Alfonso Guerra: «La política editorial española es equivocada. Se lanzan muchos títulos con bajas tiradas»

-¿Le ha tentado alguna vez escribir una novela?

-No. Una vez acaricié esa idea a partir de una conversación con la nieta de Ramón Carande, que me incitó a ello. Lo descarté. Es muy difícil. Poesía sí he publicado, muy poquita.

-¿La literatura es mejor cuando es pesimista?

-No tiene por qué. La literatura romántica tiene pesimismo pero también expectación.

-Pero usted siempre ha manifestado predilección por autores como Mann, de universos literarios decadentes. También en la música y el cine. Mahler, Visconti…

-Son decadentes porque indican que el ser humano es muy poca cosa aunque se crea muy grande. Y ellos te ponen por delante esa pequeñez.

-¿Qué escritores contemporáneos españoles le interesan?

-Por ejemplo, 'El huerto de Emerson' de Luis Landero me pareció una obra perfecta. En poesía, Eloy Sánchez Rosillo me gusta muchísimo. Quizá el mejor poeta español vivo. Y además es amigo.

-¿Machado o Hernández?

-Mmmm…Machado. Por la profundidad. Miguel tiene el grito de la vida, una expresión más viva, pero la profundidad de Machado es inagotable. Lo puedes leer mil veces y encontrar siempre algo nuevo. Ahora estoy en un proyecto sobre Machado, con la Academia Sevillana de Buenas Letras, para juntar por primera vez en una exposición los fondos de su obra y los de su hermano Manuel.

-Usted que fue librero, ¿qué siente ante los cierres de librerías?

-Están muriendo. Aunque también se crean muchas nuevas porque son un sueño de la gente joven aficionada a la lectura. Duran poco, es verdad, pero el número no decae. La competencia de grandes superficies y plataformas como Amazon les han dado un golpe mortal. Y la política editorial española es equivocada. Se lanzan muchos títulos con muy pocas tiradas, y el librero se queda desbordado por la sucesión de novedades en poco tiempo. Las librerías ya no son de fondo, sino de escaparate.

-Acaba de publicar «La rosa y las espinas», un diálogo con Manuel Lamarca. ¿Le importa controlar su imagen en la posteridad?

-No porque no es posible. En todo caso, procurar que los seres queridos no tengan una imagen deformada de mí. Yo tengo la suerte de tener muchos más seguidores que enemigos.

-Muchos compañeros suyos dicen que se ha vuelto de derechas.

-Los que no tienen argumentos. Que si soy viejo, que si soy de derechas… Son gente que no han dado un palo al agua en su vida. Punto.

-Como antiguo hombre de teatro, ¿qué tiene de teatro la política?

-Ayuda. Las tablas ayudan. Quitan miedo escénico. Yo incorporé técnicas teatrales a los mítines y discursos. Quitar atriles, usar inalámbricos y todo eso.

-¿Sánchez es buen actor?

-No lo he visto hacer teatro. Pero creo que se le nota cuándo está contento y cuándo sufre.

-En el libro viene a decir que siempre hay que estar enamorado.

-Sí. El amor es un sentimiento que irradia a todo lo demás, que te transforma. No necesariamente a una persona cercana, te puedes enamorar de una fotografía, de una actriz… Se inflama tu corazón y te provoca una alegría extraordinaria.

-¿Y la política es una pasión?

-Para algunos, sí, brutal. Para mí no lo ha sido nunca. He intentado ser lo más profesional posible.

-También cuenta que no tiene fe. ¿Y esperanza?

-Bueno, sí. Pienso que las cosas pueden ir a mejor, dependiendo de la gente. Yo no pienso como muchos de izquierda que la Historia nos dará la razón inexorablemente. Eso no viene del cielo, hay que trabajarlo.

-¿Es optimista ante el futuro, como Pinker?

-Sí. Si uno estudia la evolución histórica en plazos largos, siempre sale positiva. Puede haber saltos atrás, Europa del 39 al 45, por ejemplo, pero si coges tres siglos ves una mejora casi continua. Yo creo que el futuro mejorará, aunque creo que vamos a pasar por una etapa muy difícil de concentración de grandes poderes económicos y muchas capas de gente con grandes necesidades. Eso se está aceptando, hay un gran conformismo sobre la injusticia.

-¿Cree que viene una gran crisis de modelo, incluso sobre la democracia?

-La democracia tiene peligros. Se está aceptando por un sector muy amplio de la intelectualidad que se puede vivir sin democracia. Si la vanguardia intelectual va por ese camino, la gente lo aceptará. Pero la Humanidad es más fuerte y los seres humanos saben por qué tienen que pelear. Y una de esas cosas esenciales va a ser el agua. Yo no entiendo que no se regulen, por ejemplo, los circuitos de agua no potable en la construcción de edificios, para que no se desperdicie la potable en usos sanitarios. La UE, la ONU, no se preocupan por eso.