La crónica de Sevilla en negro

Crimen de la Oliva en Sevilla: «La mayor salvajada conocida en España»

Hace medio siglo, María Isabel Segura Sánchez desapareció la noche del Martes Santo mientras jugaba en la terraza de un bar de la barriada de la Oliva; el crimen quedó sin culpable al ser absuelto el único sospechoso que se sentó en banquillo

¿Por qué mataron a la joven Rosario Oliver?

Recorte de la página publicada por ABC de Sevilla el 30 de marzo de 1972 ABC

Jesús Díaz

«Es la mayor salvajada conocida en España». Son las palabras de uno de los muchos periodistas de Madrid, Barcelona o Bilbao , que se desplazaron hace cincuenta años a Sevilla, en plena Semana Santa , para cubrir las novedades del salvaje crimen ... acontecido en la ciudad en la noche del Martes Santo. María Isabel Segura Sánchez, de dos años y medio, había sido estrangulada y violada . Volvía a la barriada de la Oliva, donde vivía, tras pasar la tarde viendo junto a su madre, una hermana y unas amigas. Se detuvieron a tomar un refresco en el bar Las Góndolas. Las pequeñas salieron a la terraza a jugar. Eran sobre las once y cuarto de la noche. Ahí se perdió la pista de Maribí, como la conocían. El crimen quedó sin resolver.

Tras una noche infructuosa buscando a la niña, a la mañana siguiente, Miércoles Santo , en una hondonada de unos dos metros de profundidad existente entre «la explanada sin edificar situada entre el talud por el que discurre el ferrocarril Sevilla-Alcalá de Guadaíra , las tapias de la factoría de Hytasa , la carretera de la Universidad Laboral y el Polígono Sur , aproximadamente a unos cuatrocientos metros del lugar donde desapareció «fue localizado el cuerpo de la pequeña Maribí, «preciosa chiquilla que sonreía siempre», como se le describía en las informaciones que a raíz de este execrable crimen fue publicando ABC de Sevilla. La primera noticia salía en el periódico del Jueves Santo de 1792.

El cuerpo de la niña presentaba muchas lesiones y mordiscos , hasta trece, por distintas partes, así como síntomas de estrangulamiento. Su ropa estaba rota en pedazos. «Y señales visibles de haber sido violada». Comenzaba entonces la búsqueda del salvaje que había cometido tal atrocidad: un hombre de unos 40 años , mal vestido, que llevaba un canasto o cesta. Eran los pocos rasgos de su descripción que se podían dar.

«Numerosos sospechosos»

Las horas pasaban sin grandes novedades en la investigación. La conmoción nacional también iba en aumento. A Sevilla llegaban periodistas de Bilbao, Barcelona o Madrid para conocer de primera mano todo lo que rodeaba a este execrable suceso. Las informaciones que se publicaban esos días llamaban a los sevillanos a «informar de todo lo que haya visto, vean o puedan sospechar, a la Policía».

El 2 de abril ABC de Sevilla detallaba que los investigados seguían de cerca a numerosos sospechosos , alguno de ellos ya habían sido detenidos, pero sin lograr con dar con el presunto autor de este monstruoso asesinato.

Hubo de esperar unos veinte días para que la Jefatura Superior de la Policía anunciar la detención del «asesino»: Antonio Manzano Beato . Tenía 38 años y estaba soltero. Hurgando en su vida se supo que habría abusado de su madre, una anciana invidente de 78 años. En 1963 fue condenado por abusos deshonestos a una niña de siete años.

Sus pasos por el manicomio de Miraflores eran habituales. Con la detención del que los agentes señalaban como el asesino de la pequeña Maribí se llevó a cabo la reconstrucción de los hechos.

La vista oral

Casi un año y medio después del crimen, Antonio Mazano Beato tenía que sentarse en el banquillo de la Sala Tercera de lo Criminal Audiencia Territorial , que estrenó sede en el Prado de San Sebastián en 1971.

Corría el 21 de noviembre de 1973. La expectación de la vista oral era máxima a las puertas de la sala esperando escuchar «audiencia pública» para entrar. Unos hablaban del «desequilibrio» mental del acusados, otros sobre su «crueldad inhumana».

En su interrogatorio negó haber tenido algo que ver con el crimen de Maribí: «Yo no tengo corazón para eso» . Las niñas que jugaban con la pequeña desaparecida y asesinada expusieron ante la sala que el sospechoso era alto, con entradas en la cabellera y una cesta de cremallera.

Los forenses que pasaron por el juicio lo definieron como una personalidad «anormal», de tipo esquizoide. Aunque los distintos médicos especialistas apuntaron que su inteligencia puede considerarse normal, existe « una desviación psicosexual, con tendencia sexual hacia los menores ». Además, apuntaron que era un alcohólico crónico. Uno de éstos aseguró que no se podía afirmar con rotundidad que los cabellos hallados en varios sitios no eran los del procesado.

Durante el juicio se vivieron momentos de tensión. Varias mujeres increparon con gritos de asesino al acusado, que fue defendido por un letrado de la Conferencia de San Vicente , una institución benemérita y frateran que prestaba atención a los reclusos y sus familias. El juico encaraba su final y llegaba el turno del fiscal y el abogado defensor. El primero llamó «monstruo» al acusado. Solicitó 20 año de reclusión menor por el asesinato y seis meses de arresto mayor por los abusos, así como 30 años de destierro.

«Soy inocente»

La defensa, por su parte, alegó que no había pruebas contra su cliente y ante tal ausencia de pruebas solicitó la absolución en base al principio 'in dubio pro reo'. «Soy inocente» , fueron las últimas palabras del procesado. Visto para sentencia. Sólo quedaba esperar al fallo judicial. La mañana del 30 de noviembre fue el día elegido para dar a conocer la sentencia. ¿Condena o absolución?

El 1 de diciembre ABC de Sevilla publicaba el fallo íntegro . El resultado era la absolución y puesta en libertad de forma inmediata del enjuiciado, ya que tras la celebración del juicio el tribunal no tenía «la convicción moral necesaria para dictar en conciencia un fallo condenatorio». Tampoco quedó acreditado que la violación y el asesinato de la niña fuera ejecutada ni tuviera participación Antonio Manzano Beato, «un hombre de corta estatura, pelo espeso y frente estrecha», unos rasgos físicos que nada tiene que ver con la descripción que dejaron las amigas de la víctima: «un hombre alto, de escasa cabellera y grandes entradas».

La única prueba, a juicio del tribunal, que pesaba en su contra era su propia declaración, tomada tras varios días detenidos y sin beber , teniendo en cuenta que era un alcohólico crónico. Era insuficiente. A las seis y diez de la tarde del 30 de noviembre salía de la prisión provincial. Vestía de riguroso luto por el fallecimiento de su madre . La primera noche cenó y pernoctó en la casa de su abogado.

La absolución fue confirmada por el Tribunal Supremo, pero a pesar de ello fue intercambiando periodos en el manicomio y en la cárcel. Tres meses después del fallo de la Audiencia, Antonio Manzano Beato volvía a ser noticia porque el Juzgado de Peligrosidad y Rehabilitación Social imponía a éste el aislamiento curativo en casa de templanza hasta su total curación, internamiento en establecimiento de preservación hasta que se considere necesario y obligación de declarar su domicilio. Además, se le imponía el acceso a bares durante dos años. Su nombre volvió a aparecer en las páginas de ABC el 18 de mayo de 1982. Antonio Manzano Beato había muerto .

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