Alfredo Bryce Echenique: «La maldita política todo lo arruina»
El escritor peruano Alfredo Bryce Echenique ha elegido una revista literaria sevillana, «Renacimiento», para ofrecer un adelanto de su próximo libro que se publicará en breve. En esta entrevista habla de algunos de los temas de su «Permiso para sentir» (Anagrama).
-¿Notó que se reprodujera en Guadalajara el enfrentamiento entre escritores andinos y criollos del Congreso de Literatura Peruana de Madrid?
-No estoy al corriente de ese enfrentamiento, la verdad. Son las ventajas de vivir fuera. Y tampoco noté hostilidad alguna entre mis colegas ... y compatriotas en la Feria de Guadalajara.
-¿Cuántas invitaciones recibe al año para dictar una conferencia, asistir a un congreso, escribir un artículo...? Se lo pregunto por el agradecimiento que expresa a Umberto Eco al inicio de su «Permiso para sentir».
-Nunca me he quejado de esas invitaciones, que me gustan porque me permiten viajar, y que trato de complacer siempre. A lo que me refiero al citar a Eco es a toda esa sarta de curiosos que tratan de invadir nuestra intimidad con cualquier pretexto.
-Las veces que Andalucía sale en sus libros de memorias son bien extrañas, una por la corte papal del Papa Clemente en pleno recinto de la Feria de Abril de Sevilla, la otra cuando el rejoneador Ángel Peralta le paga el hotel en Huelva a manera de disculpas ¿no le han pasado cosas normales en el sur de España?
-Muchas, muchísimas, pero esas dos me impresionaron y la del rejoneador Ángel Peralta, por la forma en que ocurrió, no deja de tener su encanto.
-Por cierto, ¿sigue siendo tan celoso como cuando el encontronazo con el rejoneador en Huelva, o esas cosas se suavizan con la edad?
-Me parece que no ha leído usted con atención ese capítulo de mis «Antimemorias». Para nada se habla de celos en él. Se habla tan sólo de la inmensa suerte que tuvimos mi primera esposa y yo, dos muchachos muy pobres entonces, de que alguien nos librara del lío en que nos habíamos metido al tomar habitación en un hotel totalmente fuera de nuestro alcance. Angel Peralta realmente nos salvó.
-¿Qué otras cosas se suavizan con la edad?
-No lo sé, pero me imagino que las personas celosas lo son hasta la muerte.
-La revista «Renacimiento» hará un adelanto en España de su próximo libro, que reúne sendos ensayos sobre la soledad, el amor y la depresión, ¿cuál de esos tres conceptos le atañe más en este momento de su vida?
-Hablo también de la felicidad. Y en este momento soy muy feliz y estoy muy enamorado.
-En su libro afirma que está siempre yendo y viniendo. En este momento, pues, ¿se encuentra usted yendo o volviendo?
-Estoy viviendo mi semestre limeño. que va de enero a julio y que paso con mi esposa y sus hijas. Estoy escribiendo mucho, trabajando intensamente en mi nueva novela, cuyo título es «Las obras infames de Pancho Marambio». Veo mucho a mis amigos del colegio y a varios escritores peruanos que quiero muchísimo: Abelardo Sánchez León, Alonso Cueto, Fernando Ampuero e Ivan Thays. Y a varios amigos más, críticos y editores.
-¿Qué amigos le dan más quebraderos de cabeza, los de Perú o los de España?
-«A los amigos hay que perdonarles todo. Aunque joda». Son palabras de Manongo Sterne, el personaje central de mi novela «No me esperen en abril».
-En España se dice «de aquí a Lima», en efecto sigue estando tan lejos?
-Realmente eso depende del vuelo que elegiste y de la suerte. A veces queda lejísimos: Como de Lima a China.
-¿Su abuelo tenía un porte tan aristocrático que lo confundían con Alfonso XIII, con quien le gustaría a usted que lo confundieran por el porte?
-Con ese abuelo, pero no por lo de Alfonso XIII. Ya no queda gente en el Perú como ese abuelo mío. Lo vi matar a otro caballero como él en un maravilloso duelo de espadas. Bailaba como nadie, nadaba como nadie, vivía como nadie, era bueno como nadie, me quiso como nadie y lo quise como a nadie. El Perú que amé se acabó con él.
-¿En qué estribaba ese cierto provincianismo que usted notaba en la «gauche divine»?
-Todo lo que reivindicaban, todo lo que hacían y decían y leían eran ya recalentados de lo ya visto y vivido en la Lima de años antes, por ejemplo. Y puestos en París daban vergüenza ajena. Como esa joven editora afincada en Barcelona y que se me desnudó de pie sobre mi cama para cambiarse de atuendo y ponerse en pleno invierno unos pantys para ir a sentarse en el Deux Magots. Quería estar «in», y sólo logró pescar un gripazo que le arruinó el viaje. Sólo Carlos Barral sabía estar bien donde lo pusieran, sea París o Formentor.
-¿Por qué no se hablan entre sí los miembros del «boom» que quedan vivos?
-La maldita política que todo lo arruina, me imagino.
-¿Usted sigue siendo amigo de todos ellos?
-Yo sigo siendo muy amigo de todos los que aún viven, pero sí es cierto que se evitan cuidadosamente. Una pena.
-Pero sobre García Márquez ironiza en su libro acerca de su proximidad con Castro...
-Ironizo, sí, pero entiendo profundamente la honda amistad entre dos seres esencialmente cultos y hondamente caribeños.
-¿Podría explicar en qué consiste su complejo de «puerta falsa» ?
-Julio Ramón Ribeyro, ese genio, parecía haber entrado a cuanta reunión asistía por la puerta falsa. Hay gente así.
-¿No será ese complejo un ardid para seducir a la gente más allá de la literatura?
-No lo sé, pero Julio Ramón Ribeyro, era «puertafalsero», créame, sólo seducía a los que lo leían.
-Afirma que en Perú ni lo malo es perfecto ¿ha encontrado alguna perfección en España?
-Por algo he dicho siempre que España es un Perú que no me duele...
-¿La pereza, como quería Lafargue, es un derecho?
-Ya lo creo. Es un derecho y hasta una obligación, diría yo.
-¿Qué le preguntó a Henry Miller para que le pusiera de patitas en la calle cuando trató de entrevistarlo?
-Le pregunté, refiriéndome a su hermoso libro «El Coloso de Marusi», que por qué había escrito tantos «trópicos» y tan pocos «colosos». Le dio un «colerón» impresionante, creo que más que nada porque mi pregunta lo dejó totalmente desarmado. Y me largó. Era mi primera pregunta, recuerdo muy bien, y de ahí no pasé.
-¿Las entrevistas las hacía por placer o por necesidad?
-Absolutamente por placer.
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