Episodios locales
Sábado trágico en el parvulario del Santo Ángel de Sevilla
La ciudad quedó conmocionada el 2 de marzo de 1963 con la muerte de tres escolares en el derrumbe del colegio Santo Ángel en la calle San José provocado por las obras en un solar contiguo al centro educativo
Sevilla
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Iniciar sesiónEra un sábado de Cuaresma sin viacrucis ni traslados como ahora pero con clases por la mañana para los niños. Al día siguiente, domingo, se disputaba un derbi Betis-Sevilla con ambos equipos acuciados por eludir los puestos de abajo en la tabla. Pero ese ... 2 de marzo de 1963 se iba a teñir de negro con la muerte de tres párvulos en un luctuoso accidente acaecido al mediodía en el 23 de la calle San José.
La congregación de las Hermanas del Ángel de la Guarda se había hecho con la propiedad de parte del antiguo convento de San José que da nombre a la calle, de los mercedarios descalzos, y del que hoy sólo permanece en pie la iglesia que rige el Opus Dei desde mediados de la década de los 60. Las religiosas regentaban un colegio mixto de párvulos (hasta seis años) y niñas.
La piqueta –emblema de la destrucción del caserío sevillano en esos tiempos– ya había entrado en la zona contigua al colegio donde los pequeños daban clase ajenos a todo aquel sábado. En el solar del derribo laboraban algunos albañiles que fueron los primeros en socorrer a las víctimas cuando el techo del primer piso se desplomó.
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La reseña del día siguiente utiliza ese lenguaje administrativo aséptico que se usa cuando las cosas no están claras: «Se hundió el techo de una clase situada en la planta alta del edificio, que lindaba con una zona de solar donde se habían realizado derribos, terminados hace meses. [...] Al caer sobre el piso primero determinó el hundimiento del techo de la clase, enterrando entre cascotes, pedazos de vigas y nubes de polvo a los alumnos».
Más precisa, la redacción –a media voz, como era norma entonces– da idea del impacto de la noticia en la ciudad corriendo de boca en boca con médicos y sanitarios presentándose voluntarios para atender a los heridos en los primeros momentos de confusión: «La impresión cundió por la ciudad, ya que el referido centro de educación registra un elevado número de alumnos desconociéndose –en los primeros momentos– el número de víctimas. Por otro lado, las religiosas, presas de la impresión, no pudieron facilitar noticias concretas, lo que acentuó el nerviosismo, desarrollándose escenas dolorosas».
Y seguía relatando que decenas de parientes de los alumnos se habían agolpado a las puertas del Equipo Quirúrgico en demanda de certezas sobre los heridos. El balance era terrible: tres muertos, tres heridos graves, siete de pronóstico reservado y el resto, hasta 29, con lesiones leves, al igual que la profesora, sor María Asenta.
La noticia daba cuenta de que el gobernador civil y jefe provincial del Movimiento, José Utrera Molina, había solicitado y obtenido del presidente de la Audiencia Territorial que el titular del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 6 fuera declarado juez especial para instruir el caso. El relato insistía por todos los medios en que la situación estaba controlada: «A última hora de la pasada noche la autoridad judicial permanecía en su despacho recibiendo declaraciones».
El entierro multitudinario se verificó al día siguiente.
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