de la misa la media
La veta sin ganga de la 'Rerum novarum'
Iglesia en Sevilla
El arzobispo supo interpretarlo a la perfección con una homilía honda y muy social en la que citó ecología, formación, seguridad laboral, desarrollo integral humano, el azote de la droga…

Misa por la reapertura de la mina de Aznalcóllar
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Templo: parroquia del Sagrario de la Catedral
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Fecha: 29 de junio
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Hora: 10 h.
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Asistencia: prácticamente lleno, más de 250 personas
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Presidencia: monseñor Saiz Meneses
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Ornato: ramos de flores blancas, simpecado de la patrona y Santa Bárbara
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Música: la asamblea dirigida y órgano
De la misa por la reapertura de la mina de Aznalcóllar en el Sagrario pueden sacarse jugosas conclusiones. La primera, teológica: la eucaristía es la alabanza perfecta, acción de gracias con mayúscula. Antiguamente se hubiera rezado un tedéum, pero es más propio el oficio divino ... como signo de comunión. Que es la segunda conclusión, de moral social, para reafirmar el valor de la doctrina social de la Iglesia, abolida la lucha de clases. La tercera, de índole práctica: qué incómodo por estrecho es el presbiterio del Sagrario.
Vayamos por partes. Puede que la fecha elegida resultara algo inadecuada (solemnidad de Pedro y Pablo), pero una hora después de terminar la eucaristía se conoció el motivo: al párroco, Ignacio del Rey Molina, joven bullidor al que sólo le faltaba llamarse Don Camilo para componer un dúo cinematográfico con el alcalde 'Peppone' (se llama Juan José en realidad), lo trasladan a Morón después del verano. Era obligado que fuera su despedida por todo lo alto. Y así fue.
Medio pueblo (es un decir) vino a Sevilla. A la Catedral. Como aquellos 270 días que permanecieron encerrados en demanda de reivindicaciones laborales cuando la mina cerró tras el desastre de 1998. Venían endomingados y con cara de orgullo porque va a volver a extraerse mineral de la faja pirítica, una vez superados todos los obstáculos, incluso los de la formación política con la que concurre el alcalde.
El arzobispo supo interpretarlo a la perfección con una homilía honda y muy social en la que citó ecología, formación, seguridad laboral, desarrollo integral humano, el azote de la droga… «Esta victoria es también una victoria del espíritu, de la fe que no se rinde, de la comunidad que no se rompe», dijo después de nombrar en dos ocasiones al cardenal Amigo, que abrió las puertas del templo a los mineros y sus familias y «el corazón de la Iglesia» que «siempre ha estado abierto al sufrimiento del pueblo, como una madre que no abandona jamás a sus hijos». Fue una hermosa referencia a don Carlos como «imagen del Buen Pastor que conoce a sus ovejas y no las abandona».
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Pero la verdadera veta (sin ganga, esto es, escoria) estaba en la encíclica 'Rerum novarum' de León XIII, de cuya veta cargó paletadas el arzobispo: «La dignidad del trabajo es elemento esencial de la vida humana, fuente de realización personal y de progreso familiar y social». «Hoy habéis venido hasta esta Catedral varios centenares de personas desde Aznalcóllar, y lo hacéis en unidad, sin distinción de ideas, creyentes o menos creyentes, unidos por un motivo noble. Esto es ya un signo precioso del Reino de Dios: ver a trabajadores, autoridades, creyentes y no creyentes, todos compartiendo el mismo banco, rezando a un mismo Padre. Así se construye la paz social, así se edifica una sociedad reconciliada», señaló el prelado.
Hubo quien, a la salida, dijo que la predicación había sido una «Rerum novarum II» aunque eso es pasarse. Además, a monseñor Saiz no le gusta demasiado que este cronista enjuicie las prédicas de las misas, así que no lo haremos. Pero dejemos constancia de que se guardará memoria de esa homilía.
Por lo demás, la misa transcurrió con la solemnidad acostumbrada (aunque no se incensó). El párroco saliente proclamó el Evangelio y los fieles, agradecidos, elevaron preces por él. Se veía que no era asamblea de mucha misa, porque el amén de la doxología al final de la plegaria fue algo chuchurrío. Menos mal que el padrenuestro sonó más robusto. Y un detalle sobre la comunión de gestos: un abrumador 95% de la asamblea no se arrodilló durante la consagración aunque después la comunión fue más o menos general.
En los aspectos meramente instrumentales, citemos la estrechez del ara con el retablo que obligó a dos concelebrantes a cruzar por delante del altar e incomodaba bastante a los seis sacerdotes, más el prefecto de Liturgia más el secretario del arzobispo y dos acólitos, que compartían presbiterio.
El himno a la patrona sonó algo desangelado, por ser generosos, como lo había sido la asamblea con un aplauso espontáneo, terminada la celebración, cuando las autoridades (consejeros de Industria y Cultura, alcalde y concejales) posaban para la posteridad. Como se rezó en la oración de los fieles, Aznalcóllar veía «restituida su dignidad como pueblo con el don del trabajo». Amén.
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