Antonio Mercero: «Si al lector, con la IA, le da igual la singularidad en una novela, no tardará en desaparecer el oficio de escritor»
Uno de los autores de Carmen Mola rescata la idea de un guion inédito de su padre en su nueva novela en solitario, 'Está lloviendo y te quiero'
Una bella historia que narra las vidas de una saga familiar española durante el siglo XX
«Acaba la saga de Elena Blanco, Carmen Mola no desaparece»
Antonio Mercero promociona estos días su nueva novela en solitario, 'Está lloviendo y te quiero'
Antonio Mercero (Madrid, 1969) ha sorteado «varias minas» con su última novela, 'Está lloviendo y te quiero' (Planeta). Ha escrito una acción que recorre 110 años a través de cuatro generaciones, una saga familiar que tiene mucho que ver con el propio escritor. Además, ha ... descansado de Carmen Mola (junto a Jorge Díaz y Agustín Martínez) para volcarse en solitario en una historia muy alejada de la violencia que se refleja en títulos como 'La bestia', ganadora del Premio Planeta en 2021. En 'Está lloviendo y te quiero', la emoción y el paso del tiempo, el retrato de una época y la identidad personal se juntan para escribir un libro tomado de un guion inédito de su padre, con quien empezó en el mundo de la televisión en la mítica 'Farmacia de guardia'. El suspense también forma parte de la trama, utilizando Mercero para ello un reloj de pared diseñado por el bisabuelo de la protagonista, Paula Yarza. A través de este objeto, el autor construye un viaje al pasado, relatando los conflictos que han definido la sociedad española durante el siglo XX y hasta nuestros días.
-El Planeta que ganó Carmen Mola causó una revolución. Con Juan del Val se ha desatado de nuevo la polémica, ¿qué opina de ella?
-Lo qué pasó entonces fue una virulencia de estilo feminista, un brote de cierto sector del feminismo por el pseudónimo de Carmen Mola. O sea, no tiene nada que ver con lo que está pasando ahora. Y ahora no sé, pues se está hablando de que el premio está muy desprestigiado, pero yo no he leído a Juan del Val, ni he leído esta novela de Juan del Val, ni he leído tampoco la de Ángela Banzas, así que difícilmente me puedo pronunciar.
-¿Cree que hay buena y mala literatura?
-Hay buena y mala literatura como en todo, por supuesto, pero la buena no necesariamente está en la literatura autoral y la mala en la literatura comercial. Hay buenos libros y malos libros.
-¿Siente que hay clasismo o elitismo en el hecho literario y en el mundo de los premios más todavía?
-Sí, hay elitismo en el mundo literario, sí, claro que sí. Hay autores que miran por encima del hombro a otros, hay géneros que son despreciados por la agencia literaria, sí, siempre ha sido así.
-A Carmen Mola el aluvión de críticas le vino por una cuestión ideológica. Las feministas se lanzaron ahí sin ni siquiera leer la obra, ¿no?
-Sin ni siquiera leer la obra, eso es. Es raro, estábamos un poquito más preparados para debatir el asunto de la autoría colectiva, que era un poco más en mi opinión la propuesta revolucionaria de Carmen Mola, el hecho de que seamos tres. No hay ninguna tradición en eso, escribir un libro entre tres. Eso es lo que estábamos dispuestos a debatir.
—Los autores de Carmen Mola se han tomado este año para escribir sus novelas en solitario. ¿Qué diferencia hay entre escribir a seis manos que hacerlo uno solo?
-Hay mucha diferencia. Para mí la principal es que escribir a seis manos te protege de la pereza y de la autocomplacencia, que son dos enemigos del escritor, y al ser tres no te las puedes permitir. Siempre hay alguien que te quita esas dos tentaciones de encima. Al escribir solo, las tentaciones regresan. Te amenaza la pereza, te amenaza la autocomplacencia, que es escribir exactamente lo que se te da bien y no arriesgarte mucho. Entonces, tienes que estar ahí un poquito vigilante con eso, ser muy honesto, contigo y con lo que quieres escribir, ser valiente, no autocensurarte y no aflojar en nada. Estoy contento con el resultado, creo que he conseguido mantener a raya a estos enemigos aún estando solo y a cambio tienes la ventaja de que escribes lo que te da la gana sin tener que consensuarlo con nadie. Eres de nuevo el rey soberano de cada una de las mil decisiones que hay que tomar en una novela. Y eso es muy guay, es embriagador, a veces puede ser un poco angustioso, también paralizante. Pero, por lo general, a mí me resulta embriagadora la sensación de que eres como un Dios haciendo lo que te da la gana.
