De la misa la media

Fiesta de Nochevieja con los redentoristas

Participar en la misa no es solo seguir la comunión de gestos (levantarse, verbigracia, en el prefacio y no para la oración sobre las ofrendas) sino adentrarse en el misterio a través de la liturgia

Parroquia del Santísimo Redentor en el barrio sevillano de Nervión ABC

Misa en la Parroquia del Santísimo Redentor (Nervión - Sevilla)

  • Fecha: 26 de noviembre

  • Hora: mediodía

  • Asistencia: unas cuatrocientas personas, fieles de pie

  • Presidencia: Pablo Jiménez CSsR

  • Exorno: ninguno

  • Música: coro parroquial

A una fiesta se va a divertirse y a pasarlo bien. Y si es la de Nochevieja, con más motivo. El joven oficiante, ordenado hace ocho años, resaltó en la monición de entrada que la solemnidad de Cristo Rey era como la Nochevieja cristiana porque ... remataba el año litúrgico para dar paso al Adviento.

Desde luego, la eucaristía de mediodía (especialmente indicada para familias con niños que se están preparando para recibir la comunión) es toda una fiesta. Este visitador eucarístico acudió siguiendo la recomendación de un amigo con dos pequeñas, deseoso de que contemplara una iglesia abarrotada, con chiquillos por decenas sentados en el presbiterio mientras siguen atentamente la homilía.

En efecto, estaba que no se cabía y los niños cantan, se ríen, leen (muy bien, por cierto, y hasta el Evangelio, dialogado como el Domingo de Ramos), hacen la ola de la paz (cuatro veces, con todos los fieles dándose la mano), refrescan los nombres del Papa y nuestros obispos en la anámnesis de la plegaria y se lo pasan pipa. ¿Es todo ello, saludable y simpático, suficiente para ahondar en el misterio eucarístico que supone el cielo en la tierra? Eso ya es harina de otro costal.

Uno admite que las misas para niños se tomen -por razones pastorales, que es coartada suficiente- ciertas licencias. Pero suprimir la primera lectura del profeta Ezequiel (sin la que no se explica la parábola evangélica del Juicio Final de las ovejas a la derecha y las cabras a la izquierda) y el salmo (¡nada menos que el 22!) para darle agilidad a la misa ya parece algo excesivo.

Tampoco se rezó el 'confiteor', pero se cantó mucho. Cada vez que el coro acometía un canto, una voz infantil anunciaba el número del cancionero parroquial: el 7, de entrada; el 19, en el kyrie; el 16, en el gloria con letra propia… y un aleluya con palmadas, un trisagio más que rítmico con palmas acompasadas cada vez que se pronunciaba 'hosanna', más dos canciones en la comunión y el canto mariano de salida. La alegría del Evangelio, en un pentagrama.

Todo eso está muy bien y transmite un optimismo contagioso a la asamblea. Y si no, ya está el oficiante pidiendo que los de atrás también se apliquen a las palmas para no quedar de meros espectadores. Participar en la misa no es solo seguir la comunión de gestos (levantarse, verbigracia, en el prefacio y no para la oración sobre las ofrendas) sino adentrarse en el misterio a través de la liturgia.

Estuvo muy bien la explicación del oficiante de que las seis linternas con velas que portaban los monaguillos enfocaban cada momento de la celebración, sólo que leer el Evangelio del día de un folio sobre la mesa del altar y no sobre el ambón le quita 'corporeidad' a la Palabra, que por algo se inciensa, se ostenta y se besa. Puede confundir los dos banquetes sucesivos que tienen lugar en una misa.

Y eso que la homilía estaba bien planteada para resaltar el primado de Cristo Rey en todas las facetas de la vida de cada fiel: «Como si invitamos a un rey a nuestro hogar y le decimos 'pase Su Majestad' pero sólo le voy a enseñar las partes que a mí me interesan». Y el oficiante se respondía a la cuestión de cómo «puedo crear un espacio para que Cristo reine en mi vida» con la oferta del que llamó «Black Saturday», el retiro de adviento del sábado 2 de diciembre: «El Señor quiere hacerte un regalo, es gratis, regálatelo». Como la fiesta de Nochevieja que nos regalaron el domingo de Cristo Rey.

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