De la misa la media
Historia de amor entre Toledo y la Palmera
iglesia en Sevilla
«Mil veces que yo naciera, otras tantas sería sacerdote, tan hermosa es esta vocación»
Sevilla
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Iniciar sesiónMis en la parroquia del Corpus Christi (Sevilla)
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Fecha: 20 de diciembre de 2023
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Hora: 19 horas
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Preside: Ángel García Rayo
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Asistencia: unas doscientas personas
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Exorno: flores de Pascua
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Música: ministerio de música de la oración de alabanza
El vicario del Corpus Christi era, el miércoles por la noche, «el hombre más feliz». Lo dijo él en la homilía -se pasó de los nueve minutos recomendados, pero a nadie le importó- de la misa de acción de gracias por las bodas de plata ... de su ordenación sacerdotal en la Catedral de Toledo un 20 de diciembre de 1998. «Mil veces que yo naciera, otras tantas sería sacerdote, tan hermosa es esta vocación», dejó dicho con esa voz tonante amplificada de forma eficiente -por fin- por los altavoces de la parroquia.
Hay que decir que la asamblea era muy partidaria porque a los feligreses de costumbre se habían unido familiares, amigos y conocidos de don Ángel, pletórico como para hacer de la carismática «Ruah» (espíritu en hebreo) el cántico de entrada. La acción de gracias lo merecía. Así lo proclamaban las vestiduras blancas y la casulla de guitarra del oficiante y la elección del canon romano en la plegaria eucarística (la oración previa a la consagración) para conmemorar los «veinticinco años de una historia de amor».
En la homilía, citó al santo cura de Ars, a San Pablo y al Apocalipsis con un tono directo y kerigmático (las verdades de la fe) marca de la casa: «No he entregado mi vida a una causa o un mensaje de Jesús, sino a una persona que me llena y me sostiene», dijo antes de hacerle una confidencia al pueblo de 'algo' que sucedió en El Toboso, en el corazón de La Mancha, en su segundo año de ordenado. El relato fue tan vívido y la emoción tan fresca (a pesar de casi un cuarto de siglo) que seguro que los fieles se quedaron con ganas de más, como él mismo aclaró: «¿Dónde está el milagro? Sólo Dios lo sabe».
En la homilía salió a relucir el predicador convencido y entusiasta, pero también el confesor firme y delicado, el director espiritual muy capaz de discernir y el acompañante cuyos ánimos nunca decaen. El firmante da fe. «El sacramento de la confesión es maravilloso, de esto sí tengo experiencia de verlo con mis ojos: el diablo quiere apartarnos de la confesión porque esta nos hace columna de bronce», dijo con ecos del profeta Jeremías.
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Mención aparte merece el apartado musical, cuidado con mimo: qué hermoso es un salmo (el 23) cantado aunque sea con acompañamiento de guitarra como hizo Javier Hartillo. Pero hubo más: Enrique Ayuso se vació con una bellísima estrofa del Cantar de los Cantares en la poscomunión y el coro interpretó el «Gloria» de Martín Valverde en el momento de alzar como un himno de alabanza; hasta no hace tanto se interpretaba la Marcha Real en ese momento.
La canción del ofertorio se excedió algo y el ministro del altar tuvo que aguardar a que acabara la música cuando debe de ser al revés. También se invirtieron los papeles en el gesto de la paz porque el pueblo fiel acabó antes de saludarse en el recreo eucarístico que el presidente con los cinco concelebrantes y el diácono que le felicitaban en el altar.
La primera lectura corrió a cargo del periodista televisivo Víctor García Rayo, hermano del celebrante. Siempre es un lujo contar con alguien que entona la Escritura y la proclama con voz firme. Hay tantas veces que no es así, que se agradece aun a costa de repetir el lector en la oración de los fieles.
La misa concluyó con una acción de gracias en verso muy celebrada a cargo de una feligresa y la mención de la Virgen de la Victoria a la que el presbítero guarda especial devoción. Tras las fotos y saludos de rigor comenzó una alabanza en la que muchos de los presentes se iniciaron entre la extrañeza y el asombro de la primera vez que se asiste a esta peculiar forma de orar.
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