-¿Y siempre había consenso cuando escribía para Carmen Mola?
-Bueno, se termina consiguiendo el consenso, pero a veces tienes que discutir, persuadir, o incluso votar entre los tres una opción.
- ¿Y le ha pasado que haya tenido que desechar una idea propia porque se la han derribado los otros dos?
-No, mucho no, pero algunas veces sí, tienes que estar preparado en un equipo de guion o de escritura de un libro tienes que estar preparado para que te rechacen una idea y no ofenderte, no tomártelo como algo personal, que es el riesgo que se corre y en lo que de hecho se suele caer. Como tenemos experiencia los tres, no nos lo tomamos como algo personal. Sabemos que es una cosa que los demás creen que es mejor para la novela. No es contra ti, es a favor de la novela.
-¿Hay que renunciar al entretenimiento para hacer algo excelso o simplemente bueno?
-No, no, no hay que renunciar en absoluto al entretenimiento. Creo que no está reñido el entretenimiento con la calidad. De hecho, creo que si es entretenido es más fácil que tenga calidad, o sea, una obra que se defienda casi sola. Pero bueno, hay libros que son muy buenos y no se distinguen por ser entretenidos. Pueden ser muy buenos por otras razones y que también sean válidas.
-Las críticas describen a 'Está lloviendo y te quiero' como una novela 'bella'.
-Me encanta que digan que es bello. Yo he querido que fuera bello y que transmitiera un poquito de tristeza también, de melancolía, pero que fuera un libro bonito y que emocionara al lector.
-Un cambio radical con la línea de las descripciones violentas de las obras de Carmen Mola, ¿no?
-Sí, es una novela de una saga familiar, no es una novela negra, aunque es una novela que habla de tiempos muy negros, eso sí, entonces lo negro está, aunque sea en el contexto.
-Cuando uno escribe cubriendo más de un siglo de historia, la labor de documentación ha de ser muy compleja.
-Sí, sí, claro, hay que leer más, hay que hablar con la gente, ir a los sitios. Hay que mirar fotos de la época, hay que hacer ese trabajo de documentación que es bonito, o sea, es bonito porque te va abriendo puertas, de pronto cosas que no estaban en la previsión de la narrativa, de la escaleta, entran, porque las descubres y dices, «wow, esto hay que meterlo, esto es precioso». Y se le hace un hueco rápido, descubres personajes que existieron y que pasan a estar en la novela porque te encantan y no los puedes no poner. Te dan un poquito más de trabajo, pero está bien.
-Su fuente principal ha sido la propia familia, ¿no?
-Sí, la familia, también fuentes fotográficas y de relatos, libros que no son de la familia, pero que hablan de la Lasarte del siglo XX y toda la prensa del siglo XX. Es una ayuda impagable porque tienes todo lo que sucedió de cualquier tema, desde cotilleos a los resultados de las carreras de caballos, hasta un crimen pasional o las peleas vecinales o lo que va al pleno del ayuntamiento. Puedes ver el pulso de la ciudad y es algo muy chulo.
-¿Cómo descubrió que esta era la historia que quería contar?
-Pues la verdad es que lo descubrí encontrando el reloj en Wallapop, esto es cierto. Se me alojó en la cabecita, no me di cuenta entonces, pero estaba ahí, resonando en mi mente. Un reloj de mi tatarabuelo del siglo XIX y que yo ni siquiera sabía que existía. Me parecía que era un arranque de novela que me permitía ir de forma muy natural al pasado, a contar cómo era la vida entonces. Me parecía que ese reloj era una metáfora perfecta para una saga familiar, del paso del tiempo. Había unos ingredientes ya de partida muy chulos y no sé, noté que sí, que era esa la historia que me pedía la editora, que estaba ahí alojada en las tripas.
-¿Pero había una nota en el reloj como en la novela?
-La nota no, la nota ya es de mi cosecha, ahí empieza ya el el novelista a tramar.
-Usted estudió y ejerció durante un tiempo el periodismo, ¿tan mal estaba la profesión como para dejarla?
-Estaba mal, siempre ha estado mal, ahora quizás esté peor, pero entonces es que estaba además mal pagado. Pero ahora está peor que cuando yo lo dejé en el año 93.
-Ha declarado que la literatura le ha salvado la vida en alguna ocasión...
-A mí me ha salvado la literatura sobre todo como lector. De estar muy deprimido por una separación de pareja y de pronto leer 'Moby Dick' y reconectar con la vida. O en momentos en los que no conseguía interesarme por nada, ni siquiera por mis esencias, por un partido de mi equipo o por una película o por una conversación con un amigo. Si te gusta leer tienes una herramienta muy poderosa. He dicho alguna vez que me salvó la vida, me sacó de, no sé si de depresiones, pero de procesos muy dolorosos.
