Manuel Llanes: «Tenía que dejar al Teatro Central volar solo en algún momento»
El que ha sido director del Teatro Central más de 30 años abandona este diciembre el coliseo de la Cartuja y hace un repaso a su trayectoria
La sala B del Teatro Central pasa a llamarse Sala Manuel Llanes
Sevilla
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Iniciar sesiónManuel Llanes se sienta en un despacho, una habitación sin ningún glamour y con muebles de oficina antiguos, y se relaja. Enfrente, sobre una estantería hay una especie de foco. «Me lo han regalado, lo enciendo en mi casa y aparece reflejado en la ... pared el logo del Teatro Central», dice sin pensar desengancharse del coliseo de la Cartuja del que ha sido su director los últimos 35 años.
Licenciado en Filología Románica por la Universidad de Granada, fue director del gabinete de Teatro de la Universidad y profesor adscrito de Teoría de la Literatura. Durante 16 años dirigió el Festival Internacional de Teatro de Granada desde donde vino a Sevilla a trabajar en lo que se llamó pre-Expo.
Hace unos días, la sala B del Teatro Central cambió de nombre a sala Manuel Llanes. «El que fuera asistente de Lluis Pasqual cuando se enteró me puso un mensaje: 'Sólo tienen salas en vida en un teatro Strheler y Lavaudant, y ahora tú'. La verdad, emociona, pero da hasta miedo».
- ¿Cómo se siente al dejar un trabajo de más de tres décadas?
- Treinta y cinco años, el primer espectáculo fue precisamente en 1990 cuando Albert Vidal pone la primera piedra con la danza de las excavadoras. Me siento bien, pensándolo todo.
- ¿Le ha retirado su reciente enfermedad?
- No tanto la enfermedad. Antes ya fui anunciando que 35 años en un teatro... Lo que me daba miedo y mucho vértigo es que empezaran a aparecer síntomas de cansancio. A un director de un teatro, sin darse cuenta, cuando programa empiezan a verse síntomas de cansancio, y es casi imperceptible. No quería caer en eso. A mitad de la temporada anterior hablé con la consejería para decir que se aproximaba el día de dejar a un hijo volar sólo, nunca mejor dicho. Aunque, claro, no lo vas a dejar nunca. Vivir lo que yo he vivido..., es decir, he sido director de un teatro al que he visto crecer desde la tierra. Yo dirigía un teatro que no se había empezado a construir. Empecé a hacer una programación sin saber qué medidas tendría el escenario para el 92, porque se empezó dos años antes. Una producción como 'The Halcyon Days' de Laurie Anderson, o conseguir una coproducción con Anne Teresa de Keersmaeker con la Orquesta de los Campos Elíseos son trabajos de tres y cuatro años. Pero se hizo. Yo tenía que dejar al Central volar sólo en algún momento. No debo mostrar síntomas de cansancio, hace falta aire nuevo. Otra cosa es que yo esté a disposición de los artistas, porque de las artes escénicas no se va uno nunca.
- En estos 35 años han pasado por aquí todos los consejeros de Cultura, consejería del que depende el Central. Sin citar nombres, ¿ha habido alguno que ha intentado meter mano en la programación?
- No, de una manera irrespetuosa nunca. Han dado ideas, sí, pero estas cosas pasan en un espacio cultural público, tienes presiones externas. A mí me tocaba jugar el papel de policía malo. Ellos tienen que atender a todos los ciudadanos pero yo también. A riesgo de equivocarme, siempre digo que la programación es el arte de equivocarse.Yo tenía que dotar de un contenido coherente a la oferta escénica del Central. Y eso al margen de que los proyectos que te presenten tengan excelencia artística, si no concuerdan con un discurso que se mantiene durante nueve meses cada temporada, no lo programas.
- ¿Cuál ha sido el peor momento en estos 35 años?
- Sería fácil hablar de la pandemia, pero sólo levantamos la programación dos semanas y luego la pusimos de mañana los sábados y domingos y la ciudad respondió muy bien. Si muchas veces se ha hablado de una burbuja y una isla de libertad del Central, aquello fue más, porque se dio vida durante el período de pandemia y batimos el récord de menos cancelaciones en España y en Europa. Trasladamos todas las compañías a sábados y domingos.
- En el 2022 el Central iba a rendir un homenaje a Jan Fabre, pero fue condenado a 18 meses por abuso sexual. Fabre estaba ya en Sevilla trabajando con bailarines y actores andaluces para el espectáculo. Aquella suspensión debió ser uno de los peores momentos, imagino.
