Aniversario
Operación Clavel: el drama final de una tragedia en tres actos
Hace sesenta años, en diciembre de 1961 Sevilla vivió una de las jornadas más luctuosas cuando el accidente de una avioneta dejó un reguero de sangre entre el público que aguardaba la llegada de la caravana con suministros y víveres para los damnificados de la catastrófica riada del Tamarguillo
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Iniciar sesiónA la altura de mediados de diciembre de 1961, hace ahora justo sesenta años, a Sevilla no le cabía ya más dolor en el cuerpo. En mayo, el accidente de un camión camino del Rocío había deparado 22 muertos al despeñarse en una curva de la cuesta de las Doblas ... en el término municipal de Sanlúcar la Mayor; en noviembre, el arroyo Tamarguillo se había desmadrado originando la peor inundación de la que se tenía memoria; y tres semanas después de aquella desgracia, «otra prueba» .
Tal fue el titular de portada de ABC de Sevilla el 20 de diciembre de 1961 , con amplio despliegue informativo por el accidente mortal de una avioneta que acompañaba la caravana cargada de suministros (colchones, ropa, juguetes...) y víveres para los más de cien mil damnificados por la riada. Después de sesenta años, cuesta hacerse una idea cabal de cuanto supuso de herida en el corazón de la ciudad : las crónicas de urgencia plasmadas en los periódicos apenas pueden traslucir el sufrimiento individual de miles de damnificados que perdieron todos los enseres o incluso la vivienda.
Apenas unos días después de aquella riada cuyos efectos perdurarán en la conciencia colectiva durante décadas, el accidente aéreo de una avioneta vino a enlutar todavía más la ciudad cuando la impresionante ola de solidaridad se había volcado con Sevilla para paliar en lo posible las necesidades de tantas personas como se habían quedado sin nada.
El balance definitivo arrojó la cifra de 23 muertos y más de un centenar de heridos por la caída accidental del aparato sobre la multitud que aguardaba a los bordes de la autopista de San Pablo para recibir la caravana de camiones con el auxilio prometido. Lo que estaba llamado a convertirse en una jornada festiva con espectáculos y actuaciones para celebrar la gran respuesta solidaria se convirtió en un duelo.
De todo eso se cumplen ahora sesenta años . También de las historias personales que acompañaron las noticias que coparon los titulares de aquellos días de zozobra y luto. Una mirada desapasionada a los nombres escondidos en la letra menuda de las crónicas periodísticas de la época puede servir como piedra de toque para los lectores de hoy cuando el abatimiento por los efectos de la pandemia y otros acontecimientos sobrevenidos pueden nublar el entendimiento: cualquier tiempo pasado no fue mejor .
Moisés, rescatado de las aguas en Nervión
Se llamó Moisés. No podía llamarse con otro nombre el niño recién nacido en medio de la crecida de las aguas en San Bernardo. Su madre pedía aplausos y besos para el retoño, que vino al mundo a la vez que el arroyo Tamarguillo se salió de madre el 25 de noviembre de 1961 al abrirse una brecha de cincuenta metros en el muro de defensa.
Una catástrofe que cambió Sevilla: cuatro o cinco millones de metros cúbicos inundaron 552 hectáreas , afectando a 125.000 vecinos, de los que 30.176 se quedaron sin un techo bajo el cobijarse. La historia más allá de la riada está hilvanada por decenas de nombres propios, pespunteados en el periódico.
Como el de Alfredo Ruiz-Gómez que se había lanzado a ayudar desde el sábado en que las aguas rompieron el dique de contención a la altura de la autopista de San Pablo y el lunes todavía no había aparecido por su casa , donde lo echaban en falta. El anciano Pedro Luque se ofrecía a las chicas de Servicio Social para entretener a los chavales en el refugio del Plantinar. Y el ingeniero José Luis Luque, de la empresa Masa, ofrecía quinientos pollos para dar de comer a los damnificados.
Sevilla había quedado incomunicada en la tarde del sábado 25 de noviembre: las líneas telefónicas se cayeron al inundarse la central de Telefónica en Luis Montoto; se suspendieron los tranvías; se cortó la conexión ferroviaria a San Bernardo , aunque se mantenía abierta la estación de Plaza de Armas; y se anegaron muchas carreteras de aproximación a la ciudad, incluida la autopista de San Pablo . El aeropuerto permaneció cerrado por el vendaval aquel fatídico sábado.
El hilo de conexión de la ciudad con el mundo lo mantuvo la radio y las lanchas de la Armada y los helicópteros del Aire. El coronel Thomas J. Rogers, comandante del 3.973 grupo de suministro de combate de la USAF, ordenó abrir el gimnasio de Santa Clara y allí se refugiaron medio millar de damnificados. Sólo medio millar de 30.000 refugiados...
Antonio no llegó nunca a bailar
La siguiente riada en llegar a Sevilla fue mucho más amable que la primera: una ola de solidaridad desde todos los puntos de España siguió a la catástrofe. Primero vinieron los jerarcas del régimen, con el almirante Carrero Blanco (ministro subsecretario de Presidencia) y el general Vigón (Obras Públicas) a la cabeza. Desde el 3 de diciembre, Gual Villalbí , nombrado algo así como ministro sin cartera para la reconstrucción de Sevilla . Sólo cinco días después se estaban repartiendo los primeros ajuares: camas, colchones, sábanas, mantas...