-¿Y eso le ha impulsado como escritor?
-Sí, porque yo le doy una importancia extrema al trabajo del escritor. Creo que un libro puede provocar reacciones y sensaciones en los lectores muy diversas. Otras veces simplemente me da consuelo, me entretiene, me estimula, me desafía intelectualmente. Pero me encanta, me somete a tanto disfrute en claves muy distintas que me parece una maravilla. Entonces, si yo soy capaz de provocar eso en los lectores me parece muy bonito.
-¿Cree que se ha romantizado la figura del escritor que, como el periodismo, es un oficio?
-Yo creo que sí, que el lector en general profano tiene romantizada la idea del escritor y piensa que a un escritor le vendrá la inspiración y no sé qué cosas. A mí me gusta describirlo de una forma muchísimo más prosaica, es un oficio, es una profesión con unos horarios. Yo me siento a escribir y escribo y por supuesto que te puede dar un bloqueo creativo y puede que se te ocurra una idea genial un día, pero no existe tal cosa como la inspiración. Te remangas y haces tus 6 horas u 8 horas.
-Y al igual que hay mucha diferencia entre escribir solo a con otras dos personas, ¿dista mucho escribir para una novela que para una serie?
-Creo que en el proceso creativo no hay tanta diferencia, es escribir una buena historia y quieres que sea original, que tenga calado y un sentido. Que tengan personajes que molen, que no esté muy trillado, que haya giros, que tenga ritmo. Y eso lo quieres en todo caso, para una novela y para un guion, ya sea de una serie o una película. En eso se parecen, pero luego obviamente una novela permite más amplitud, tienes que armar una voz, un estilo. Un guion es distinto, dialogan y ya está.
-En su novela 'Pleamar' se hablaba del poder de las redes sociales. Ahora estamos inmersos en la época de la inteligencia artificial, ¿de qué modo cree que puede afectar eso a las creaciones literarias?
- Si los lectores mantienen un nivel de exigencia suficiente para distinguir una novela escrita por un ser humano y una novela escrita por una inteligencia artificial no pasará nada. Vamos a confiar también en que exista esa diferencia, es decir, que la inteligencia artificial no sea capaz de añadir subjetividad, fragilidad, emoción, la originalidad o la singularidad que convierte una novela en algo único, que es mía o tuya, del que la haya hecho. Si es así, se mantendrá la literatura que conocemos. Pero si no es así y al lector le da igual esta singularidad, pues no tardará en desaparecer el oficio. Puede haber novelas que ponga la etiqueta de 50% humano o 100% humano, como en el jamón. Hay muchos escritores que se están apoyando ya, no digo para escribir la novela entera, pero sí para descripciones e incluso para tramas. Creo que no tardará la inteligencia en poder hacer la novela entera y sobre ese molde el escritor pondrá sus cuatro ñapas y ya está.
-Pero usted es defensor de la literatura de la experiencia, de la necesidad de vivir para contar las cosas.
-Yo soy defensor de la literatura como mirada personal, insobornable, individual. La clave de una novela es quien la cuenta. Porque todos los temas están ya más que manoseados. No se puede escribir ya una historia de amor con aire original, pero sí puede ser original si yo la cuento desde mi punto de vista, o sea, el punto de vista del narrador es lo que distingue una novela de otra, la voz del que habla, del que cuenta.
-Su experiencia personal está marcada por su familia y, sobre todo, por su padre, Antonio Mercero. ¿Qué recuerdos de la infancia le están acompañando a lo largo de toda la vida?
-Los recuerdos de infancia más felices para mí son los recuerdos lúdicos, los recuerdos que tienen que ver con la broma, con la fiesta, con todo eso que en mi casa, que éramos seis hermanos, era constante. También se discutía mucho, naturalmente, pero se jugaba mucho. Mi padre era un muy buen generador de alegría y de buen rollo. Y también era un hombre muy empecinado en inyectarnos el veneno de la ficción, tanto por el mundo del cine como por el mundo de la literatura y creo que eso es una buena herencia. Para mí, la mejor herencia de mi padre es esa, que me enseñó a amar la literatura y el cine. Me convirtió en un cinéfilo para siempre y en un lector impenitente también para siempre.
-Esa cinefilia se muestra en esta novela.
-Sí, esa cinefilia se muestra, aunque cambie un poco al personaje, se la mantengo porque para mí es algo muy característico y el buen humor también se lo mantengo, ese lado payaso y lúdico.
