Una historia de Sevilla

Sevilla, la isla de Hércules

El mito de Hércules, Gerión y los seis pilares en el río Guadalquivir dio origen a la leyenda fundacional de Sevilla, tal como la recogió Alfonso X en su Estoria de España. Allí, el héroe habría plantado una estatua en cuya mano dejó escrito: «Hasta aquí llegó Hércules»

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¿Por qué Sevilla tiene una Alameda llamada de Hércules? ¿Por qué encontramos a este semidiós junto al Arquillo del Ayuntamiento de la ciudad? Estas preguntas tienen respuesta en el origen mítico de la urbe hispalense, la llegada de Hércules tras robarle los bueyes ... a un gigante llamado Gerión en la actual Cádiz, así nos lo cuentan los clásicos y así se explica la fundación mítica de Sevilla.

Hércules, el fundador de Sevilla que nació de un adulterio

Nos cuentan los clásicos que Hércules nació de un engaño: el de Zeus, encaprichado —más que enamorado— de la mortal Alcmena, princesa de Micenas. Para yacer con ella, Zeus adoptó la apariencia de su esposo, Anfitrión, que se hallaba en campaña militar, y alargó la noche durante tres días para disfrutar de más tiempo con ella. Tras aquella larga noche, regresó el verdadero Anfitrión y Alcmena, extrañada, le confesó inocentemente que ya habían estado juntos. De aquellos dos encuentros — el de Zeus disfrazado y el de su esposo legítimo— nacieron dos gemelos: Hércules e Ificles. Uno con sangre divina (el semidiós Hércules) y otro completamente mortal (Ificles). Hera, la esposa —y hermana— vengativa de Zeus, envió unas serpientes al lecho de los gemelos para matar a los hijos nacidos del adulterio de su esposo. Pero el pequeño Hércules, ya dotado de fuerza sobrenatural, estranguló a las serpientes con sus propias manos mientras aún estaba en la cuna.

Hércules de niño estrangulando las serpientes enviadas por su madrastra Hera. Museos Capitolinos (Roma)

La cólera y enemistad de Hera con su hijastro Hércules no terminó ahí. Ya adulto, la diosa le provocó un ataque de locura que llevó a Hércules a matar a su esposa Mégara y a sus propios hijos.

Horrorizado por su crimen, acudió al oráculo de Apolo en Delfos en busca de redención. El dios le impuso entonces un castigo: debía ponerse al servicio de su primo Euristeo, rey de Micenas, y cumplir los famosos doce trabajos imposibles a lo largo de doce años, para así expiar su culpa y recuperar su honor.

Uno de aquellos doce trabajos —concretamente el décimo— encomendaba a Hércules robar unos bueyes sagrados que estaban custodiados por un gigante de tres cuerpos, llamado Gerión.

Algunos autores antiguos matizan que no eran tres cuerpos, sino quizá tres hermanos-reyes. El escenario de esta hazaña se situaba en el extremo más lejano del mundo conocido para los griegos, más allá del Mediterráneo, en una isla mítica llamada Eritheia, en el dominio del Océano. Todos los clásicos coinciden en identificar esa Eritheia con la posterior Gades, es decir, la actual Cádiz. La primera mención literaria a Gerión aparece en la Teogonía de Hesíodo (siglo VIII a. C.), donde se nos cuenta que Gerión era hijo de Crisaor y de Calírroe, hija del Océano, y que poseía tres cabezas. Vivía en Eritheia, descrita como un lugar «rodeado de corrientes» y situado «más allá del ilustre Océano«. Según el mito, Hércules mató a Gerión, a su perro de dos cabezas, Ortro, y al boyero Euritión, en el establo donde se guardaban los bueyes. Otro poeta clásico, Estesícoro, hacia el 590 a. C., dedicó a este episodio su Gerioneida, donde detalla que Gerión habitaba una cueva pétrea frente a Eritheia, junto a un río llamado Tartessos —probablemente el actual Guadalquivir—, al que describe con bellas palabras: «un río de raíces de plata».

El robo de los bueyes de Gerión en Eritheia, actual Cádiz

De este modo, nos cuentan los autores clásicos que Hércules navegó por el Mediterráneo a bordo de una copa dorada, prestada por Helios, el dios del Sol, para poder atravesar las aguas del Océano y alcanzar la mítica isla de Eritheia.

Hércules navegando en la copa de Helios, el Sol, en su décimo trabajo. Roma, Museos Vaticanos, Museo Gregoriano Etrusco

Con su fuerza colosal, separó las tierras del extremo occidental, abriendo el paso entre el Mediterráneo y el Atlántico. Así, según la tradición, habría creado el Estrecho de Gibraltar, dejando como testigos de su gesta los célebres dos pilares: el Peñón de Gibraltar y el Monte Musa, en la costa marroquí.

