como la cima inaccesible del alma rusa. Para entender esa devoción hacia Pushkin -nosotros, que le retaceamos méritos (y presupuesto) incluso a Cervantes- deberíamos compararla con la adoración anglosajona hacia Shakesperare, presente hasta en las letras de los raps de las tribus urbanas de los barrios periféricos del extrarradio de Baltimore.
Pushkin renovó la lengua rusa y la elevó a un estatuto literario aprehendido a través del francés, idioma que muchos aristócratas rusos hablaban mejor que su lengua materna. Es decir, que el pueblo ruso «aprendió» de nuevo su idioma a través de la poesía, los dramas, los relatos y las novelas de Pushkin. Pero, además, la propia vida del poeta -galante, rebelde y trágica- cinceló una leyenda que no ha dejado de inspirar a los rusos y sobre todo a las rusas, porque aquel poeta favorecido por los zares, amado por las mujeres, temido por los políticos y casado con la bellísima Natalia Goncharova, murió batiéndose a duelo con el presunto amante de su esposa -el oficial francés Georges Charles d’Anthès- antes de cumplir los 37 años.
Como hombre culto y exquisito, Sevilla formaba parte del imaginario de Pushkin gracias al Quijote, Molière, Mozart y Byron. Y aunque Pushkin jamás pisó España, la ópera ‘Don Giovanni’ con libreto de Lorenzo da Ponte (1787) le permitió crear su propia versión trágica de Don Juan en ‘El convidado de piedra’ (1830). Sin embargo, la más explícita ensoñación sevillana de Pushkin la encontramos en su poema «Del céfiro nocturno»:
Del céfiro nocturno
éter fluye.
Bulle, huye,
el Guadalquivir.
Salió la luna dorada.
¡Silen…! ¡Chis…! Guitarra al son.
La española enamorada
se ha asomado a su balcón.
Del céfiro nocturno
éter fluye.
Bulle, huye,
el Guadalquivir.
¡Quítate, ángel, la mantilla!
¡Cual claro día, muéstrate!
¡Por la férrea barandilla
enseña el divino pie!
Del céfiro nocturno
éter fluye.
Bulle, huye,
el Guadalquivir.
Me pregunto si algún político piensa que debería borrarse de la obra de Pushkin toda mención a Sevilla, España o Andalucía. No me extrañaría.
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