Músicos de arena y sal, ellos son la banda sonora de los chiringuitos
La música vibra entre el olor a salitre y el murmullo del mar, en locales que han visto emerger a artistas hoy consagrados
Las 10 playas más bonitas cerca de Sevilla y fáciles de llegar en coche
Sevilla
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEl verano andaluz suena distinto. Entre el ruido de las brasas de los espetos y el vaivén constante de las olas, hay guitarras que despiertan la tarde, voces que se funden con la brisa salada y ritmos electrónicos que hacen bailar la arena. Los chiringuitos ... de la costa andaluza se transforman en escenarios improvisados donde lo cotidiano se vuelve mágico: un dj levanta al público justo cuando el sol se esconde en el horizonte, un grupo emergente convierte una sobremesa en festival y una cantante, con tan solo su voz, consigue que desconocidos coreen juntos un estribillo.
Son noches sin telón, con estrellas por focos y un mar que nunca descansa como único ruido de fondo. Aquí, en estos rincones a pie de playa, artistas de todo tipo encuentran no solo un sustento, sino un lugar donde su música respira. Estos escenarios playeros no solo dan cobijo a artistas consolidados que llevan años marcando el ritmo de los veranos andaluces, también se abren a jóvenes promesas que empiezan a hacerse un hueco bajo el sol y las estrellas. Es el caso de Hugo García, DJ que convirtió en realidad lo que empezó como un sueño a los cuatro años. «El salto de pinchar en un chiringuito lo he dado este año debutando en uno de los más importantes de Cádiz», explica. Su primera actuación fue precisamente en un espacio de Zahara de los Atunes, lugar donde veranea desde niño: «Recuerdo la primera actuación con muchos nervios, pero a la vez emocionado de poder tener la oportunidad de conectar con ese público y disfrutar del bonito atardecer».
Mientras nuevas caras comienzan a hacerse un hueco en la escena estival, también hay djs que han convertido los chiringuitos en su segunda casa. Alonso Soler es uno de ellos. «Desde 2014 estoy fijo todos los veranos en el chiringuito». Para él, este circuito no es solo un escaparate, sino un modo de vida: «Se puede vivir de esto, solo depende de cuánto trabajes; en mi caso, es todos los días del verano sin descanso». Ese ritmo sin respiro no es una excepción, sino la norma para muchos de los artistas que viven el verano de escenario en escenario. Algunos han dejado atrás sus trabajos para perseguir un sueño que se sostiene, sobre todo, a base de constancia: tocar casi a diario durante la temporada de verano para poder asegurar la estabilidad del invierno e invertir en sus propias carreras.
«Se puede vivir de esto, solo depende de lo que trabajes; en mi caso, todos los días sin descanso»
Alonso Soler
Dj
Así lo demuestra la experiencia del grupo Calet, nacido hace apenas dos años con la idea de sacarse un extra económico. «La grata sorpresa fue que el grupo empezó a funcionar muy bien en las fiestas privadas y en los locales que nos contrataban, y ese extra se convirtió en nuestro principal sustento económico, hasta el punto de dejar nuestros trabajos por dedicarnos a la música». Y más allá del ingreso, reconocen el valor de esta plataforma: «Los chiringuitos son un trampolín para impulsar a los artistas, estoy 100% convencido. Se nota en las redes sociales cuando subimos vídeos de lo que generamos en estos espacios; uno en Matalascañas se hizo súper viral, tanto en Instagram como en Facebook y TikTok».
@grupocalet Que mal se está en las playas de Andalucía 😞🫰🏼✨ #verano #matalascañas #andalucia #musicaendirecto #viral #playa #parati #beach #summervibes ♬ sonido original - CALET
Lo cierto es que estos locales junto al mar no solo han sido la banda sonora de veranos inolvidables, sino también el trampolín de artistas que hoy llenan teatros y festivales. En sus tarimas comenzaron a sonar las guitarras de Kiko Veneno, las letras de Pablo Carbonell o el grupo Salitre, que encontraron allí su público más fiel. Incluso voces actuales como la de Antoñito Molina tuvieron en estos chiringuitos uno de sus primeros altavoces, demostrando que, a veces, la magia del éxito nace en escenarios pequeños, con el mar como telón de fondo y la luna como único foco.