Vista del Estrecho de Gibraltar en la actualidad con el Monte Musa al fondo

Tras atravesar el Estrecho y dejar plantadas las famosas columnas, Hércules arribó a la mítica isla de Eritheia —hoy Cádiz— con intención de vencer a Gerión y robar sus bueyes sagrados. Allí dio muerte al gigante de tres cuerpos, así como a su perro Ortro y al pastor Euritión. Pero del cuerpo de Gerión, muerto en combate, brotó algo más que sangre: según las antiguas tradiciones, de la sangre derramada por el gigante nació un árbol extraordinario, el drago. Los autores clásicos describen este árbol único por su savia roja, que manaba como si fuera sangre, y lo relacionaban directamente con el túmulo de Gerión en Gadir. Filóstrato menciona que los gaditanos lo llamaban «árbol de Gerión», y Estrabón recoge que al romper una de sus ramas fluía un jugo rojo como el cinabrio. Las representaciones más antiguas de este episodio, como el célebre bronce de Samos del siglo VII a. C., muestran al drago en la escena de la lucha, como parte del paisaje mítico gaditano. Aún hoy pervive en Cádiz el recuerdo de estos árboles singulares, cuya imagen ha quedado unida para siempre a la leyenda de Hércules y Gerión.

Drago Centenario del Parque Genovés en Cádiz. La mitología sitúa el nacimiento del primer drago en el lugar donde Hércules abatió a su enemigo, el gigante Gerión

Así terminaba en Gadir la gesta de Hércules frente a Gerión, dejando en la isla no solo el recuerdo de su hazaña, y consagrándose como fundador de la ciudad gaditana, sino también la huella de un árbol singular, nacido de la sangre del gigante, que formaría parte para siempre del paisaje y la memoria mítica de Cádiz. Pero el viaje del héroe no acababa allí. Tras la victoria, sus pasos lo llevarían río arriba, hacia otro enclave que también quedaría unido a su leyenda: la futura Sevilla.

La fundación de Sevilla: «Hasta aquí llegó Hércules»

Nos cuenta Alfonso X el Sabio en su 'Estoria de España', un compendio historiográfico en el que relata la historia de España desde sus orígenes míticos hasta su época (la década de 1270, en la que fue elaborada), que tras el episodio del robo de los bueyes de Gerión, Hércules siguió navegando y remontó el río Guadalquivir. Así lo recoge la crónica alfonsí (en castellano actual):

...le pusieron por nombre a la isla Gades de Hércules, aquella que hoy en día llaman Cádiz. Después de haber hecho esto, se embarcó con sus naves y fue navegando por el mar hasta que llegó al río Betis, que ahora llaman Guadalquivir, y fue remontando el río hasta llegar al lugar donde hoy está poblada Sevilla. Y siempre iban recorriendo la ribera buscando un buen lugar donde fundar una gran ciudad, y no encontraron otro mejor que aquel donde hoy está poblada Sevilla.«

Alfonso X el Sabio, Estoria de España, edición de Ramón Menéndez Pidal, Madrid, Real Academia Española, 1955, vol. I

Hasta una isla remota, situada entre lo que hoy serían las actuales calles Mateos Gago y la Alfalfa, habría llegado Hércules. Y continúa el relato de Alfonso X contándonos que allí, en aquella isla elevada sobre las aguas y alejada del mundo conocido, plantó seis pilares como señal del lugar donde habría de fundarse una «gran ciudad».

Sobre los pilares colocó una losa de mármol con un epígrafe que decía: «AQUÍ SERÁ POBLADA LA GRAN CIUDAD». Y sobre ella, una gran escultura de piedra, con una de sus manos apuntando hacia su lugar de origen, el Oriente, donde dejó escrito en la palma: «HASTA AQUÍ LLEGÓ HÉRCULES«.

Sevilla, ciudad a veces desmemoriada, olvida en ocasiones a su ilustre y mítico fundador. Pero aún perviven huellas que nos recuerdan el mito de Hércules. La Alameda toma su nombre cuando, en 1574, el Conde de Barajas la bautizó y coronó una de sus columnas —traída de la calle Mármoles (erróneamente identificada por la tradición como perteneciente al templo de Hércules sevillano)— con una estatua de Diego de Pesquera, inspirada en el Hércules Farnesio que hoy se conserva en Nápoles, y que aún hoy preside el viejo paseo de la Alameda.

Alameda de Hércules con las columnas traídas de c/ Mármoles en 1574 y las esculturas de Hércules y Julio César que recuerdan a los fundadores de Sevilla

También en el Ayuntamiento flanquean el arquillo las esculturas de Hércules y Julio César, y todavía en la puerta de Jerez una lápida nos recuerda aquellos versos:

Hércules me edificó

Julio César me cercó

de muros y torres altas

Y el Rey Santo me ganó

Con Garci Pérez de Vargas

Y es que, según el mito, aquel enclave donde Hércules habría dejado su escultura sería, siglos más tarde, el lugar donde se fundaría la actual Sevilla. Pero esa es una historia que contaremos más adelante.

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