Cada uno aportaba lo que tenía. Quien mucho, mucho; quien poco, poco. Por ejemplo, el marqués de Murrieta , en nombre de Coanbega, la embotelladora de Coca-Cola, personal, camiones y dinero en metálico; Antonio Vázquez Galián , de Linares, promete un envío de prendas de lana ; un grupo de obreros del señor Alarcón de la Lastra reúne 725,36 pesetas; y los de la fábrica de tortas de Andrés Gaviño, 500 ; doña Aurelia Avilés Alcaudete, 25 pesetas .
Los artistas se volcaron para espectáculos y galas benéficas con los que recaudar fondos. La soprano Esperanza Fernández de Córdoba se ofreció de las primeras. Y el torero 'El Trianero' a matar lo que saliera de toriles, mientras el conde de Villafuente Bermeja brindó un novillo y el alcalde de Jerez el orfeón y orquesta del municipio para un espectáculo. Todo se aprovechaba. No había ofrecimiento baldío.
Toda esa corriente inconmensurable, que sorprende en el menudeo del recuento diario de las suscripciones populares, la encauzó la estrella de la radio del momento, Boby Deglané , desde los micrófonos de Radio España en Madrid en la bautizada como Operación Clavel con la duquesa de Alba, la inolvidable Cayetana, actuando como madrina . Millones de pesetas recaudados en maratones radiofónicos durante tres semanas iban a desembocar en una gala en el teatro Lope de Vega para el martes 19 de diciembre en que iban a desplazarse desde Madrid los 532 viajeros, 89 camiones, 6 furgonetas y 111 turismos transportando 561.180 kilos de víveres por valor de diez millones.
Antonio el Bailarín era el mascarón de proa de aquella función en la que se presuponía una jornada festiva en toda Sevilla apenas una semana antes de Navidad ...
Carmen, Trinidad y Rosa, tres hermanas muertas
El editorial de ABC del día 20 de diciembre resumía a la perfección el ambiente general en la ciudad: «El llanto de Sevilla es más profundo, más intenso, más desgarrador que en cualquier otra circunstancia, precisamente porque vivía unas horas horas de alborozo , las únicas que gozara desde hace varias semanas. Había que ver a Sevilla a la una de la tarde. El martes se había hecho domingo, fiesta grande ».
Sevilla se había echado a la calle para recibir la caravana de la Operación Clavel . No es una licencia literaria, sino la explicación del gentío que abarrotaba la autopista de San Pablo para saludar la llegada del auxilio comprometido. Pero llegó una tragedia en forma de accidente de una avioneta que sobrevolaba la concentración lanzando octavillas.
El aparato, una Stinson con matrícula EC-AF. D. , quiso acercarse a la multitud de vecinos de la Corza y Árbol Gordo que sostenían unas pancartas alusivas: «Las familias que en la Fábrica de Sombreros y en las chozas habitan, desean que estas buenas almas les hagan una visita » y «Viva el locutor más grande y la duquesa más buena , que han venido a Sevilla a invitarnos en Nochebuena. ¡ Gracias Boby !».
El aparato bajó para que el reportero de 'Actualidad española' Antonio Fernández sacara fotografías, con tan mala suerte que la avioneta quedó enganchada en unos cables de alta tensión en la actual avenida de Kansas City, se balanceó unos segundos y acabó precipitándose sobre el gentío convertida en una bola de fuego .
El piloto, Luis María Jiménez Romano , que se había ofrecido voluntario para maniobrar el aparato, y el dueño de la compañía comercial Ícaro propietaria de la aeronave, Enrique García Fernández , perecieron en el acto. El reportero salvó la vida.
En tierra, entre los espectadores, el balance provisional no bajaba de veinte muertos (23 confirmados en los días posteriores) y no menos de ochenta heridos (que subió al centenar en las horas siguientes).
Todo quedó suspendido . Se derivaron los camiones a los puntos de recepción y lo que iban a ser galas y funciones se trocaron misas y réquiems.Dolor sobre dolor, pena sobre pena.
Al día siguiente, 20 de diciembre, se inhumaron los cuerpos de quince víctimas en el cementerio de San Fernando de Sevilla y de tres más en el de Sanlúcar la Mayor: los de las hermanas Carmen, Trinidad y Rosa (de 26, 17 y 13 años de edad), que habían acudido a la Corza, donde otra de sus hermanas, Isabel, había perdido todos los enseres de su casa. El padre de las infortunadas había costeado la carrera del taxi desde Sanlúcar a Sevilla a una de las hijas que no había encontrado hueco en los autobuses fletados para que no se perdiera el recibimiento a la caravana de auxilio. Se habían reunido en la venta de los Reyes , donde tomaron un refrigerio antes de situarse en los arcenes a esperar la comitiva.
Luego les sobrevino la tragedia. A su familia, en primer lugar. Pero también a toda Sevilla: la cicatriz de la Operación Clavel todavía sangra sesenta años después.
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