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RELOJ DE ARENA

Vicente Pantoja «Picoco»: La llave de la genialidad

Tenía don de gente y la gente lo trataba con el don de su gracia. Sabía convertir la pena en alegría

Picoco con Carmina Ordóñez en la Maestranza ARCHIVO FAMILIAR MANUEL PANTOJA

FÉLIX MACHUCA

Corrían tiempos de peroles desconchaos, de ollas con poco tocino y las maletas, atadas con cuerdas en las estaciones de tren hacia alguna parte, eran la mejor metáfora de una España que huía consigo de sí, para buscar el pan caliente y los garbanzos de ... cada día. Y Vicente Pantoja «Picoco» cogió a los suyos y se fue a la Barcelona donde los andaluces levantaban lo que hoy se quieren quedar unos pocos, para trasladarse después a Madrid, al rompeolas de España. Llevaba en su mano la llave de las puertas de su triunfo. Era elegante, amable, con una gracia singular en su ser que lo hacía distinto y conocía el mundo del flamenco como la palma de su mano, por donde corría sangre de faraones gitanos. Montó fiestas de flamenco en la Casa Blanca (para Nixon y para Ford ), en el Pardo para alegrar las pajarillas del régimen, en el palacio de Miraflores de Caracas con Carlos Andrés Pérez y en la casa Rosada de Buenos Aires para que los barrios de la Boca y Santiago se hermanaran en tangos por alegrías. Picoco tenía don de gente y la gente lo trataba con el don de su gracia. Sabía convertir la pena en alegría. Era Jerez.

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