- Aquello fue muy delicado, pero debo decir que Fabre se portó como un caballero. Me avisaron a las 8.30 de la mañana de que el juez en Bélgica había dictado sentencia. Ya en ese momento había escenas montadas con los bailarines y actores andaluces, y eran muy interesantes. Habían llegado la noche anterior su mujer y su hijo y yo le dije a Jan lo que había ocurrido. A los diez minutos no lo volví a ver, al día siguiente ya estaba en Bélgica. Se fue, no pidió ninguna contraprestación por el trabajo ya realizado. Pero sí, fue un momento para mí tremendo porque yo tenía una relación extraordinaria con Fabre desde mitad de los 80. Tenía que agradecerle que en 2014 hiciera en el Central el estreno de las 24 horas de 'Monte Olimpo', que el teatro no podía pagar el dinero del caché y él lo consiguió a través de sponsors y se pudo hacer en Sevilla. Recuerdo que le di la noticia de la condena, en dos horas no supe nada más de él hasta hace poco que hemos retomado la relación. Estrenó una obra en Italia y la fui a ver. Pero han sido unos años de silencio entre él y yo muy complicados porque hay mucha emotividad entre ambos, hemos pasado por muchas cosas juntos. Sí, quizás sí, ese fue el peor momento que he pasado en estos 35 años.
- ¿La decisión de la suspensión fue suya o de los responsables políticos? En ese momento Patricia del Pozo era la consejera de Cultura en su primera legislatura.
- Era Patricia del Pozo y también estaba de secretaria general Mar Sánchez Estrella. Mis responsables políticos dejaron que yo gestionara todo y no se inmiscuyeron. Debo agradecer que confiaron absolutamente en mí y no hubo ni una llamada. Era evidente que tenía que cancelar, no me gusta esa palabra, pero fue así, pero no se habló ni se ha hablado nunca más internamente de ese tema. Yo era consciente de mi responsabilidad.
- Hay una leyenda urbana que cuenta que a este teatro muchas compañías le rebajan su caché por la relación de amistad con el director. ¿Es verdad la leyenda urbana?
- (Risas) Eso son cosas que pertenecen al secreto profesional, como los médicos, pero sí es verdad que cuando tienes una relación de seguir trayectoria y demás a otros directores les puede pasar también con lo que yo llamo la escudería. Cuando tú haces una escudería tienes un poco de acceso y ciertas ventajas. Pero a eso colabora mucho el ambiente que se les crea en el teatro, ellos quieren venir aquí. Están cómodos trabajando en el Central.
«Le dije a Jan Fabre lo de su condena y al día siguiente ya estaba en Bélgica. Han sido años de silencio roto hace poco tiempo»
- ¿Por el teatro, por el equipo?
- El equipo es fundamental, y las compañías están encantadas, pero también por cómo se construyó el teatro. Las dos salas están hechas, no bajo la dirección del arquitecto, sino de profesionales del teatro como Juan Gómez Cornejo, que fue el que decidió incluso con quien hacíamos en el 92 el techo técnico. Es un teatro preparado para que trabajen cómodos los artistas y que el espectador tenga buena visibilidad. Quiero recordar que entonces había una directiva de la UNESCO que decía que un teatro como éste no debería tener más de 600 localidades, a diferencia de los de lírica. Hasta en eso se hiló fino. Todas las compañías dicen que se trabaja muy bien, porque en un teatro donde desde el recepcionista hasta el último técnico, pasando por el resto, el equipo es fundamental.
- ¿La ciudad ayuda, Sevilla tiene gancho internacional?
- Sí, la ciudad ayuda muchísimo. Sevilla tiene un atractivo inmenso, para compañías internacionales, pero también a las nacionales les encanta venir.
- Hay quien le echa en cara que es usted demasiado 'belga' en sus programaciones.
- Yo les diría que recuerden a Bill T. Jones, a Vasiliev... porque siempre se habla de Peeping Tom y Anne Teresa de Keersmaeker... ¿Qué ocurre? que a mitad de los 80 en la eclosión de la danza-teatro compañías como las de Gallotá se producían en Francia y luego todo se trasladó a Bélgica. Los belgas flamencos no tenían tradición porque para ellos la danza contemporánea empieza en Maurice Béjart. Se academizó la danza-teatro en Francia y la eclosión en Bélgica se produce en el Kaaitheater que fundó Hugo De Greef que aglutina a Jan Fabre, Anne Teresa de Keersmaeker o Win Vandekeybus. Allí rompen con facilidad el canon y los estereotipos y empiezan a tratar el cuerpo de otra manera. Si quieres hacer programación en tiempo real, inevitablemente vas siguiendo la onda. La inercia te hacía ir de París a Bruselas, y con el retrovisor puesto para ver qué seguía surgiendo en Francia.
- ¿De qué se siente especialmente orgulloso de su gestión?
- Yo creo que de que sin habernos dado cuenta, el Teatro Central ha estado navegando entre generaciones. Ves las compañías y compruebas cómo han pasado distintas generaciones desde que hay programaciones estables en el Central. Si aparecen creadores como el mozambiqueño Idio Chichava, o La Chahi tú tienes que estar siempre en el ojo del huracán. Tienes que estar ahí, si no te quedas en la Academia.
«Algún consejero ha dado ideas, pero en un espacio cultural siempre hay presiones externas»
- Ha fidelizado un público con más del noventa por ciento de ocupación, ¿eso le ha protegido de las injerencias externas?
