Reloj de arena

Juan José Amador: un sobrio en el cartel

No es un secreto que el arte empuja a la cosa. Y la cosa es que hay artistas que se beben a buches atropellados la medicina de su inspiración o que, por narices, aligeran su capacidad de percepción con el ansia colombiana

EN LOS GITANILLOS. La imagen reclama marco. Estamos en los finales de los años sesenta o principios de los setenta. Camarón ha recalado en los Gitanillos de Pepe Donaire en Camas. Para firmar una noche de estrellas fugaces y complot con el arte. El chavalito que posa a su lado en Juan José Amador, en el arranque de su gran carrera artística. Archivo Juan José Amador

Félix Machuca

No es solo y exclusivamente un asunto de flamencos. Payos o gitanos. Es un asunto que abarca a todas las artes y a todos los colores: desde la pintura al cine, desde la música a la literatura, desde la ópera al rock. Es más fácil ... que un camello pase por el ojo de una aguja que encontrar un sobrio en un cartel de artista. Esa es la primera sorpresa que te da la biografía de Juan José Amador , una especie de antídoto natural contra el veneno de la tentación, un hombre sin sed de botella ni adicto a otra raya que no sea la del pantalón. Miembro de la legendaria familia Amador de Triana, gitano por los cuatro costados y con flores flamencas en su escudo nobiliario como para sembrar el jardín del arte, es la singularidad que encuentra la excepción de la regla. Es un sobrio en el cartel…

De pequeño tenía una voz de caramelo que endulzaba las almas torturadas por los reveses de la vida. Fue niño que cantó en las calles y en los tablaillos, con aquel grupo que lideraba su primo Raimundo Amador , el comandante platillo, alegrando las tabernas por Navidades y los portales en las velá de los barrios. Luego Pepe Donaire rescató a aquella alegre pandilla para llevársela a su local de Camas, a Los Gitanillos , donde Paco de Lucía los vio y se asombró. En la pleamar noctámbula del local de Donaire se veían cruzar la bahía flamenca unos trasatlánticos pasados de compás: Camarón, Manuela Carrasco, El Lebrijano, El Junco, Manuel Molina, Chiquetete .

Cuando coincidían dos grandes naves se batían por tangos, bulerías y soleá hasta el amanecer. Para que nadie se fuera a su casa a dos velas… Eso mismo ocurrió aquella noche en la que Paco de Lucía descubrió a Juan José Amador y quiso llevárselo, junto con su primo Raimundo y los integrantes del grupo, para el espectáculo en Madrid. Donaire se encargó del estilismo. Y se fue hasta Izquierdo Benito para que los chavales lucieran en el Foro con un terno azul cada uno. A veinte mil pesetas de la época por bigotillo. Parecían colegiales uniformados de una alta institución inglesa. Pero les delataba el compás y la canela…

Juan José Amador estuvo presente en aquella noche gloriosa en el Bar Flor , rompeolas de murciélagos, hombres lobos y chupa vidas que tuvo la Sevilla de los setenta a la vera del Duque. Fueron a desayunar toda la pandilla: Bobote, Raimundo Amador, Manzano, Rafaelillo Amador y Ramoncito . Ramoncito no daba la talla. No daba para pivot. Era de los países bajos. Y la policía se empeñó en no dejarlo entrar en el bar porque era un menor. Ramoncito tenía veinte años de carné aunque se quedó en un bisiesto con la talla. Hubo que enseñar el DNI para que el niño pudiera desayunar con los amigos. Cuando terminaron aquellas noches iniciáticas, donde los chavales se rozaban con los grandes y los miraban con la admiración que despiertan las leyendas en vida, Juan José Amador saltó de Los Gitanillos a los grandes tablaos locales: Los Gallos, El Arenal . Desde muy joven su arte y profesionalidad lo hicieron pasar por las compañías de los más grandes: Mario Maya, Manuela Carrasco, Farruco, Matilde Coral, Cristina Hoyos… Fue en este tiempo donde se hizo un sobresaliente cantaó patrá, dominando su sensibilidad todos los secretos para multiplicar los encantos del artista al que le cantaba. Con el tiempo supo curtir otras cualidades hasta consagrarse como artista total. Porque canta, baila, toca y actúa. Siempre estuvo rifado. Enrique Morente , antes de que Juan José se convirtiera en figura, también se lo quiso llevar para Granada, con la intención de incorporarlo a su espectáculo nacional. Al igual que Pulpón , el hombre que salvó a los flamencos de los cuartos de atrás, Morente sostenía que era un auténtico crack. Llevaba el veneno bueno de los grandes en sus venas. Y con sus primos los Amador grabó un single que fue el pelotazo de la mitad de los setenta: ‘Dame Veneno’ . Tras el éxito, Juan José apostó por la flamencura pura y dura. Y sus primos eligieron el camino del jamón roquero, pisando fuerte con la Pata Negra . Fue una separación que desbordó acierto. Juan José Amador está en posesión de esa inquietud de búsqueda que tienen los grandes. Se ha acercado al teatro, al jazz y nunca le ha dado jindama lo extraño ni lo ajeno, dejándose acompañar por instrumentos tan ajenos al flamenco como la zanfoña o la marimba.

Estuvo en los compases fundacionales de la Bienal sevillana, disfrutando de lo jondo con las compañías de artistas como Manolo Soler e Israel Galván . Hoy continua en activo y siendo el más sobrio del cartel. Dando clases en las aulas de Cristina Heren y actuando cuando el mercado lo llama. Su casa, sus hijos y su arte siguen siendo los afluentes principales de un río sin contaminar. Nunca se salió de madre para pedir un favor ni buscó el genio del flamenco en la botella. El único ansia que lo ha dominado ha sido el de aprender y enseñar.

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