Jornada Mundial de la Juventud: El verano azul era en Lisboa
Los sevillanos, coordinados por los colegios jesuitas, se hacen notar en la misa de los españoles en los días previos a la concentración
Los sevillanos se hacen notar en la misa de los españoles
Lisboa
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Iniciar sesiónEn el área de servicio de Estremoz, sesenta kilómetros en línea recta desde Badajoz, una marea celeste lo inunda todo en cuestión de minutos: tres autobuses descargan casi doscientos chavales coordinados por los colegios jesuitas. En el día de San Ignacio (lunes 31 de ... julio), resulta el anticipo, a la hora de la comida, de lo que estaba por llegar a la atardecida en Estoril: es el verano azul celeste de «los vecinos de al lado», el lema con que la delegación española en la JMJ empezaba a inundar la costa lisboeta.
Más de treinta mil participantes en la Jornada de la Juventud con la fe compartida en español se reunían en la explanada del casino de Estoril para celebrar la misa con los obispos españoles. Decenas de obispos; centenares de sacerdotes, miles de peregrinos, un encuentro vibrante, festivo, agradecido en el que los andaluces y, especialmente, los sevillanos se hicieron notar.
Es el día de la Ñ en esta Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa, pero de la Ñ con acento andaluz. Al viento de Estoril, banderas de la parroquia de la Magdalena, de Aznalcóllar, de Pilas, de San Juan Pablo II de Montequinto, de la hermandad de las Penas y también de Cursillos de Cristiandad de Lebrija jaleando de lo lindo, de San Agustín de Alcalá de Guadaira, de los salesianos con la bandera carrmesí del NO8DO enganchada, participantes con la camiseta del Betis o el escudo del Sevilla FC en una divertida pugna por marcar su identidad.
En los prolegómenos, mientras iban llegando los fieles con la camiseta celeste de la Conferencia Episcopal, baile por sevillanas y cantos con indudable acento meridional. No es exagerado hablar de que casi la mitad de los peregrinos españoles presentes en Lisboa van a ser andaluces. Y se hacen notar.
Sevilla ha estado presente en este verano azul lisboeta aplaudiendo a sus obispos con una calidez que pocas diócesis han podido demostrar a sus pastores. Al arzobispo, don José Ángel Saiz Meneses, lo vitorearon en la procesión de despedida hasta los voluntarios de la organización, que resultaron ser seminaristas de la archidiócesis. Y monseñor Saiz agradeció entusiasmado el detalle.
Pero esta es la fiesta de los jóvenes y al auxiliar don Ramón Valdivia, el obispo más joven de España a sus 47 años, lo hicieron botar cuando los mitrados salían del parque de Estoril donde tuvo lugar la eucaristía presidida por el cardenal Omella, arzobispo de Barcelona y presidente de la Conferencia Episcopal Española.
Salve rociera
A pesar de que en la oración de los fieles faltó el acento andaluz entre tantas lenguas cooficiales de España en que se pidió por la Iglesia universal, la despedida fue apoteósica entonando casi treinta mil jóvenes la salve rociera a voz en cuello. Espontaneidad ante todo.
Y de eso sirvió el cardenal Omella una ración bien despachada. Su homilía -algo desmesurada para captar la atención de la chavalería- fue un compendio de doctrina y de desafío. Levantó el primer aplauso -sí, en la misa de los españoles se aplaudió una barbaridad- al recordar que estaban juntos los del norte, los del sur, los del este y los del oeste de España, una obviedad que en estos tiempos convulsos resulta ser casi subversiva.
Y después fue dedicando aplausos al cardenal electo Américo Aguiar, el organizador de la JMJ como obispo auxiliar de Lisboa; el alcalde de Cascais que acogía la ceremonia y el posterior festival musical; los obispos, los curas y diáconos, seminaristas -«son muy pocos, pero también lo son los nacimientos en España«- y, en el tiempo de descuento tras la bendición final, para los religiosos y las monjas y hasta para los sordos.
Omella planteó algunas interrogantes que quedaron soplando en el viento que refrescaba la tarde: «¿Qué buscáis, qué esperáis de estos días?». Y todavía más incisivo: «¿Qué cosas hay en tu vida que no te dejan vivir la felicidad plena?». El cardenal de Barcelona repitió una idea fuerza en su homilía: «Dios nos ha traído a Lisboa para evangelizar». Y se apoyó en el lema de Manos Unidas para resaltar que el mundo tiene «mucha hambre de paz, de cultura y de Dios».
Remató su explicación de la palabra con unos versos de «El divino impaciente» de Pemán para recalcar lo que Ignacio de Loyola le pedía a Francisco Javier, patrón de las misiones. «Que Lisboa sea un trampolín para la evangelización«, dijo antes de proclamar que de ese encuentro de los jóvenes con el Papa iban a salir los «apóstoles del siglo XXI».
De los avisos parroquiales se encargó Raúl Tinajero, coordinador del despliegue de la JMJ en la Conferencia Episcopal, que retocó el lema de las camisetas que portaban los chavales españoles en la explanada del casino de Estoril: «No sólo somos los vecinos de al lado, somos los hermanos de al lado. Viva Portugal y viva España«, remató su intervención, contestada con sonoros vítores de la concurrencia.
Tras las bendiciones, con las banderas al viento, los españoles cantaban «aquí está la juventud del Papa» y «yo soy español» mientras se sentaban sobre el césped a cenar para esperar el festival musical que siguió a continuación. Una constatación evidente: cualquier canción del movimiento Hakuna es hoy un 'hit parade' de la música religiosa. A 'Sencillamente' y 'Forofos' sólo le puede disputar hoy ese puesto la salve rociera con cuya religiosidad popular en torno a la Virgen del Rocío se identifica hoy por hoy la mitad de España donde los jóvenes puede afirmar su pertenencia a la Iglesia sin parecer marcianos.
Hemos tenido que venir a Lisboa para comprobarlo con nuestros propios ojos.
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