Elena Martos: «Lo que le faltaba ya al puente del Centenario es una mordida de Ábalos y Koldo»

Y ese beneficio ha sido precisamente en este proyecto, que se anunció por la vía de urgencia, justificado en el grave deterioro de los tirantes que sujetan el puente y por lo que habría que actuar de inmediato. A juzgar por el retraso que acumulan las obras y la dudosa gestión de las mismas que han hecho los dos ministros posteriores a Ábalos -Raquel Sánchez y Óscar Puente-, nunca debió de existir tal urgencia. Los tirantes se están sustituyendo ahora, seis años después de que se redactara el proyecto y sin una fecha clara para la reinauguración de la infraestructura. Hace sólo unos días presumía el ministro de este alarde de la ingeniería.

Ahora nos venimos a enterar de que la adjudicación podría estar amañada, como apuntan los mensajes y llamadas telefónicas que se intercambiaron los tres actores principales de esta investigación de la Guardia Civil. Todo eso podría explicar la forma en la que la constructora ha manejado los tiempos de ejecución, asumiendo íntegramente los trabajos sin contar con las empresas sevillanas especializadas, precisamente en la fabricación de puentes.

Una de ellas llegó a formar parte de la unión de empresas que ganó el concurso, pero jamás tuvo voz ni voto en el consejo de administración. Ni siquiera asumió carga de trabajo, a pesar de que sus talleres se encuentran a pie de puente. Una manera de proceder, cuanto menos singular, sin que el promotor de la obra, en este caso el Ministerio de Transporte, pidiera explicaciones mientras los plazos se iban demorando.

Las obras del puente del Centenario tendrían que haber concluido en noviembre de 2023 y se van a retrasar hasta el año que viene. Tendrían que haber costado 76 millones de euros y la factura se ha encarecido hasta los 132. Pero, sobre todo, tendrían que haberse ejecutado por interés público y no el de tres aprovechados.