En nuestro país, los trabajadores autónomos - quienes sostienen el 20% del PIB español -no tienen vacaciones pagadas como los asalariados. Esto significa que, aunque pueden tomarse días libres, no reciben salario por esos días. Sin embargo, tienen derecho a un período de descanso y pueden gestionar sus vacaciones de manera diferente, incluyendo la posibilidad de tomarse vacaciones fiscales, que les permiten no recibir notificaciones electrónicas de Hacienda por un período de hasta 30 días al año.
La realidad en España de los autónomos
En este contexto, son muchos los autónomos que se quejan. «Vuelves y ves que la cuenta ha bajado estrepitosamente. Ese mes no generaste ni la mitad», relata durante su intervención en La Linterna de COPE, programa en el que analizaron la precariedad de este colectivo, un tercio de los cuales no puede permitirse vacaciones.
Patricia, propietaria de una ferretería y una de las pocas autónomas que logran desconectar durante el verano, regresó hace unos días de sus vacaciones con una mezcla de alivio y preocupación. Tras dos semanas cerrando la persiana de su negocio, al revisar las cuentas confirmó lo que ya intuía: las facturas acumuladas y la drástica caída de ingresos pintaban un panorama desolador.
Su testimonio, recogido por el programa dirigido por Ángel Expósito, ilustra una realidad extendida: para los autónomos, descansar implica asumir pérdidas económicas irreparables. La protagonista de esta historia, que lleva años gestionando su negocio, explicó con crudeza la paradoja: «Cierras la puerta, el cajón, y dejas de ingresar. Pero las facturas siguen llegando».
Aunque planificó su ausencia, adelantando pedidos y comunicándola a clientes, la caída de ingresos fue inevitable. «Es necesario parar, pero ser autónomo y tener vacaciones supone no tener ingresos mientras los gastos continúan», insistió.
Según datos de la Federación Nacional de Asociaciones de Trabajadores Autónomos (ATA), el 25% de estos profesionales no descansa ningún día al año, y el 50% no puede permitírselo económicamente. Para esta trabajadora autónoma, la solución pasaría por incentivos fiscales temporales o ayudas directas durante los periodos de cierre, pero a día de hoy parece todo una utopía.
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