cultura
Gabriel Albiac: «Antes de llegar a la violencia material, basta con crear un telón de palabras para que distorsionen la realidad»
El filósofo presenta en la Academia de Buenas Letras su libro 'El eclipse del padre. Una crítica a la razón woke'
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Sevilla
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Iniciar sesiónGabriel Albiac (Utiel, 1950) acaba de publicar un ensayo con un título muy revelador, 'El eclipse del padre. Una crítica de la razón woke' (La Esfera de los Libros), en donde se traza una deconstrucción del orden simbólico tradicional. El filósofo y ... escritor desmonta los dogmas de la llamada 'razón woke', cuestionando la disolución de la familia y el papel del Estado en la reconfiguración de la autoridad. Dado el gran interés que está generando este libro, el autor estuvo presentándolo hace unos días en la Real Academia Sevillana de Buenas Letras acompañado por el académico numerario José Antonio Gómez Marín.
—¿Cuál es el origen de este ensayo?
—Yo creo que nace de dos vectores. Por un lado, un vector de actualidad que se centraría en la especie de distorsión permanente a las que han sido sometidas categorías básicas llevadas a un nivel de trivialización y de infantilización espantosa. Y por otro lado, al albur de eso, estaba la necesidad de tratar de replantearme determinados mitos sobre la subjetividad occidental en su conjunto.
—¿Qué opina sobre el dominio que ha ejercido en los últimos años el pensamiento de género?
—Ese pensamiento de género ha pasado a ser hegemónico en el último decenio y medio y es una especie de voluntarismo desenfrenado. Es la suposición de que un sujeto puede ser lo que decida ser. Eso remite tanto al ámbito de la identidad subjetiva como al de la caracterización sexual y al ámbito mismo del lenguaje, de la denominación de la realidad. De algún modo, parto de un pasaje de Camus que se cita al inicio del libro: «Dar un nombre inadecuado a las cosas es añadir desdicha al mundo». Trato de entender en qué medida la distorsión de las palabras no es ningún acto inocente. La distorsión de las palabras introduce un conflicto entre sujeto y realidad cuyo desenlace acaba siempre siendo necesariamente trágico. Quería tomar como punto de arranque la configuración de las subjetividades occidentales tal y como se configuran desde el inicio de la literatura griega. He partido pues de la 'Ilíada' para ver el despliegue de esas estrategias en algún momento de la tragedia griega y, de algún modo muy especial, en Eurípides. Sobre ese principio, he tratado de entender cómo desde los orígenes mismos de la cultura occidental se configuran grandes arquetipos que estructuran la subjetividad de nuestro mundo desde Homero hasta nosotros. Groddeck insistía en su libro 'El hombre como animal simbólico' en que lo característico de lo humano es que la identidad humana se construye en arquetipos. Es el universo simbólico el que genera al individuo y nunca a la inversa. Lo que somos es aquello que el sistema de mitos, símbolos y arquetipos en el cual se ha forjado nuestro lenguaje ha hecho de nosotros.
—Todo esto ha llevado a un uso intencionado del lenguaje, ¿no es así?
—El infantilismo básico es pensar que el lenguaje se puede torcer a la medida. No es uno quien habla al lenguaje, es el lenguaje quien le habla a uno. Una persona puede moverse dentro del marco de posibilidades de una sintaxis, que es necesariamente despótica, porque si no lo fuese la palabra entraría en una espiral del delirio que sólo conduciría al manicomio. Pues bien, dentro de esa sintaxis uno puede establecer los elementos de juego que toda sintaxis configura. En una partida de ajedrez se pueden hacer millones de jugadas distintas, pero lo que no se puede nunca es mover un caballo en diagonal. El lenguaje, como principio estructurante de la mente humana, opera con una serie de reglas establecidas que básicamente llamamos sintaxis. La sintaxis es una palabra griega con un origen militar, ya que el término aludía al orden de las tropas para entrar en combate. Las palabras son una formación de combate que funcionan en la medida en que son inviolables. Dentro de esas reglas hay un campo de modificaciones, pero sobre la base de la inviolabilidad de las reglas.
—¿Por qué se está produciendo la tiranía del lenguaje en los últimos años?
—El lenguaje es el sistema perfecto de enmascaramiento. La realidad se enmascara básicamente con palabras. Hay un estudio extraordinario sobre los lenguajes totalitarios de Victor Klemperer. Este era un catedrático de Filología judío-alemán que fue expulsado de la cátedra. Escribió un texto sobre la lengua cotidiana bajo el Tercer Reich que se llama 'La lengua del Tercer Reich'. Es un texto precioso para entender que, antes de llegar a la violencia material, basta con crear un telón de palabras para que distorsionen por completo la representación de la realidad. De este modo, se puede producir una red de sumisión o de obediencia prácticamente absoluta. Ese fue el gran ideal de los sistemas totalitarios. El instrumental del que disponían dichos sistemas en el periodo de entreguerras para construir lenguajes autocofidicados era muy limitado, ya que sólo disponían del cine, la radio y poco más. Pero en estos momentos cualquier Estado moderno tiene tal disponibilidad de artefactos para crear el sistema de palabras a través del cual se configura el mundo, que esto crea una gran indefensión ciudadana frente a esa presión.
—¿Está crisis el modelo tradicional del padre?
—La figura del padre y madre no están tomadas en este ensayo como individuos ni como figuras psicológicas, sino como arquetipos simbólicos. Ese doble arquetipo padre-madre es el que configura la subjetividad humana. La estructura simbólica de la disciplina, que es la sintaxis, la cual simboliza la figura del padre y que ha estado desaparecida de un modo explícito en la función institucional, reaparece con una desconfiguración de los sujetos en una situación de malestar manifiesto. Eso no tiene más que dos salidas: o la reconfiguración de esos arquetipos de una forma diferenciada o bien la pérdida de referencias.
—¿Cómo está influyendo esa 'razón woke' en el pensamiento actual?
—El wokismo probablemente esté en repliegue en Estados Unidos. El relevo se ha tomado en Europa con un retraso de una media docena de años. En España ha llegado muy tarde, pero en una forma muy hipertrofiada. No hay una legislación más radical en esa materia que la que ha establecido la legislación española en los últimos años. Esa legislación ha posibilitado la modificación quirúrgica de la genitalidad a menores de edad bajo la sola declaración de voluntariedad. En el libro se analiza comparativamente ese modelo con el francés, en el que ese tipo de modificaciones quirúrgicas que pueden producir problemas médicos graves están sometidas a una vigilancia médica y a un periodo de preparación muy largo, de años. Aquí en España basta con que uno se presente ante el Registro Civil o ante el cirujano de turno para poder imponer ese criterio. De ser aprobada esa ley en España, esto nos llevaría en un plazo corto de años a una situación que se está dando en países del norte de Europa, especialmente en Suecia. Allí las víctimas de esa práctica salvaje de la modificación quirúrgica de la genitalidad están presentando querellas contra el Estado sueco por haber permitido que ese tipo de prácticas médicas pudiesen ser llevadas a cabo, y naturalmente las ganarán.
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