bienal de flamenco de 2022
La Macanita canta por soleá en La Bienal, el resto no importa
crítica
Con la guitarra de Manuel Valencia, cierra el ciclo 'Gratia plena' en San Luis de los Franceses
luis ybarra
Bienal de Flamenco de Sevilla
Gratia plena
- Cante La Macanita
- Guitarra Manuel Valencia
He venido a la iglesia de San Luis de los Franceses a descubrir el misterio del cante por soleá. Cuenta José María Velázquez-Gaztelu, decano de la prensa jonda, que de niño escuchó el canto de los presos desde la cárcel y su vida cambió. ... Quien mejor cantara, lograba la libertad. Aquello caló hondo en sus oídos aún por descubrir el mundo, y desde entonces ha estado buscando al reverso del sonido. Una vez escuché yo a La Macanita en un teatro y se me reestructuró la mente. O el corazón. Traté de racionalizar sin éxito ese latigazo inexplicable. Me mordió. Me atrapó. Y en la vereda de esta búsqueda entre redes continúo.
La última de las tres 'Mujerez' que coquetea con la gratia plena en este templo tras Juana la del Pipa y Dolores Agujetas aparece vestida de celeste para entonar las malagueñas del Torre y del Mellizo. Con Manuel Valencia armando de clasicismo el ritual y tres palmeros en el escenario, enlaza los tientos con los tangos. Encontrando el limón con la canela sin micrófono. Indagando por los pintores de Pastora y los delirios de La Repompa. Recordando, también, el paladar paquero en el 'Romance de Juan de Osuna' hasta hacer del cuplé un ovillo moreno. Su queja es la oscuridad musicalizada. El desgarro embellecido. Una naturalidad arrebatadora que te apresa entre flemas y colmillos. Que te abraza y conmigo lleva ya varios años adherida al trote de mis días.
La soleá de la Serneta con el gusto colmado abre los pórticos de la heredia. Fernanda de Utrera, ya lo saben, está en ella: «Olvidé yo a quien bien quería...», anuncia. Siempre el mismo repertorio tocando la llaga de distinta forma. Pañuelos a la cara de la muerte para que no trague tierra boquita que ella besara. Zozobra a raudales. Manchitas en el alma. Piedras en la voz. Sin entender nada todavía, el golpe me esclarece algunas emociones por momentos. Lo tanteo, pero al roce de mis dedos con las teclas se me escapa de nuevo. La Macanita ha cantado por soleá sobre el pan dorado y el resto no importa. Suyo es el cetro de este palo. Nuestra la responsabilidad que esa expresión ancestral no sufra riesgo de olvido.
La seguirilla se derrama corta. De su casa. De su tierra. Con sueños fatales y minutos áridos en los versos de Tío José de Paula. Agónicos en El Nitri, más bravos. Las bulerías van cerrando lo efímero de su arte. Una falseta del Morao, la palma abierta y yo, lejos de la fiesta, tratando de volver a su soleá. Alguna vez conseguiré ponerle verbo al suspiro, entre tanto seguiré intentándolo.
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