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Aída: marcha triunfal para la ópera en Sevilla
El 26 de octubre de 1994 se estrenó la primera ópera de producción propia del Teatro de la Maestranza, el único escenario lírico de España entonces por el fuego del Liceo y las obras del Teatro Real
Sevilla
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Iniciar sesiónEl Maestranza quedó mudo el 2 de octubre de 1992, cuando la Ópera de Dresde dio la última función de 'El holandés errante' de Richard Wagner dentro de la ambiciosa programación lírica de la Exposición Universal. Aunque se programaba música clásica y ... otros recitales, pasaron dos años completos hasta que la ópera recuperó su sitio en el escenario del paseo de Colón, cumpliendo así la vieja aspiración de los aficionados sevillanos.
El 26 de octubre de 1994 alzaba el telón para que un reparto encabezado por la joven soprano Andrea Gruber pusiese en escena la inmortal obra de Giuseppe Verdi 'Aída' en una producción propia del coliseo sevillano en colaboración con el Teatro de la Zarzuela de Madrid y el Teatro Comunale de Bolonia. El dramaturgo José Luis de Castro, uno de tantos a los que Sevilla ha pagado su deuda con ingratitud, se había hecho cargo de la dirección del teatro, que quedó huérfano a la conclusión de la Expo 92, con intención de sacar al transatlántico del dique seco.
Para la temporada 94-95 botó un trío de óperas bien reconocibles por el gran público: 'Aída', 'La Bohème' y 'Così fan tutte'. Verdi, Puccini y Mozart. En cuatro días de octubre, los primeros que se pusieron a la venta, los aficionados se hicieron con 1.830 abonos de ópera para las nueve representaciones programadas, tres funciones por título. Había efervescencia en las taquillas y expectación en el patio de butacas.
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La ópera no era cuestión menor entonces. El primer gran encontronazo de los responsables de la Expo 92 con las fuerzas vivas de la ciudad llegó cuando decidieron, de un plumazo, eliminar un teatro de ópera proyectado para la isla de la Cartuja. En su lugar, el palacio de la cultura que construía la Diputación desde 1988 en el solar del antiguo parque de la Maestranza de Artillería (de ahí el nombre, nada que ver con la vecina corporación nobiliaria propietaria del coso taurino) hubo de reformarse a toda prisa por sus arquitectos, Aurelio del Pozo y Luis Marín de Terán, para convertirlo en un teatro lírico.
Después, la presencia de Plácido Domingo como asesor lírico de la Expo92 deparó una temporada inolvidable, con la presencia de lo más destacado del momento. Hasta el 26 de octubre de 1994, sólo dos montajes menores habían mantenido la llama lírica: la previa de una especie de ópera en concierto que Philip Glass iba a estrenar en Italia a partir de la película 'La bella y la bestia' de Jean Cocteau y una 'Porgy and Bess' de Gershwin de repertorio que trajo el New York Harlem Theatre.
Cuando sonaron los acordes de la marcha triunfal del segundo acto, Sevilla contaba de manera accidental con el único escenario lírico de dimensiones adecuadas para grandes montajes operísticos. El Teatro Real de Madrid estaba en obras desde enero de 1991 (y no concluyeron hasta 1998) y el Liceo de Barcelona había sido pasto de las llamas en enero de 1994.
¿Sacó provecho Sevilla y su Teatro de la Maestranza de aquella privilegiada situación? La respuesta a esa pregunta, como tantas en la ciudad, sigue en el viento.
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