- Supongo que sí. Yo reivindico que el responsable artístico de un teatro tiene que hacer un ejercicio enorme por no dejar de ser espectador. Eso de 'soy un profesional', no es que sea un mercenario pero tiene cierto deje, porque entonces te conviertes en un estratega y no en una persona comprometida de ver los espectáculos. Hay que ser limpio a la hora de sentarte en una butaca como espectador. Nunca voy al estreno de un espectáculo, 'me lo tiene prohibido el médico', porque para encontrarme con mis compañeros de profesión... prefiero verme rodeado de verdadero público y escuchar sus comentarios, y no los de los profesionales que siempre están contaminados.
- ¿Nunca ha programado sin haber visto antes el espectáculo?
- Normalmente no, nunca, por lo menos he visto tres o cuatro espectáculos de una compañía que surge nueva. Vas siguiéndolos. Pocas veces la eclosión llega con la primera obra. La comodidad mata la curiosidad. Vas viendo la carrera de los creadores. Hay que cuidar a los artistas y respetarles la ambición, aún a riesgo de equivocarse.
- ¿Le ha tentado la política, le han ofrecido cargos fuera del teatro?
- No, yo creo que lo he dejado siempre tan claro... y he tenido la suerte de que mi hobby se convirtiera en mi profesión. Lo mío es vocacional y nunca me han ofrecido nada, se me notaba mucho lo que quería hacer.
- ¿Se le ha resistido alguna compañía, quizás tiene la espinita con Pina Bausch?
- Pina Bausch estaba programada para Sevilla. Tres o cuatro años antes de que comenzara la Expo 92 había un pull en el que yo era director de programas de programación de espectáculos, y no había directores por teatros. Yo distribuía espectáculos a todos. Pina Bausch estaba programada en el Teatro Maestranza, y cuando nombraron a Lluis Andreu director del Maestranza, desapareció Pina Bausch.
- ¿Algún espectáculo en su corazón?
- Son muchos, tantos. No me puedo olvidar de 'Las lamentaciones de Jeremías' de Anatoli Vassiliev con todas las palomas volando por el teatro y aquel coro... Por supuesto las 24 horas de 'Monte Olimpo' de Jan Fabre. La reinauguración del teatro tras la Expo 92 con la obra 'En la soledad de los campos de algodón' de Patrice Chéreau y Pascal Greggory, que tuvimos que llenar toda la nave con asfalto, porque no quería ni tapiz de danza ni nada, quería reproducir la nave donde se había hecho en Avignon.
- En estos años ha visto también crecer la creación en Andalucía, ¿cómo ha sido?
- Yo creo que estamos en un buen momento al menos en danza. Salen nombres rápido como Luz Arcas, Alberto Cortés, La Chachi, gente que están en festivales y teatros de prestigio por toda Europa y son creadores completamente distintos. Ninguna comunidad autónoma de España tiene diez compañías de prestigio, y en Andalucía sí las hay y pueden ser competitivos. Además, ninguna danza contemporánea vive de un sólo país. Es difícil programar danza contemporánea al lado del techo de cristal impuesto por el teatro, porque el texto siempre ha tenido una especie de marchamo de poder y respeto cultural ante el lenguaje del cuerpo. Desde la escuela te enseñan que las artes escénicas es el teatro, y el lenguaje del cuerpo está infravalorado ante el texto escrito. Afortunadamente, ahora mismo, acaban de crear por fin una subdirección general de Danza y Creación en el INAEM, que ya era hora de que traten la indisciplina también.
- ¿Qué va a ser de usted a partir de ahora?
- Ya lo he dicho, no me jubilo, me retiro, que es tomar distancia y perspectiva, así que estaré a disposición de proyectos, ayudar. Se me ha dado mucho y creo que ahora tengo una temporada que me toca devolver muchas cosas a muchos artistas, espectadores, y en ello voy a estar. Seguiré en ruta.
- ¿Qué cualidades debe tener su sucesor?
- No lo sé, eso le pertenece a quienes mandan. Yo lo único que deseo es que este teatro siga siendo un ejemplo de servicio público y un lugar de aprendizaje, comunitario y de convivencia y que se haga una programación en tiempo real, que hable de lo que le ocurre a la gente a su alrededor y además, con el lenguaje que cada día cambia, incluyendo todos los tipos de expresión. Un responsable de un teatro púbico, de una instalación cultural pública como el Central, debe estar despierto, no sólo a los contenidos, sino a como se cuentan. El Teatro Central es un espacio con la mirada puesta en el futuro y el retrovisor de porqué se da esa proyección. En todas las ciudades hay segmentos interesados por dar pasos adelante en lo cultural, y hay que atraer a gente que esté dispuesta a arriesgarse.
- ¿Le ha costado lágrimas dejar el Central?
- Eso pertenece al secreto del sumario, y todavía no ha llegado la resaca. Tengo que acompañar esta temporada porque la programación es mía. Voy a llevar encuentros con el público y alguna cosa más, pero a mí me empieza a pagar la Seguridad Social en diciembre. Me voy a convertir en un espectador atento.
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