La cara B
Esta magia reside también en su imprevisibilidad de los chiringuitos: nunca se sabe quién puede estar sentado en una mesa escuchando ni si ese vídeo grabado desde la barra terminará siendo tendencia en redes sociales. Sin embargo, detrás de cada canción hay un esfuerzo enorme y un camino que no siempre es fácil. Lo sabe bien Miah, una joven que aparcó su grado en Turismo para lanzarse a cantar en las calles de Sevilla y en programas de talento, hasta lograr vivir de la música a día de hoy. «He ganado mucha experiencia y ha sido muy bonito, pero siento que no me hace crecer como artista. Aquí soy intérprete, no creadora, y aunque cada temporada se llena la agenda, veo que me estanco», explica con franqueza. Para ella, el chiringuito es una plataforma valiosa para monetizar el trabajo, pero con límites claros: «Si quieres tomártelo como un trabajo, perfecto. Pero si a nivel artístico quieres crecer, aquí no tienes esa oportunidad. Es complicado, por mucha pasión y dedicación que pongas. Quizá te salve que un tema se haga viral, como le ocurrió a otros, pero nadie va a venir a llamarte a la puerta: tienes que moverte tú».
El chiringuito puede ser una gran forma para ganar visibilidad y mantener viva la música durante el verano, pero no es un camino sencillo: requiere constancia, adaptación y un esfuerzo enorme. Aquí no basta con tener talento; hay que trabajar a diario y, sobre todo, saber amoldarse a lo que pide el público. Y lo que el público pide, la mayoría de las veces, son versiones. La apuesta por temas propios queda en segundo plano, porque lo que reina en la arena son esos estribillos que todos reconocen. «El repertorio que llevamos es uno que se adapta un poco a todas las edades —explica David, de SuperAgente —. Tocamos desde los 80 hasta canciones de 2018 o 2020, incluso temas actuales más indie como Izal, Leiva o Lori Meyers. Al final te adaptas y haces un recorrido por la música que todo el mundo conoce». Porque, como él mismo reconoce, «en un chiringuito la gente va a escuchar canciones populares, que se las sepa todo el mundo. Se debería fomentar más la música propia, pero actualmente es muy complicado conseguirlo».
Y aunque tener carreras con canciones propias que suenen en la radio sea el sueño de muchos, hay quienes empiezan a dar sus primeros pasos aún con la ilusión intacta. Es el caso de Rumbaleando, un grupo que acaba de sacar su primer single, el pasado 5 de julio. «Debido al crecimiento que ha tenido el grupo, tenemos pensado seguir ampliando el repertorio propio y sacar al menos dos o tres canciones más de aquí a junio o julio del año que viene», cuenta Gustavo, uno de sus integrantes. De momento, su agenda no para: entre bolos, compromisos navideños y unas 25 bodas ya cerradas para 2026, el futuro se dibuja prometedor. Este modo de vida que durante muchos veranos ha sido el pan de cada día para Funk You, pero que con el paso del tiempo se ha transformado más en una vía de escape que en una carrera. Si en temporadas pasadas vivían un ritmo frenético, este verano han optado por pisar el freno: menos bolos, pero con la misma exigencia. «Este año hemos cogido menos conciertos porque queríamos hacerlo más tranquilito. Además, la gente también está recortando», cuentan con rotundidad.
«Se debería de fomentar la música propia, pero a día de hoy es muy complicado conseguirlo»
SuperAgente
Detrás de esa decisión hay también una reivindicación: las condiciones con las que muchas veces se encuentran los músicos en los chiringuitos. Desde equipos de sonido que no están a la altura, hasta la falta de lo más básico: «A veces ni siquiera te quieren dar una botella de agua», confiesan. Aun así, la balanza no siempre se inclina hacia el lado negativo. «La mayoría de los chiringuitos nos han tratado bastante bien —apunta Servando—. Otra cosa es el típico que te pide una rebajita… Yo siempre le digo: 'el día que nosotros vayamos a cantar, tú pones los cubatas a la mitad'. Y cuando dicen que no, les contesto: 'pues entonces yo tampoco puedo rebajar la mitad'». El humor con el que lo cuentan no esconde que «esto es una jungla». Pero también es un mundo bonito, lleno de encuentros inesperados. En sus bolos se han encontrado entre el público a compañeros de la música como David DeMaría, Antoñito Molina, Yeray de Rebujitos o Dani Martín, e incluso a rostros del cine como Jesús Castro.
Los músicos y DJs, esos guardianes del ritmo que cada día se dejan la voz y la energía en dar su mejor concierto, son parte esencial de esa magia que envuelve a las costas. Rauw lo describe con una imagen poderosa: «a las dos y media de la mañana puedes ver a la gente con el mismo bañador que ha llevado durante la tarde, pero sin perder la chispa de la fiesta». Esa naturalidad es la que convierte la playa en un escenario único, donde la música es capaz de transformar lo cotidiano en algo extraordinario. Al final, la verdadera esencia de estos chiringuitos no se mide por sus luces ni por sus carteles, sino por lo que sucede cuando la música arranca. Mientras haya un DJ, un grupo o una voz que suene frente al mar, estos chiringuitos seguirán siendo templos de verano donde todo —el tiempo, las preocupaciones, la rutina y el estrés— se detiene para dejar paso a la magia de las playas andaluzas y de la buena música.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete