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Reloj de arena

Antonio Mejías Solís: Una patada a seguir

Fue uno de los pioneros del rugby en Sevilla, profesor de Educación Física y genio del tercer tiempo de los partidos

Félix Machuca

Quédense con cualquiera de estas dos frases sobre el noble y duro deporte del rugby. La primera hay que imputársela Chris Laidlaw , internacional con los Alls Blaks en los sesenta: «Las cervezas y el rugby son más o menos sinónimos». La ... otra es de aquel gran actor de los sesenta, Richard Burton , esposo volcánico y nada sobrio de Elizabeth Taylor , que sentenció: «El rugby es un espectáculo maravilloso: baile, ópera y, de repente, la sangre de un asesinato». En el rugby sevillano, les hablo de los pioneros, brillan una serie de nombres que hubieran firmado cualquiera de las dos frases. Pero añadiéndole alguna subordinada con acento macareno o chapinero. Uno de esos pioneros fue Antonio Mejías, El Meji , que antes de ser maestro de Educación Física fue de todo menos un pecho frío. Mejías se vistió de armao de la Macarena, fue ciclista, balonmanista, pilar de rugby, lechero, bombero de urgencias, psicólogo de terceros tiempos y un ciudadano convencido de que el deporte sacaba a los chicos de los hipódromos callejeros y los ganaba para la carrera definitiva de la vida. A veces uno se preguntaba, cuando El Meji iba al mercado de Los Remedios a buscar pescaeros, fruteros y carniceros como armarios de tres puertas para envenenarlos con el rugby, si de verdad buscaba potenciales jugadores o pretendía hacer ciudadanos.

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