-No es un ajuste de cuentas ni los personajes son todos trasuntos de los miembros de su familia, ¿no?
-No, no. Están los personajes, por supuesto, mi madre ahí está, pero no era así. Hay que ir explicando a algunas personas vivas que es una novela. Es un poquito confuso.
-¿Cuál es su personaje favorito de 'Está lloviendo y te quiero'?
-Me gusta mucho Julia. Julia sería mi abuela Salomé. Me gusta porque el rasgo de carácter que define a Julia y definía a mi abuela es el pesimismo. Y me hace gracia que fuera así, es una mujer que siempre miraba la vida con ojos pesimistas, nunca decía estoy bien, siempre si estaba bien decía hoy estoy peor, nunca decía estoy bien, era incapaz de decirlo. Enviudó en la guerra, a su marido lo fusilaron en el año 36 los anarquistas y tuvo que sacar adelante a un hijo ella sola. O sea, tenía razones para ser pesimista, pasó hambre como tantas mujeres en este país. Me parece que el pesimismo, siendo un rasgo muy habitual en la vida, está muy poco retratado en la literatura. Es un personaje muy tierno que me gusta mucho.
-Sin embargo, lo que más recuerda de su padre es la alegría.
-Sí, él era muy alegre teniendo una madre pesimista, pero ella se tuvo que remangar y sacar adelante a su hijo, gestionar su hacienda, su economía, como pasó con tantas familias. La mujer, que estaba en un lugar vicario del hombre, de repente la vida la colocó en la vanguardia. Las mujeres son las que sacan adelante a la familia, la casa, el huerto o lo que sea. Hay una historia bonita de mujeres que fueron empujadas, promocionadas, que de alguna manera tuvieron que sacar adelante todo.
-¿Cree que el personaje de Pío ayudará al lector a reencontrarse con ese niño que todos llevamos dentro?
-Es un personaje muy bonito también, un niño que mira la vida desde sus 10 años, que mira el infierno que hay en su casa, pero que también mira la transformación de su pequeña pedanía. Ve con ojos asombrados cómo Lasarte, que es un pueblito de cuatro casas y un río, se convierte en lugar de encuentro de reyes, aristócratas y ricachones del momento. Encima se enamora de la hija de un millonario francés criador de purasangres. Me gusta todo lo que le pasa a ese niño y cómo va saliendo adelante.
-¿Qué le queda por escribir o le gustaría escribir?
-Me queda mucho. Hay un aire en esta historia que habla de momentos duros, de la infancia siempre amenazada, la parte más desprotegida de la sociedad es el niño. Me encanta Dickens, un par de sus novelas forman parte de mi vida, son libros de cabecera de verdad. Por aquí puedo tirar un poco más. Pero luego hay otras cosas que me puede apetecer hacer. Ya veremos. Me gusta sentir que esto no se ha terminado. Que todavía puedes marcarte nuevos desafíos.
-Pero ahora está más enfocado en la literatura que en los guiones.
-Carmen Mola nos ha colocado ahí en una situación inesperada de éxito, el éxito lleva emparejado mucho trabajo, porque tienes que seguir ahí. Carmen Mola se ha mostrado y se está mostrando muy tirana con nuestro tiempo. Ahora hemos tenido para hacer un libro por separado, pero no deja mucho más. Pero yo haré más guiones también, lo que me gusta es contar historias.
-¿En esta novela hay un guion para una película o para una serie?
-Yo creo que sí. Se cerraría el círculo, porque este título es un guion de mi padre, inédito, para una película. Trataba de otra cosa, aunque sí trataba de Lasarte y San Sebastián, de sus recuerdos. Si le cojo el título, hago un libro y termina convirtiéndose en una película sería una forma mágica de cerrar esta historia.
-En periodismo se empieza por el titular, ¿en la literatura también se escribe primero el título?
-No, no es lo normal. A veces sale muy rápido y muy fácil y te gusta y otras veces es una pesadilla encontrar el título. El título tiene que ser chulo en lo que sea, en la clave que sea. Este es bonito y poético, pero no digo que tenga que ser todo en esta clave poética, pero el título tiene que estar bien. En Mola tenemos, yo creo, que muy buenos títulos. 'La novia gitana' es un buen título, 'La nena' es un buen título, es una cosa seca. Y eso lo notas. Si tienes que aceptar un título que no te convence es un horror. Título y portada son mucho más importantes de lo que pueda parecer, a veces más que el contenido. En este tiempo de imágenes y de marketing son importantísimos.
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