Y parece que fue ayer... LAS LEGISLATURAS DE LA EXPO
5. Un presupuesto se convierte en post-supuesto
«Usted ha hecho perder a los ciudadanos un dinero por meterse a participar en un asunto, cuando su experiencia hotelera no parece que fuera excesiva»
Urbanización Ciudad Expo en Mairena del Aljarafe
«Parece lógico [había indicado a Pellón en nuestro anterior encuentro] que cuando se elabora un proyecto haya un presupuesto y se vaya cotejando si se cumple o no. Yo me permití en su día solicitarle el presupuesto relativo a la Cabalgata de la Expo. ... Ante mi sorpresa, me acaba contestando que no me puede dar el presupuesto de la Cabalgata porque la Exposición está en marcha y aún no ha terminado. Señor Pellón, ¿cuándo hace usted el presupuesto, antes de empezar la Cabalgata o cuando termina? Yo entiendo por un presupuesto algo que se hace antes y que sirve de control de la ejecución posterior. Si no, sería una especie de post-supuesto, pero no de presupuesto. No entiendo por qué no me da el presupuesto de la Cabalgata. ¿Es que no quiere que me entere de si posteriormente se ha desfasado? Es que tengo derecho a enterarme».
«Sociedades participadas. Usted ha llevado al extremo el lema del barón de Coubertin. Para usted lo importante era participar y se ha empeñado, en contra de la opinión de alguno de los gestores que acabaron fuera de la Expo, en crear sociedades participadas. No se ha limitado solamente a ser gestor de un invento bastante complicado, sino que se ha metido a empresario. El resultado de las Sociedades Participadas no ha sido muy brillante que digamos. Coral, por ejemplo, la encargada de los alojamientos, para la que usted había anunciado unos beneficios -y había convencido a sus socios de que iban a ser tales- de ocho mil millones de pesetas, se ha quedado en un déficit de cuatro mil millones. Una diferencia de 12.000 millones no está mal para ser una sola empresa». «Como usted se había atribuido, a pesar de tener un capital del veintitantos por ciento, unos beneficios ligeramente superiores al cincuenta por ciento, en el arbitraje final en que ha terminado el rosario de la aurora de Coral, a usted el árbitro le obliga a pechar con más del cincuenta por ciento de las pérdidas, que es dinero de los ciudadanos. Usted ha hecho perder a los ciudadanos un dinero por meterse a participar en un asunto, cuando su experiencia hotelera no parece que fuera excesiva».
Pellón, como es lógico, ofrecía sus argumentos: «Tenía necesidad de gestionar una ciudad, que parece que ustedes tampoco conocen, del tamaño de la Villa Olímpica, que se llama Ciudad Expo; de eso no se habla, parece que la Ciudad Expo no ha existido; es que funcionó muy bien y la gestionó Coral».
Quedaba en el aire una pregunta: «¿Por qué no contrata usted directamente con los auténticos expertos, en vez de hacerlo con empresas que parece que sólo sirven para actuar como pantallas?». Cuando salió a relucir Ríococon, dio a entender que fue incluida para evitar que la contrata fuera en exclusiva para Dragados y apunte que resultaba aún menos convincente: «Yo tengo aquí un papel donde hay sólo seis contratos y tres son de Dragados y Construcciones: Edificio Expo, 3.000 millones de pesetas; Expo-Umbráculo, 200 millones de pesetas; tren panorámico elevado, 2.600 millones de pesetas. Todos son de Dragados y Construcciones; o sea que no dé usted la impresión de que aquí Dragados y Construcciones ha tenido la tragedia de que, como un antiguo empleado suyo está en la Expo, no ha podido ser contratada».
«Yo he recibido el día 13 de octubre algo tan curioso como el balance del ejercicio de 1982. Repito que lo he recibido el 13 de octubre cuando lo había pedido en abril. ¿Qué pasa?, ¿que el 13 de octubre de 1992 han hecho el balance de 10 años antes, o es que ustedes se habían conjurado -y ésa es la auténtica conjura- para que no saliera un número de la Exposición Universal antes del 13 de octubre? ¿Eso es admisible en un sistema democrático, señor Pellón? ¿Eso tiene algo que ver con la eficacia y con la agilidad? Esto es lo que preocupa a nuestro Grupo».
«La publicidad es el imperativo categórico de un político. Cuando un político tiene dudas de si debe hacer algo o no, basta con que se pregunte si se puede hacer público o no lo que hace, pues todo aquello que no se puede hacer público no se debe hacer». «Con arreglo a ese criterio, la mayoría de las cosas que usted ha hecho no se deberían hacer, porque no las hace públicas, por lo que da la sensación de que usted mismo se condena».
«Y sepa una cosa, señor Pellón. En esta Casa, preguntar no es ofender. Esta es la Casa de la pregunta y la Casa de la respuesta. Por tanto, no se sienta ofendido. En esta Casa, porque aquí hay hombres públicos, no rige la presunción de inocencia nunca, rige la presunción de responsabilidad».
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